Texto: José de Jesús Ortiz
Entrevista: Victoriano Martínez
La señora Concepción Calvillo Alonso falleció este domingo a los 105 años de edad. Compañera del doctor Salvador Nava Martínez a lo largo de su vida, fue parte esencial de la lucha por la democracia en México en un contexto de cerrazón y autoritarismo del viejo régimen. Acompañó y apoyó la lucha en contra del cacicazgo de Gonzalo N. Santos en la década de 1950, vivió la represión sufrida por el navismo en 1961 y 1963, y el encarcelamiento del doctor Nava en Lecumberri. Participó también en las batallas en los años 80’s y 90’s en contra del fraude electoral.
En 1994, con el alzamiento indígena en Chiapas, fue parte de la Comisión Nacional de Intermediación para la negociación de la paz entre el zapatismo y el gobierno federal, junto al obispo Samuel Ruiz García y Pablo González Casanova, entre otros representantes de la sociedad civil. En todos estos años, apoyó diversos procesos sociales como la lucha en Cerro de San Pedro en contra de la Minera San Xavier o el movimiento por la paz encabezado por Javier Sicilia.
En 2008, el periodista Victoriano Martínez y Hugo Stevens, del Frente Ciudadano Anticorrupción, tuvieron una serie de entrevistas con ella para una investigación sobre el navismo. Una parte sustancial de aquellos diálogos se transcribe a continuación.
Sobre el rector Manuel Nava Martínez y la UASLP
Con el doctor Manuel Nava Martínez al frente de la rectoría de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí inicia la resistencia en contra del cacicazgo de Gonzalo N. Santos, hombre de horca y cuchillo. Con él como rector, un grupo de profesionistas (en su mayoría médicos) comienzan desde la Universidad lo que será el germen del navismo. De aquellos años, Concepción Calvillo recordaba el apoyo a los jóvenes y lo que significó el cierre de la Facultad de Humanidades creada en 1955.
Una universidad que no tiene escuela de Filosofía y Letras, es una universidad sin brazos sin piernas, sin algo, ¿verdad? Le costó muchísimo trabajo, pero traía profesores de México, estaba Ramón Alcorta. Era la ayuda que le daba Meme (Manuel Nava Martínez) de conseguir personas aptas para hacerse cargo, hay muchos que se vinieron a quedar aquí ya.
Entonces la escuela de Filosofía y Letras la cierran poco después de que muere Meme, que porque era un semillero de comunistas y la cierran, por eso desde entonces la universidad está cerrada. En todas las universidades, aun las privadas, se abren cuando van a dar alguna conferencia políticos de otra idea, de otra manera de pensar y la Universidad (Autónoma de San Luis Potosí) no. Cuesta muchísimo trabajo, porque creen que van a perder, pues será su autonomía, no sé (…) Ya hicieron de Historia, de Antropología, de varias ciencias, pero el hecho de ponerle Facultad de Filosofía y Letras, que es la que abre y crea maestros esa no.
Manuel tenía mucha fe en los jóvenes y decía que la preparatoria fuerte es la que hace que el profesionista sea también fuerte, porque la prepa hace que se les abra el mundo de las diferentes ciencias y ya de ahí puede elegir a donde se quiera ir el joven.
Carlos Salinas de Gortari y la relación con el doctor Nava
El doctor Salvador Nava Martínez conoció a Carlos Salinas de Gortari cuando éste se desempeñaba en la Secretaría de Programación y Presupuesto. En 1990, cuando Nava se encontraba internado en el Instituto Nacional de Nutrición por un cáncer, recibió la visita de Salinas. La memoria de Conchita Calvillo seguía intacta, fresco el recuerdo pese a la distancia del tiempo.
La última vez que Chavo (Salvador Nava Martínez) estuvo enfermo y que estuvimos en el Instituto Nacional de Nutrición, al llegar a Nutrición, creo que al día siguiente, hablan por teléfono y contesto yo. Nutrición es un hospital-escuela, por lo tanto, cuando entra el médico a ver al enfermo entra con ayudantes. Muchas veces, pues a uno le gustaría que fuera el médico solo, pero no, uno ya sabe que tiene que aceptar esas reglas. Estaba el doctor que lo iba a examinar con varios doctores, cuando suena el teléfono y me dice la enfermera: ‘Señora, quieren hablar con el doctor (Nava). Tomo el teléfono y me dicen ‘soy Carlos Salinas de Gortari señora, ¿cómo está el doctor?, ¿puedo hablar con él?’. Le dije ‘está mal señor’, me dio no sé qué decirle delante de los doctores ‘te habla el señor presidente’, como que no me parecía, pero le dije ‘Hijo te habla el señor presidente de la negociación’. Y me dijo, ‘dame el teléfono’. Le di el teléfono y le contesta: ‘Sí señor presidente, estoy bastante enfermo, malo, yo creo que ya tendrá menos problemas. Muchísimas gracias por su atención, hasta luego’. Y colgamos.
