Centinela: “Vivir sin miedo” ¿después de 18 años de terror?

Antonio González Vázquez

Cualquier candidato a un cargo de elección popular promete al electorado bajarle la luna y las estrellas. Ofrecen incluso lo que a nadie se le ha ocurrido.

Prometen de todo, así se trate de causas imposibles. La demagogia disfrazada de compromiso social: la promesa es moneda de cambio por el voto.

Enumerar aquí cuantas promesas hicieron los candidatos participantes en el proceso electoral del 6 de junio, resulta inútil pues fueron tantas que podrían llenar un camión recolector de basura.

En ese tenor, el candidato se dedica por entero a prometer que hará esto y aquello, lo de más allá y lo de más acá, lo de abajo, de arriba, de atrás y de en medio, de modo que al finalizar su campaña, el listado de promesas será tan extenso como una enciclopedia.

Pero la cuantía de promesas es lo de menos, lo grave estriba en el hecho de que hacer realidad algunos de los ofrecimientos es semejante a hacer llover pan del cielo.

Entre la mar de compromisos del ahora gobernador electo, José Ricardo Gallardo Cardona, destaca uno por la relevancia que comporta: “vivir sin miedo”.

No fue solamente el lema de su campaña, sino que representa el compromiso número uno para su administración. Es la piedra angular de su propuesta de gobierno.

San Luis Potosí sufre el agobio de la delincuencia y desde hace muchos años no se encuentra salida del infierno.

Las atrocidades sin fin tienen a los potosinos en una prolongada zozobra. El miedo está a flor de piel; ocho de cada diez ciudadanos se sienten inseguros en la capital y durante el sexenio suman al momento más de tres mil ejecutados.

Ofrecer a la sociedad, “vivir sin miedo”, es entonces algo que tiene mucho sentido; se anhela vivir con tranquilidad y en paz.

La seguridad física y patrimonial de los ciudadanos está en constante peligro, el riesgo es permanente desde hace ya largo tiempo. Casi en dos décadas, nadie ha sido capaz de lograr que eso de “vivir sin miedo” se haga realidad.

De manera más notoria, los ex gobernadores Marcelo de los Santos Fraga y Fernando Toranzo Fernández, fracasaron rotundamente en la intención de contener  la delincuencia.

El gobernador saliente, Juan Manuel Carreras López, a su vez, también ha fracasado y de hecho, su sexenio significó un repunte inusitado de la inseguridad, sobre todo, en el caso de los homicidios dolosos.

Desde hace más de una década cuando el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa emprendió la guerra contra los carteles y demás organizaciones delictivas, México entró en una espiral de violencia y muerte sin fin.

Las estrategias federales y locales no funcionaron y las que aplican hoy, tampoco, pese a que todas las instituciones públicas están volcadas en la idea de pacificar a la nación y a nuestra entidad.

El ejército, la Marina, la Guardia Nacional, la Policía Federal siguen en las calles y se les han sumado corporaciones locales del ámbito estatal y municipal: no han podido con la tarea.

Generales, comandantes, coroneles, comisarios, presidentes, gobernadores, secretarios y jefes han sido incapaces de frenar a los criminales que siembran terror en colonias, comunidades, caminos desolados, carreteras, ciudades y capitales.

Corporaciones a nivel estatal y municipal, han sido entregadas a militares retirados de distintos rangos y fracasaron.

Esas corporaciones se han nutrido de personal egresado de academias y se ha avanzado, aunque lentamente, en su equipamiento. Además, se han mejorado los salarios, pese a lo cual siguen siendo remuneraciones raquíticas. De nada ha servido.

Se trata de un fenómeno muy complejo y para ser realistas, que no pesimistas, es imposible de resolver.

“Vivir sin miedo” ha sido simplemente una promesa de campaña creada para atraer la atención y sumar votos. Es una frase, una idea y al mismo tiempo, una ocurrencia.

Durante la campaña y hoy, tres semanas después de las elecciones, no se ha informado nada sobre cómo se lograría “vivir sin miedo”. La creación de un símil de la Guardia Nacional a nivel estatal significa poco menos que nada.

Pagar más a los policías, como se ha dicho, tampoco parece ser algo que vaya al fondo de tan grave problemática.

Anunciar que llegará un militar a encabezar la Secretaría de Seguridad Pública, es más de lo mismo.

El presidente Andrés Manuel López Obrador se reúne todas las mañanas con su Gabinete de Seguridad para conocer el estado de cosas al momento en materia de seguridad, tiene a miles de elementos de la Guardia Nacional distribuidos en el país y en San Luis Potosí.

Afirma el mandatario que hay coordinación con todos los gobernadores y que la estrategia es la correcta.

La realidad es que la incidencia delictiva no disminuye, sino que por el contrario, en el caso de los delitos de alto impacto, éstos crecen y San Luis Potosí no es la excepción.

El gobernador electo podrá tener muy buenas intenciones, pero si López Obrador no ha podido, ¿por qué debemos creer que Ricardo Gallardo sí?

Como la promesa solo alcanza utilidad en las urnas, una vez que se llega al gobierno, se convierte en obstáculo insalvable y es entonces que deviene la insatisfacción generalizada, la protesta y con ello, se inicia el desgaste del gobierno.

“Vivir sin miedo” es ofrecer bajar la luna y las estrellas. Es decir, es una promesa irrealizable.

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