Carlos Rubio
Aunque es notable la disminución de personas paseando en el Centro Histórico y en los centros comerciales, menos tráfico, la ausencia de niños y adolescentes que acuden a la escuela y varios negocios cerrados, la pregunta que me viene a la mente es: ¿será suficiente? Quizás sí, pero a la vez no. Las medidas tomadas hasta ahora serán suficientes en tanto todos las acaten, más adelante un peor escenario podría significar que aquí en México no estamos listos para seguir recomendaciones.
¿Qué ha cambiado en San Luis después del primer día de la Jornada Nacional de Sana Distancia? Caminando a medio día y cuidadosamente por la plaza El Dorado, se puede notar que en algunas entradas hay gel antibacterial –algunas, no todas– quizás el virus sólo entra por la puerta principal. La plaza tiene un flujo considerable de personas, suficientes para notar que es lunes y apenas son las 12 del día. Entonces sí, hay muchas para ser una contingencia.
Junto a la plaza está el supermercado Chedraui, donde también hay algo de gel antibacterial en la entrada. Considerablemente vacío. En la farmacia no hay gel antibacterial, la encargada dice que está agotado desde hace dos semanas y no hay fecha prevista para que les surtan. Tampoco hay paracetamol; la semana pasada la Organización Mundial de la Salud recomendó usar paracetamol en lugar de ibuprofeno para combatir los síntomas del coronavirus, y el paracetamol voló…
Los empacadores se han ido, medida adecuada considerando que en su mayoría son personas de la tercera edad, uno de los grupos de mayor riesgo en esta pandemia, pero, ¿qué fue de ellos? ¿Cómo sobrevivirán? No hay respuesta por parte de la encargada de cajas.
La mayoría de los negocios en El Dorado están abiertos y los que están cerrados tienen una hoja pegada en la puerta avisando a la clientela que su nuevo horario –por la contingencia– será de 12 del mediodía hasta las ocho de la noche; esto debido a una circular que llegó hasta los arrendatarios de los locales el pasado 22 de marzo por parte de la gerencia de la plaza, en la que se avisa:
Con el fin de facilitar la rotación de personal así como plan de contingencia ante el COVID.19, le informamos por este medio que se habilita un horario especial de apertura de locales de las 12h a las 20h, desde hoy 22 de Marzo y hasta el 6 de abril.
Como si el virus no contagiara de las 12 horas hasta las ocho de la noche, pero hasta ahí todo bien, es un comienzo. La molestia por parte de los arrendatarios se encontró en el penúltimo párrafo:
Por ultimo, recordarle la obligatoriedad por contrato de operar durante todos los días en el horario estipulado.
Dicha oración significó para uno de los arrendatarios, quien prefirió guardar su identidad, lo siguiente: “Primero sí mucha consideración con el cambio de horario y al último fue un ‘me vale madre que te contagies y contagies a otros, abres porque abres’. Fue innecesario poner eso, todos ya lo sabemos y estamos comprometidos, pero lo sentimos como una amenaza”.
En la Plaza Tangamanga la situación fue algo distinta; una plaza bastante vacía y desierta para el medio día, será el lunes o será la plaza, pero había menos de 30 personas caminando sin rumbo por ahí. Dentro de los negocios la mayoría de quienes atendían tenían cubrebocas y no había más de una persona laborando por local. Ahí sí, en cada entrada había gel antibacterial.
Al lado, en Soriana, tampoco hay gel antibacterial, según el encargado de farmacia desde hace tres semanas que no hay y tampoco hay fecha para que sea abastecido.
–Pero sí hay alcohol–, me dice la persona que atiende, sugiriendo que puedo fabricar mi propio gel.
Pareciera que todas las personas llevan el mismo carrito, pues llevan las mismas cosas y siguen un ritual similar: se paran frente a los anaqueles y analizan si les será necesario, si van en pareja, discuten la importancia del producto, si deciden que sí lo es, se llevan más de dos. Entre lo que se llevan se encuentran: productos para la limpieza de la casa, muchos. Carne, en exceso. Pasta de dientes, para cepillarse un año. Y, por supuesto, un sutil toque de papel de baño, no menos de ocho rollos, pero no más de 12 para que no se note el pánico interior.
Pareciera obligado pasar a la farmacia a preguntar si hay gel, aunque desde que se comienza a caminar hacia los estantes ya se imagina uno la respuesta, un rotundo no.
No hay más de cuatro cajas abiertas, pues no hay mucha gente que atender. Cada cajero tiene un trapo y un atomizador para sanitizar continuamente su espacio de trabajo. Los empacadores también se han ido de aquí y según la encargada de cajas, en cada una se colocó un deposito para dinero en el que los clientes pueden dejar lo que gusten para donación a los empacadores y por cada peso, la empresa dará uno más.
Ahora la plaza San Luis. Un poco desolada, otro poco desierta, pero con una que otra persona que vaga entre las tiendas de ropa, buscando un vestido, una camisa o un pantalón. Aunque el Gobierno de México recomendó sólo ir a tiendas para comprar productos de primera necesidad, parece que la compra de un portarretratos de Sanborns no podía esperar.
En el área de comida ya han quitado la mitad de las sillas y mesas para que haya más espacio entre ellas. Parece que todos los negocios alrededor están dispuestos a abrir, esperando que alguien desee sentarse a comer en medio del caos.
Sólo dos negocios de accesorios han decidido cerrar temporalmente; en sus puertas hay un aviso en el que llaman a la responsabilidad social para evitar propagar el virus y que este martirio termine. Ojalá.
En las tres plazas visitadas había elementos de la Guardia Nacional, sin embargo, al cuestionar si su presencia estaba relacionada con la contingencia, respondieron que no, que era simple vigilancia diaria que se hace en las plazas.
Los golpes de realidad llegan luego de ignorar una clara advertencia. Ojalá la menor cantidad de gente salga golpeada en esta pandemia, aunque por el trágico panorama en otros países, cualquiera podría afirmar que México no será la excepción.
Por último, durante esta pandemia valdría la pena recordar lo que le dice Gustavo Cerati a su madre al cantarle Té para 3: No hay nada mejor, no hay nada mejor que casa.