Por Victoriano Martínez
Si ha sabido del maltrato que se da a los adultos mayores en las oficinas de la delegación de la Secretaría del Bienestar o le ha tocado ver la larga fila que deben padecer frente a las oficinas de Telecom para lograr obtener los recursos del Programa para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores, seguramente pensará que alcanzar ese objetivo es una verdadera hazaña.
No obstante, para cada adulto mayor, sea hombre o mujer, en silla de ruedas o con andar cansado, solo o acompañado, la hazaña propia –que le puede llevar semanas– puede variar mucho pero al final es tal, por los grandes obstáculos que los funcionarios de la delegación de la Secretaría del Bienestar les ponen.
Jesús Piña Fraga, precursor del ejercicio del derecho de acceso a la información pública desde 2002 –incluso antes de que surgiera la primera ley de transparencia en el estado–, a sus 72 años vivió esta semana la aventura de lograr cobrar el apoyo del Programa para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores.
El lunes muy temprano se presentó en las oficinas de la delegación de la Secretaría del Bienestar y se encontró lo que todos los beneficiarios de ese Programa: una larga fila que los llevaba a toparse con servidores de la nación cuyo función real –al menos por el resultado– era desincentivar a quienes se presentaban para desistieran del trámite y regresaran a sus casas.
La falta de un papel, la exigencia de una identificación, o cualquier otro pretexto, les era cantado como la primera prueba a superar y con la que un gran número de adultos mayores se veía obligado a regresar a su casa. De nada le habría servido a muchos el taxi que pagaron de ida, porque ahora lo tenían que pagar de regreso… y con las manos vacías.
Piña Fraga se armó con cuanto papel le pudieran requerir para el trámite y se presentó nueva cuenta el martes muy temprano. Ahora fueron los pretextos de la sana distancia, de las medidas sanitarias y otros no pronunciados por los que le impidieron el paso. “Son los maltratadores de los adultos mayores”, así describió a los servidores de la nación.
Pidió hablar con Leonel Serrato, delegado regional de los Programas Integrales para el Desarrollo, y tras informarle que aún no llegaba a la oficina, ante su insistencia de pasar a esperarlo, escuchó sorprendido la razón por la que no podía ser atendido por el funcionario: dio la instrucción de no dejar pasar adultos mayores a su oficina por temor a que lo contagiaran de algún mal.
Su aversión a los adultos mayores no es nueva. Baste recordar el video de un discurso que pronunciaba en las mismas instalaciones de la delegación en el que se ve a una ancianita preguntar algo con insistencia, la que provocó la reacción de Serrato, quien la calificó de terca y ordenó que la atendieran hasta el final.
Piña Fraga solicitó entonces una entrevista con Gabino Morales, el superdelegado. Fue informado de que no era seguro que ese día asistiera a la oficina porque no es muy regular su presencia ahí, además de que –cuando se presenta– siempre es muy tarde, después del mediodía. Poco faltó para que le dijeran que trabaja a control remoto.
En el segundo día de su aventura, Piña Fraga se retiró de la entrada principal de la delegación de la Secretaría del Bienestar, se fue a caminar al Parque Tangamanga II y sus pasos lo llevaron a la parte posterior de la sede de la dependencia federal. Vio que sólo una cerca que no le representaría mucha dificultad saltar lo separaba de las oficinas donde tendría que ser atendido.
Con sus 72 años de edad encima, trepó un árbol y saltó al otro lado de la cerca, caminó por el área de los baños y accedió a las oficinas sin que nadie se percatara sobre la forma en que logró llegar hasta ahí. El trámite no tardó mucho y finalmente obtuvo la orden de pago, pero no le dijeron dónde podría cobrarla.
Piña Fraga consiguió el número de celular de Leonel Serrato, le envió un mensaje para pedirle audiencia para denunciar lo ocurrido y, sobre todo, para preguntarle a dónde podría acudir para hacer efectiva la orden de pago. No obtuvo respuesta. Debió ser por conocidos que supo que tendría que ir a las oficinas de Telecom.
Informado sobre la aglomeración de adultos mayores, Piña Fraga llegó a las oficinas de Telecom a las tres de la mañana de este miércoles. Para su sorpresa ya había tres personas formadas. Para las ocho de la mañana, cuando se abrieron las oficinal, la fila recorría Universidad, daba vuelta por Lerdo de Tejada y casi llegaba hasta la calle Primera de Mayo.
A Piña Fraga le tocó enterarse de casos en que acuden a formarse desde la una de la mañana, pudo ver como los nietos de los beneficiarios comienzan a llegar desde las tres de la mañana para formarse y a partir de las ocho de la mañana son relevados por sus abuelos que, a pesar de esa maniobra, de todos modos padecen horas de espera.
Ya había logrado la hazaña pero le quedaba una espinita: denunciarle directamente a Leonel Serrato la situación de maltrato a los adultos mayores. Se dirigió a las oficinas de la delegación y, para su sorpresa, Serrato se encontraba en la puerta y atendía a algunos adultos mayores.
Por mensajes de Whatsapp se pusieron de acuerdo para que lo atendiera ahí mismo en la puerta. Era claro que Serrato aparentaba lo que un día antes los servidores de la nación le plantearon a Piña Fraga como algo muy poco posible.
“Fui rápido y furioso… le denuncié que me brinque para obtener la orden de pago y se quedó muy serio…pero fue rápido y me retiré… Me confundía con mi hermano que fue su maestro en la Facultad de Derecho”, contó Piña Fraga.
Lamentó la desorganización en la delegación de la Secretaría del Bienestar y lanzó una pregunta retórica: “¿Cómo uno quiso ser presidente municipal y el otro anda que quiere ser gobernador si no son capaces de organizar esto, que por su incapacidad tanto se les falta al respeto a los adultos mayores y los maltratan tan feo?”