Después, todo el tiempo que estuvimos ahí, la secretaria (de Salinas) que nunca se me olvidará su nombre, Lupita, hablaba constantemente para preguntar por la salud del doctor, entonces yo le decía ‘está mejor’ y así como cinco meses (…)
Un día va el doctor, estábamos Pedro mi hijo y yo y dice:
—Por favor, les pido que se pasen a la terraza.
—¿Por qué -le dije yo- ¿qué va a pasar?, ¿va a venir algún doctor?
—Pásenle señora.
—Ok, nos pasamos a la terraza.
Y vi que el hospital se quedó quieto, como que no había movimiento y nos quedamos con el doctor que nos pasó a la terraza. Era cuando el doctor Nava estaba mal, cuando recibía la quimioterapia se ponía mal. De repente escuché atrás de mí, que me decían:
—Señora, ya lo vi, se va a aliviar y hay que cuidarlo y todo va a salir bien.
Era Salinas, ya le conocía la voz y le dije ‘claro, se va a aliviar’.
—Entonces lo va a cuidar.
—Claro, señor presidente.
—Muchísimas gracias.
Y eso pasó, pero habían cerrado las puertas del hospital, habían cerrado el elevador, nosotros no nos habíamos dado cuenta. Y me dijo ‘aquí estaremos al pendiente de su salud’. La última vez que hablé con Lupita le dije ‘ya nos vamos, muchas gracias por todas sus atenciones, el doctor ya está bien’.
El doctor realmente en esos días estaba mal, no platicaba mucho (…) este señor no era enemigo, era el presidente. El doctor nunca reflejaba que tuviera algo con alguna persona, a todo mundo lo trataba con educación, con atención.
Ese encuentro con Salinas fue antes de la campaña para gobernador (1991).
No fue esa la primera plática que tuvo con Carlos Salinas, ya lo conocía porque había estado en un puesto con el anterior presidente, en la Secretaría de Programación y Presupuesto. Alguna vez Chavo había ido a conseguir dinero para el Ayuntamiento, ahí debe haber tenido el primer encuentro con Salinas de Gortari cuando estaba en Programación y Presupuesto.
Cuando dan al doctor de alta, está libre y vamos a ver al oncólogo, pero le dice que ojalá se animara a tener otro periodo de sesiones (quimioterapia) como para reafirmación. A él en ese momento le dan luz verde para que se venga a su casa y por supuesto él no pensaba en nada de volver a seguir en un puesto político. Ya ahí en la casa de mi hijo Pedro comenzaron a llegar recados, visitas, incluso fue Fausto Zapata porque Chavo había hablado con él en otras veces, cuando había estado como periodista me imagino. Fue a saludarlo, así como iban a saludarlo otros, como Mahbub (Víctor, subsecretario de Comunicaciones y Transportes, en el sexenio de Salinas), personas así que lo iban a saludar allá de México”.
***
Con Carlos Salinas, el doctor Nava tuvo un siguiente encuentro algunos días antes de fallecer, en mayo de 1992. Salinas lo visitó en su casa, en la calle de Arista. Horas después, ahí mismo estaría el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, con quien el doctor mantenía una relación amistosa, de respeto mutuo.
Habló por teléfono el presidente y le dijo que quería venir a saludarlo. El doctor ya sabía que tenía sus días contados, sabía que tenía un mes. Mis hijos iban y venían, los que estaban fuera y los que estaban aquí, pero de hecho casi todos estábamos aquí. Él quería que ese mes lo viviéramos normal, pero claro que no lo íbamos a poder vivir normal. Todo el día recibía recados, todo el día venía la gente y le dejaba recados. El doctor nos había dicho que visitas pues no (…) Cuando él (Salinas) dijo que venía, el doctor me dijo:
—Mira, que se vayan todos, que se quede Chavo (Nava Calvillo). Salinas venía con su doctor, siempre viajaba con su doctor, que era un joven que había sido muy amigo de Carlos Nava, se habían encontrado en Rochester. Ahí cuando a los muchachos no les llegaba la beca la pasaban muy duro y él con sus niños había pasado días en casa de Carlos… ya antes había venido este joven y le dijo al doctor:
—Doctor le traigo un recado del señor presidente, que a dónde quiere irse a curar, yo estoy autorizado para donde usted quiera.
