Óscar G. Chávez
La ciudad de aprendizaje nada enseña al alcalde, quien al igual que su antecesor en el cargo y que el propio gobernador, no escuchan otras voces que no sea la de ellos; de nada sirven asesores (de entre los aviadores que luego acaban demandando laboralmente), ni consejos y concejos ciudadanos, comisiones, juntas vecinales y opiniones de especialistas.
Ni al caso la enorme placa (de tamaño muy similar al ego del alcalde) descubierta el pasado mes de julio en el jardín de San Francisco; del gasto ni hablar porque aunque placa y nombramiento no fueron gratis, el cargo fue directo al erario municipal.
De la ciudad patrimonio nada qué decir, porque no patrimonio sino botín es para todos los políticos inescrupulosos que integran el gabinete municipal. Lo histórico ni referencia merece porque, se sabe aunque lo escondan, presentarlo como patrimonio de la humanidad es uno de los más grandes fraudes culturales que se han presentado a los potosinos. Propuestas van y gastos vienen, pero ninguno de ellos representa una mejora verdadera para la ciudad.
Viene al caso aquella puntada en tiempos de papá Gallardo cuando pretendieron colocar postes de acero inoxidable timbrados de luces burdeleras, para marcar la ruta de la Procesión del silencio. De un mes para acá, sobre las principales calles del centro y la plaza de armas, se tienden por largos tramos unas espantosas tiras de goma que algo acabarán indicando según alguna nueva ocurrencia del alcalde. ¿Lo autorizaría el Instituto Nacional de Antropología e Historia?
De aquellos sólo quedaron las perforaciones, que nunca repararon las administraciones siguientes, de esta sólo quedarán los chipotes sobre las baldosas.
Y todavía le falta a nuestra ciudad la designación de ciudad creativa, por la que posiblemente no haya necesidad de pagar porque para nuestra buena suerte gracias a las puntadas del alcalde y su séquito de intelectuales orgánicos y faltos de materia gris, seguro la otorgarán de inmediato. ¿Cómo les alcanza el día para pensar en tantas payasadas?
Primero fue el recogedor de plata, que tuvo que ir a recoger a España, suponemos que lo habrán guardado con triple chapa en alguna vitrina de vidrios blindados que adorna la dirección de aseo público. Pero nunca supimos si ya que andaba en esos bretes le entregarían también la escoba de platino o la jerga de seda; todas de mucha utilidad porque la ciudad deja mucho que desear.
Conveniente será que también consiga las denominaciones de ciudad segura, ciudad verde, ciudad pavimentada, capital de la movilidad, pueblo de la limpieza y, el más necesario, ciudad libre de políticos gandallas, fanfarrones y apocados. Un poquito como él, pero los dos primeros sólo frente a la ciudadanía y el otro frente a su amigo el gobernador.
Por más títulos, nombramientos, denominaciones, certificaciones y reconocimientos en los que gaste el alcalde (que mucho me acaban recordando a doña Socorrito Blanc Ruiz, organizándose fiestas y homenajes) cada que se los propongan o se le ocurran, éstos de nada servirán porque no existe un interés real en la ciudad ni en sus habitantes. El último ejemplo lo tenemos en su obstinación por levantar un prometido pero todavía no realizado puente antipeatonal sobre Cordillera de los Alpes sin escuchar las verdaderas necesidades de los peatones y ciclistas; el desentendimiento del alcalde hace unos días costó la vida a una mujer de la tercera edad. De cómo diversas direcciones municipales privilegian los automóviles sobre los camellones y espacios anteriormente verdes y arbolados no sólo en Sierra Leona sino también en otras calles, habrá que escribir en otra ocasión. Porque eso también ocurre en esta ciudad, capital de la sordera y la ceguera municipales. ¿Y quiere ser gobernador?
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.