Centinela: Gallardía transexenal

Antonio González Vázquez

Ya pasó medio año desde que La Gallardía empezó a gobernar el estado. El tiempo transcurre y de pronto estará a la vista el primer informe de gobierno.

Al corte del primero de doce semestres que componen el sexenio, José Ricardo Gallardo Cardona está en el centro de la opinión pública y es personaje principal de la agenda informativa.

Con ocurrencias o deslices, acaba por estar en boca de todos. Con declaraciones laberínticas o expresiones mal construidas y peor expresadas, consigue provocar la atención y al final se sale con la suya.

Lo de menos es si el suyo es un léxico culto y vasto, eso parece tenerle sin cuidado; se expresa con limitaciones verbales evidentes, pero eso es minucia, resulta incidental porque con todo y la pobreza intelectual que exhibe, logra comunicar sus mensajes.

A diferencia de otros gobernadores, le habla a la gente y está visto que es eficiente. Para dirigirse a la población o si se quiere a sus simpatizantes, no requiere de grandes piezas de oratoria, de discursos doctos ni profundos, sino que apela a la palabra llana y sencilla.

Para algunos, eso deja mucho que desear pues no está a la altura del ejecutivo.

Como sea, el gobernador está sorteando una curva de aprendizaje que se temía, sería incapaz de sobrellevar sin tropezar a cada momento.

El mandatario es un político novato, lleva si acaso diez años en la política, pero parece estar aprendiendo aceleradamente, ya sea movido por la ambición o por un genuino deseo de llegar a ser alguien en el servicio público.

Es evidente que construye una administración centralizada en su persona. Él es el gobierno, él ejerce el mando, él da o quita.

Desde el primer día de la gestión, ha tomado las riendas del poder público con una eficacia política impensada incluso por sus más acérrimos adversarios.

Se dudaba de sus capacidades y habilidades para gobernar el estado, se pronosticaba un gobierno sin rumbo ni destino, una administración encaminada al desastre total. Se preveía el desgobierno, la anarquía, el conflicto y el desencuentro social y político.

En seis meses no se ha visto eso.

Los agoreros del desastre han sido reducidos al mínimo, de modo que los críticos se cuentan con los dedos de una mano. De hecho, había más señalamientos negativos antes de las elecciones, pero desde que es gobernador, quienes antes denunciaban y lanzaban advertencias sobre el infierno que estaba por iniciar, se han quedado callados.

Quienes desde la distancia advertían de la “instauración de un imperio criminal”, erraron el vaticinio.

Desde la perspectiva política, los primeros seis meses de gobierno, se han utilizado para sentar las bases de una administración encaminada a constituirse en catapulta de las aspiraciones futuras del grupo en el poder.

La Gallardía con el gobernador como jefe opera para mantenerse en el poder por un buen tiempo.

Ricardo Gallardo y sus socios, saben lo que hacen.

Así como se apropiaron del Partido Verde, ya lo hicieron con el Partido del Trabajo. Tienen estructura y liderazgos regionales y municipales. Sus redes de operación se han expandido y no se distraen, es como si entendieran que el sexenio es una gran campaña política.

Colocó a su amigo y socio, Héctor Serrano al frente del PT para hacerlo crecer como ala de La Gallardía.

El experimentado ex legislador federal y ex funcionario del gobierno de la Ciudad de México es tan ambicioso como el gobernador. Y llegó a San Luis Potosí para quedarse.

Pero el gobernador no se ha limitado a eso: tiene en puerta una reforma electoral tendiente a reducir al mínimo a la oposición que hoy por hoy vive en medio de la decadencia.

Incrementar de 3 a 4 por ciento la votación de los partidos para mantener su registro, eliminar las diputaciones de representación proporcional; son ejemplo de instrumentos legales en favor de una Gallardía que es la primera fuerza electoral y por lo que se ve, la única con posibilidades de crecimiento.

Más allá del resbaladizo terreno de la administración pública, con sus aciertos o errores, en los primeros seis meses destaca la labor política en el ejercicio del poder público.

En ese sentido, el secretario General de Gobierno, J. Guadalupe Torres Sánchez, ha sido pieza clave para lograr articular a actores políticos y sociales, en favor de la administración.

El gobernador Gallardo lo ha dicho muchas veces: el que hace todo el trabajo es el secretario General.

El mandatario es la voz y el rostro del gobierno, de eso se trata, de potenciar su imagen; el de la brega diaria es Torres Sánchez, quien desde ahora se prepara para la sucesión; es de la absoluta confianza del jefe.

El saldo político en seis meses es contundente: los poderes legislativo y judicial plegados al ejecutivo, los empresarios, entregados también, la oposición, inexistente, los organismos autónomos descentralizados en el ostracismo, la mayor parte de la prensa, dócil con la chequera llena, los alcaldes sumisos y de entre ellos, Enrique Francisco Galindo Ceballos comiendo de la palma de la mano del gobernador.

Probablemente ni el propio mandatario llegó a pensar que políticamente todo caminaría tan bien como ocurre.

El proyecto transexenal ya está en marcha. Tienen la fórmula y saben cómo hacerlo: basta hacer lo mismo que han hecho en Soledad de Graciano Sánchez y ya está.

Se equivocaban quienes afirmaban que el estado no se podía gobernar como si se tratase de un municipio. Los hechos, dicen lo contrario.

Pan y circo, despensas, ayudas sociales, rollos mareadores y cercanía con la gente. No hace falta más salvo ponerle mucho, pero mucho dinero.

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