—Dígale al señor presidente –le respondió– que le agradezco mucho su atención, pero aquí hay muy buenos médicos y tengo mucha fe en ellos. Se lo agradezco mucho.
Después, ese día que fue (Salinas), me dice: ‘prefiero que se vayan todos los muchachos y que se quede Chavo para que no te quedes tú sola’. Se fueron todos, unos ni supieron, dos de ellos ni supieron porque en ese momento no estaban aquí. Él llegó con Gonzalo Martínez Corbalá (el gobernador interino), llegaron, se sentaron. Chavo estaba aquí abajo todavía. Y comenzó a platicar ‘cómo está señora, cómo se llama, quién es el otro hijo’. Como si hubiera sido un amigo viejo que se había ido y de pronto regresaba y quería noticias de todos los que él había conocido y que no estaban. Yo estaba al pendiente. Martínez Corbalá callado, con mucho respeto, sentado.
— ¿Qué le gustaría doctor, para México?
—Pues imagínese señor presidente, yo no digo que hubiera sido la democracia absoluta, pero sí un camino abierto, nuestro pueblo necesita atención, nuestro pueblo necesita educación.
—¿Qué desearía para sus hijos?, le dijo.
Ahí sí me sentí un poco mal y él le dijo.
—Mire, señor presidente, mis hijos todos tienen carrera y todos tienen trabajo, muchas gracias, no necesito nada.
Luego siguieron platicando, cosas del tiempo, de su gira, cosas así. Yo calculaba que pasó como una hora. Estaba aquí en esta sala. El doctor se subió cuando ya verdaderamente se lo impedía el dolor, no quería que sus hijos se dieran cuenta de que estaba sufriendo, no quería que nos diéramos cuenta. La visita fue como seis días antes de que falleciera. A mí me daba miedo que al doctor se le pasara el tiempo de la medicina que yo le daba, pero no se iba el presidente, entonces le dije:
—Señor presidente ¿gusta algo?
—No señora, no. Bueno, un té.
Me fui y volví y le dije ‘señor presidente, pero sólo tengo te de amaranto’.
—No lo conozco, pero mi madre me ha platicado que siempre hay que probar.
Era una visita, así como si fuera realmente amigo de la familia. Me fui, se lo traje, creo que Martínez Corbalá también tomó.
(…) Entré y le dije:
—Señor presidente ya casi son las dos, ¿quiere usted comer?
—No, no, mire, yo desayuno nopales, como pollo y ceno atún en agua.
—Con razón está tan bien –le dije–, pollo sí tengo, así que si usted gusta pollo. –Lo dije a ver si veía la hora.
—No, mire, yo de vez en cuando tomo una cuba, mejor me trae una.
Salí, ahí estaban Chavo con el doctor (de Salinas). Les dije que el presidente quería una cuba, le dije al doctor que se la hiciera, lo pasé a la cocina. Le hizo la cuba y seguro también para Martínez Corbalá.
(…) Cuando una persona tiene atención, uno las tiene con ellos también. Al entrar el señor presidente, le dije:
—Señor presidente, vi que se acercaron personas aquí, pero reporteros no.
—Por supuesto que no señora, ellos se quedan acá.
La gente cree, la mayoría, que a la gente que tiene un puesto uno les tiene que tener como pleitesía, pero no: educación sí, maneras de hablar con ellos sí, pero inclinarse ante ellos, no. Sólo fueron esos los encuentros que tuvo el doctor con Salinas, nunca lo hizo solo, siempre fueron encuentros acompañado con más gente. Era muy cuidadoso con eso, decía que él no era más que alguien a quien habían elegido para encabezar un movimiento, pero el movimiento lo hacían todos por lo que no debería –nunca jamás– tomarse una decisión si no se preguntaba.
Como a las cuatro horas de que se había ido Salinas viene a verlo Cuauhtémoc Cárdenas, pero con él era otra la relación que tenía Chavo, no oscura, ni fuera de todos sus compañeros, ni nada. Cuando él acepta la candidatura de la Coalición Democrática Potosina (en 1991) que fue en Ciudad Valles, todos estaban presentes y hay también retratos.
