Antonio González Vázquez
En política la forma es fondo: el sábado 20 de febrero, Mario Delgado Carrillo viajó a Hermosillo, Sonora, para acompañar a Alfonso Durazo en la ceremonia de registro de su candidatura a gobernador ante el órgano electoral.
El viernes 19 de febrero, dos representantes de Morena, acudieron a la sede del Consejo Estatal Electoral y de Participación Ciudadana para solicitar la inscripción de Mónica Liliana Rangel Martínez como candidata al gobierno de San Luis Potosí.
A la candidata potosina, no la acompañó Mario Delgado, ni siquiera el presidente local de Morena, Sergio Serrano Soriano y por si fuera poco, ni siquiera ella se presentó.
En Sonora se manifestó una muestra de fuerza política de un partido unido en torno a su candidato y en San Luis Potosí, ocurrió todo lo contrario. El resultado: una candidatura débil.
Puede ser asunto menor, pero si el fondo es forma, es claro que en San Luis Potosí no se están haciendo bien las cosas, en cuyo caso, hay una responsabilidad compartida entre Mario Delgado, la dirigencia local y grupos que al interior del partido han sembrado una simiente de discordia.
En Sonora, el candidato a gobernador es una figura central de Morena, fundador del partido, cercano al presidente Andrés Manuel López Obrador desde hace muchos años, secretario de Estado en el gobierno de la 4T; es un morenista de cepa.
En contraste, en San Luis Potosí, Mónica
Rangel es externa a Morena, su origen está en el Partido Revolucionario Institucional, en su trayectoria, ha sido burócrata en mandos medios y altos de la Secretaría de Salud en gobiernos del tricolor y del PAN, pues formó parte del equipo de colaboradores de Fernando Toranzo cuando éste fue titular de Salud en el gobierno de Marcelo de los Santos.
En Sonora, el proyecto de gobierno es genuinamente lópezobradorista, mientras en San Luis Potosí hay un tufo a un proyecto transexenal del gobernador Juan Manuel Carreras López.
Hace unos meses, cuando el mandatario estatal y el PRI veían a la doctora Rangel como la mejor opción, la entonces Secretaria de Salud dijo que sí aspiraba, pero que en todo caso, estaba a las órdenes de su jefe, a lo que él dijera.
En el PRI, los grupos afines al ejecutivo se emocionaron y llegaron a creer que ese proyecto se concretaría, sin embargo, no prosperó, pues el escenario, aún con la doctora como candidata, no era el más optimista.
Morena estaba muy adelante en las encuestas y el PRI, en un lejano tercer lugar.
Entonces, a partir de la buena relación política que se había construido con el presidente López Obrador, desde palacio de gobierno se empezó a perder interés por el futuro del PRI y voltearon a ver las opciones en el partido de la cuarta transformación.
Al concretarse la coalición “Sí por San Luis”, el gobernador vio que no estaba nada mal tener un plan B para el año más difícil de un mandatario, que es el que sigue tras dejar el poder. Ir al 6 de junio por dos caminos, era asegurarse su futuro, tal y como hizo en su momento Marcelo de los Santos Fraga.
La afinidad política y partidista no se da por ponerse un chaleco guinda, tampoco si se intenta infructuosamente de apropiarse de un discurso que es ajeno y menos, si alguien súbitamente se dice adepto a una ideología de la que nunca ha abrevado.
La fraseología barata utilizada en el discurso de la doctora Rangel para intentar convencer que es una más de la cuarta transformación, ha resultado inútil. No ha logrado despojarse del logo oficial del gobierno de Carreras que prometía llevar a los potosinos a una prosperidad que aún está pendiente.
Algo semejante ocurre con Francisco Xavier Nava Palacios.
El domingo 14 de febrero, en la Ciudad de México, Mario Delgado presentó al edil capitalino con licencia como virtual candidato de Morena a la presidencia municipal de San Luis Potosí.
La forma es fondo.
El presidente nacional de Morena presentó a Nava como precandidato y de manera simultánea, el partido lo rechazó por tratarse de una imposición, además de vulnerarse el principio de equidad que la dirigencia nacional debería mantener. Si presentó a un precandidato, debió hacer lo mismo con los demás.
Y como la forma es fondo, los precandidatos, Enrique Rivera Sierra y Vicente Domingo Hernández, al ver que la presentación de Nava tenía todos los atributos de una imposición centralista, se pronunciaron de inmediato.
Los grupos de apoyo de ambos precandidatos son de los fundadores del partido en San Luis Potosí, son auténticos lópezobradoristas y dicho sea de paso, son de lo más aguerridos y combativos de lo que Mario Delgado y Xavier Nava se puedan imaginar.
No es una buena idea tenerlos en contra, más si éstos tienen la razón de su lado. Una de esas razones, es que no se pueden permitir que un enemigo de la 4T sea hoy probable candidato a una alcaldía, en la que se han cometido tantos agravios contra movimientos afines a López Obrador y Morena.
Mario Delgado debió estar en el limbo cuando presentó a Nava, a sabiendas de que éste apoya a los empresarios voraces que se proponen apropiarse de 20 mil hectáreas de la Sierra de San Miguelito, para hacer negocios millonarios.
El presidente del partido debería saber que Enrique Rivera Sierra es parte de una serie de grupos opositores a ese proyecto del envilecido empresariado potosino. El rechazo a Nava fue absoluto y no van a permitir que sea candidato a partir de una línea desde el centro.
Nava Palacios fue diputado federal por el PRD e hizo campaña con Ricardo Gallardo Juárez cuando éste compitió como candidato a la presidencia municipal capitalina. Hay un extenso testimonio periodístico del que destacan imágenes de Nava al levantarle la mano a Gallardo Juárez.
Fue gallardista, eso es algo que no se puede negar ni ocultar.
Luego, fue candidato del PAN a la alcaldía y ganó. Hoy es presidente municipal con licencia de un gobierno de Acción Nacional, lo cual no le importó a Mario Delgado cuando le abrió las puertas del partido al anunciar su postulación como precandidato.
Si bien, Nava no es militante del PAN, gobierna bajo las siglas e ideas de ese partido, por lo cual resulta ser un contrasentido que ahora se le pretenda hacer ver como un aliado más de la 4T.
Ambos casos, el de Rangel y el de Nava, tienen hoy a Morena en un problema difícil de resolver.
Puede ser que sean pocos los morenistas que reclaman y se sienten agraviados por Mario Delgado, pero son inconformidades surgidas de acciones donde las formas de la buena política no se siguieron.
El partido no está en crisis, pero si está la percepción de que en Morena se están haciendo cosas como las acostumbran en otros partidos.
Del anquilosado dedazo priísta a la imposición morenista no hay gran diferencia, es por eso que las reacciones han sido dramáticas, inéditas y contundentes. El encontronazo de los lópezobradoristas con Mario Delgado sigue vivo y sus consecuencias son insospechadas.
Pese a ello, la dirigencia nacional poco hace por destrabar el conflicto en los dos frentes, el de la gubernatura y el de la alcaldía. Mientras se da solución al diferendo generado por Mario Delgado, se tiene una candidata debilitada que aún mantiene su aroma tricolor y un precandidato que aunque se apellida Nava, ni los propios navistas lo quieren.
De no ser porque la candidatura de Octavio Pedroza por el PRIANRD sigue tan gris, como desde que se formalizó, Morena estaría ya escribiendo su epitafio.