Antonio González Vázquez
Así como un alacrán no puede pasar por indefenso cordero, los panistas no pueden dejar de ser lo que son.
Por eso, llegó la ocasión tan temida del fantasma de la división; no se puede demandar unidad en un partido donde esa palabra es sinónimo de simulación e hipocresía.
En Acción Nacional se llenan la boca cuando hablan de unidad, pero el concepto no va más allá de ser pieza necesaria en discursos floridos, cargados de demagogia.
Les fascina una teatralidad que abrazan fervorosamente en la peregrina idea de que pueden esconder lo que hacen con aquello que dicen. En los hechos, sus actos, por lo general perversos e ignominiosos, quedan a la vista y es entonces cuando se exhiben tal y como son.
Hablan de unidad y al mismo tiempo, golpean por la espalda; proclaman unidad y los mueve la traición; pregonan unidad y alimentan la división.
El sábado por la mañana, empezaron a retumbar los tambores de guerra en el proceso interno del que surgirá a su candidato a gobernador. Al declinar a su precandidatura, Sonia Mendoza Díaz acusó al Comité Directivo Estatal de favorecer a un precandidato.
Por varias semanas, ante la opinión pública, ese proceso avanzaba sin pena ni gloria o diríase, con más pena que gloria, pero en las entrañas del partido, crecía la discordia alimentada por la ambición.
La diputada, cuya precandidatura mantenía un estatus minúsculo y que por tanto, no tenía más destino sino el de una oprobiosa derrota, decidió sumarse al externo, Xavier Nava Palacios, ambos, con posibilidades limitadas de triunfo.
Esa alianza, implica que la también microscópica corriente del “marcelismo” se ha sumado al proyecto del navista, que solo lo es por el apellido y no por su actuar.
La declinación de Mendoza Díaz era un hecho desde hace un par de semanas, mientras algunos de los más poderosos empresarios, proclives al PAN, se alineaban ya al proyecto del alcalde capitalino con licencia.
Marcelo de los Santos Anaya divulgó un mensaje en video donde pidió el apoyo a favor de Nava, con lo que fue suficientemente claro con quien está el grupo del ex gobernador Marcelo de los Santos Fraga.
La ambición de Nava es tan grande que no ha importado aliarse con quien encabezó un gobierno de excesos y soberbia a la sombra de la corrupción. Una alianza inmoral con un personaje que en su sexenio se apoderó del PAN, lo dividió y destruyó hasta llevarlo a la derrota electoral.
Es tal la desesperación de Xavier Nava que no importan los antecedentes de algunos de los que ahora lo impulsan, empezando por los voraces especuladores del suelo capitalino, quienes se han enriquecido gracias a la complicidad de gobernantes falsamente democráticos.
La estrategia está a la vista: acusar que el proceso interno está amañado por la intervención de la estructura del Comité Estatal, con lo cual, se lastima hasta casi menoscavar la legitimidad del proceso interno, de lo que deriva el choque y la consecuente división, para luego, hacer posible la intervención del Comité Ejecutivo Nacional y que sea éste el que defina.
Y está claro que el CEN del PAN y su líder, Marko Cortés, a quien quieren como candidato es a Xavier Nava.
En lo que eso ocurre, en los veinte días que faltan para la elección del candidato, los precandidatos panistas seguirán dándose hasta con la cubeta, diseminarán chismes y rumores, provocarán pugnas y destilarán veneno y si alguien les pregunta, dirán: “bueno, pues yo no fui”.
Cuando el partido anunció su decisión de que el candidato o candidata a gobernador surgiría de un proceso interno, se sabía que algo iba a pasar y pues ya sucedió: las puertas a la división se han abierto de par en par.
En las dos últimas elecciones de gobernador en San Luis Potosí, el PAN cargó con la derrota porque desde el propio partido maniobraron contra Alejandro Zapata y Sonia Mendoza.
Hace doce años, Sonia Mendoza, junto con Marcelo de los Santos, contribuyó a la derrota de Alejandro Zapata en la elección constitucional y favorecieron al priísta Fernando Toranzo.
Hace seis años, Alejandro Zapata, junto con Octavio Pedroza maniobró contra la diputada, en cuyo caso, el beneficiario fue el hoy gobernador, Juan Manuel Carreras.
Este sábado, al término de la rueda de prensa en la que la panista anunció su declinación, ambos episodios de pugna quedaron en el olvido, pues Alejandro Zapata le levantó la mano, a su ex rival.
Así son en el PAN.
La historia se volverá a repetir.
Pero ese es apenas una parte del problema para el PAN, puesto que el paso siguiente al proceso interno, se desbarranque o no, será el acuerdo al que llegue el ente denominado coalición “Sí, por San Luis” o lo que es lo mismo el PRIAN acompañado de su rémora el PRD y, el invitado, casi invisible, Conciencia Popular
En caso de que el candidato del PAN surja severamente golpeado y desacreditado por lo sucio del proceso interno, entonces el PRI y el gobernador, Juan Manuel Carreras López, podrán tener argumentos suficientes para imponer a un priísta como abanderado de esa ignominia de coalición.
O incluso, les podría orillar a deshacer la alianza para que el PRI, al ver un PAN tan debilitado por la pugna, decida ir solo a la elección, lo cual tiene trazas de ser un auténtico suicidio.
En tal escenario, Carreras y su PRI volverán la vista hacia Morena, pues operar a favor de su candidato, especialmente si se trata de Juan Ramiro Robledo Ruiz, les garantizaría paz, tranquilidad e impunidad.
No se trata solo de lo que pasa en el PAN sino también de las consecuencias que ello traerá consigo en otros frentes.
Por lo pronto, Nava y Mendoza se juntan para ir contra Gama, primero; después, contra Octavio Pedroza. Dos panistas que sí tienen apoyo real entre los ocho mil militantes que van a votar el día diez de enero del próximo año.
Eran siete, luego cuatro y ahora tres, pero la contienda real es entre dos. Lo que sigue para Nava es buscar a Gama, pero el senador con licencia no tiene en mente ceder, así que en la guerra blanquiazul, lo peor está por venir.