Antonio González Vázquez
En el Partido Revolucionario Institucional (PRI) añoran los tiempos del presidencialismo centralista, que a su vez se replicaba en los estados en la figura de los gobernadores del partidazo.
En el ADN del otrora partido de las mayorías, está la necesidad de mostrar disciplina a un superior. En el PRI, es indispensable un jefe que guíe las riendas de la institución, de otro modo, imperaría el caos.
A los priístas les acomoda la docilidad. Sin Tlatoani a quien adorar, los del PRI se sienten extraviados y abandonados.
La sumisión a un jefe político resulta crucial en la vida interna del partido, de lo contrario, les invaden sentimientos varios que en caso extremo los puede conducir a la depresión.
El pasado día 26 de septiembre, el priismo potosino quedó en la orfandad, Juan Manuel Carreras López dejó de ser gobernador y con ello el partido perdió a su jefe nato. Sin presidente de la República y sin gobernador, sentían un vació insoportable.
Era necesario ungir a alguien como su nuevo caudillo, decisión que dicho sea de paso, debió ser algo complicado puesto que no hay mucho de donde echar mano.
De modo que ayer, en el Comité Directivo Estatal, los priístas nominaron a su nuevo patrón: Enrique Francisco Galindo Ceballos.
Por su “carisma, trabajo y entusiasmo”, el presidente municipal de la capital es ya “el primer priista del estado”.
La Secretaría de Gestión Social del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, declaró como quien dicta un Decreto: “Enrique, bienvenido a nuestro partido, es tuyo y creo que hoy el primer priista de San Luis Potosí es nuestro presidente municipal y habrá que trabajar en torno a ti, de la mano con el municipio”.
El PRI necesitaba un jefe y ya lo tienen. Una nominación con aroma a destape tan prematuro como distante al 2027.
Para elevar a Galindo Ceballos como su líder, guía y cabeza del partido, se organizó el programa “Haciendo ¡clic! Con Enrique Galindo”, que consiste en celebrar reuniones semanales para que a su jefe no se le olvide su origen y tenga presente al partido “de sus amores”.
El servilismo como sinónimo de disciplina, es el mismo viejo PRI de siempre; vivir sin alguien que conduzca al redil, nunca.