Antonio González Vázquez
El primer mes del gobierno estatal y ayuntamientos ha sido muy útil para que se entere a la sociedad de lo mal que se hacían las cosas. No hay nada o casi nada que rescatar, han sembrado la idea de que era el caos.
Al desorden se suma la indolencia, omisiones, incapacidad, ineficiencia, errores y la probable corrupción.
El gobernador y el alcalde de la capital han sido prolíficos en señalar el desbarajuste que recibieron de sus antecesores.
A su modo, José Ricardo Gallardo Cardona y Enrique Galindo Ceballos han descrito el panorama de desorganización y desgobierno que ahora mismo se proponen enmendar.
Sus antecesores no gobernaron a oscuras; tenían un documento legal en el que se plantearon estrategias, visiones, objetivos y planes, pero las críticas que han venido haciendo, hace pensar que en los hechos no había planes sino desorden.
Durante los primeros meses de cada administración, el gobernador y los alcaldes tienen la obligación legal de integrar sus planes de desarrollo para el estado y municipios, lo cual supone la existencia de algo que marca el rumbo.
Se instalan Comités de Planeación del Desarrollo que se encargan del diseño del Plan de Desarrollo Estatal; en los municipios, se hace lo propio. Luego convocan públicamente a participar.
Los integran representantes de la sociedad y de los sectores productivos y públicos, académicos y más.
Se instalan mesas de trabajo y se abre el debate; se reciben propuestas de la ciudadanía, se presentan diagnósticos de las principales problemáticas, se postulan proyectos y programas de obra, se definen acciones.
Por municipios y regiones, se abren mesas al público para hablar de los problemas locales y regionales. El objetivo es que todos definan el plan a seguir en el sexenio y el trienio.
Tras meses de trabajo, presentan los planes en el Congreso del Estado y ante la sociedad.
Los documentos toman forma en lujosas impresiones de libros, así como en versiones electrónicas en los que se puede encontrar aquello que se planificó para beneficio de las y los potosinos.
Juan Manuel Carreras López tuvo su plan y Francisco Xavier Nava Palacios también, aunque ahora nos dicen que todo era desorden y mal gobierno.
En el Plan Estatal de Desarrollo se define el futuro de San Luis Potosí, el problema es que su contenido suele ser una extensa lista de anhelos irrealizables.
En las páginas de los planes se presentan fórmulas y estrategias que resuelven todo, aunque en la práctica no suele ser así.
Por ejes temáticos, exponen antecedentes del problema, se presenta un diagnóstico situacional, se precisa una estrategia de solución y se exponen objetivos y metas a cumplir.
El contenido es impecable e irrefutable, es un esbozo del mundo feliz que nos depara el Plan.
Lástima que al paso de los años nunca llegará ese mundo perfecto.
La ofensiva pobreza seguirá presente, la amenaza de los criminales también; la desigualdad crecerá, el rezago económico en regiones y comunidades avanzará y después, de nuevo, a volver a empezar.
En abril de 2016, Juan Manuel Carreras López presentó el Plan Estatal de Desarrollo 2015-2021, cuya síntesis era: “Un San Luis Potosí próspero, incluyente, sustentable, seguro y con buen gobierno”.
Entre otros objetivos del Plan: “Contar con un desarrollo equilibrado y las instituciones de seguridad y procuración de justicia que merecemos con pleno respeto a los derechos humanos”.
“Los potosinos, juntos crearemos las oportunidades de desarrollo y enfrentaremos los retos que tenemos en pobreza, rezago educativo, infraestructura y seguridad”, dijo.
Y habló de objetivos y metas para alcanzar la “anhelada” paz y tranquilidad social con “instituciones públicas capaces y profesionales… los potosinos lo vamos a hacer y lo vamos a lograr”.
No fue así.
Vivimos el sexenio más violento de la historia; el Plan no funcionó.
Pronto habrá Plan Estatal de Desarrollo 2021-2027 y de nuevo, en el papel, habrá suficiente para asombrarse, solo que del dicho al hecho, hay un largo trecho.