Cuando Cuauhtémoc sabe que el doctor está ya casi al final viene a verlo y toca que es ese mismo día. Con él platica un momento y luego me dijo: ‘me voy Conchita, porque no quiero molestarlos’ y sí, lo vi que se fue triste.
La lucha después del doctor Nava y la reforma electoral en SLP
Ya sin la presencia del doctor Nava, el navismo mantuvo la exigencia de una reforma electoral que quitara al gobierno el control de los organismos electorales, instrumento clave del fraude electoral. Para la elección extraordinaria de abril de 1993, Concepción Calvillo fue postulada como candidata a la gubernatura por una coalición opositora, con excepción del PAN. De aquella etapa, contó su testimonio.
Se va Chavo (Salvador Nava Martínez), pero dejan los proyectos de la Ley Electoral, seguían trabajando los muchachos. Aquí en la casa estaba Billy (Guillermo Kaiser), Tomás Calvillo, todos ellos, todos los que se juntaban (…) Después de que él muere se hace todo ese movimiento hacia afuera, ya no nos quedamos sólo aquí.
Nosotros seguimos nuestra vida, aquí, pero empezaron a tener dificultades con las cosas de la Ley Electoral. Los muchachos decían ‘no es debido que nos quedemos sin eso’, entonces yo les decía: ‘bueno, qué es lo que en realidad quieren hacer, afínenlo para ver y poder hacerlo’. Incluso cuando vino aquí Salinas a darle el gane a Fausto Zapata, le llevaron un documento para decirle lo que ellos consideraban la verdad y lo que estaban haciendo.
En septiembre (de 1992), estaban aquí en el comedor, cuando hablan por teléfono a la casa y me dicen ‘señora le hablaron de México’. Pensé que era Chavo o mi gente que tengo allá todavía. Y dije, pues a ver si vuelven a hablar y justo vuelven a llamar y me dicen ‘el señor presidente quiere hablar con usted’. Pues muy bien:
—Soy Carlos Salinas de Gortari-, dijo.
—Mucho gusto señor presidente.
— ¿Cómo está usted? ¿No se le ha ofrecido nada?
—No, señor presidente.
—Bueno, le hablo para decirle que este teléfono está abierto, cuando necesite algo usted me llama.
—Muchísimas gracias, señor presidente.
Yo todas esas atenciones las recibía como se deben de recibir, como una atención sin mayor consecuencia, verdad. Le dije ‘pues así lo haré señor presidente, muchísimas gracias’. Pero yo creo que oyeron y me dicen:
—Señora ¿es Carlos Salinas?
—Sí.
—Pero ¡cómo!
—Pues seguro pensó que me tenía que preguntar así, como me preguntaba por el doctor.
— No señora, esas cosas no son casuales.
— ¿Y cómo qué piensan ustedes?
—Pídale una entrevista señora y llévele, aquí están ya listas (las demandas electorales).
Yo estaba todavía con la duda de que hagan lo que se haga no se puede. Entonces cogí el teléfono y me contesta Lupita (la secretaria), yo con ella era ya así como amiga, y le digo ‘Lupita comuníqueme con el señor presidente’. Me dice que en ese momento estaba hablando, yo sé que cuando alguien pide una cita y le dicen que está hablando es cuando no se la quieren dar. Bueno, en eso oigo:
—Soy Carlos Salinas, ¿qué se le ofrece?
—Señor presidente, usted me habló, me dijo qué se me ofrece y sí se me ofrece algo, necesito que me reciba.
—Como no señora, ¿cuándo quiere venir?
—El miércoles señor, ¿le parece?
Se concertó la cita. Me fui con Chavo y con Meme. Un día antes vino el secretario de Gonzalo Martínez Corbalá, era un muchacho que aquí creció jugando con mis hijos, hijo de Margarita Mejía y de Luis Palau. Viene y me dice:
—Señora Conchita le traigo un recado del señor gobernador, sabe que viajará a México, ¿en qué se quiere ir?, ¿cómo se quiere ir?
—No, no hijo. Mira, dile al señor gobernador que muchísimas gracias, que me voy a ir con mis hijos.
Nos fuimos, llegamos y Chavo y Meme me dicen: ‘mamá entra sola, a ti te dio la cita y es mejor que entres sola. Ya nos dirán en qué habitación nos quedemos’. Y ya, estuve con él muy cariñoso, muy afectuoso, preguntándome cómo estaba y entonces me dijo:
—Qué se le ofrece señora.
—Queremos, y todos los que están allá, reformar en San Luis la ley electoral porque mientras haya este padrón, mientras insaculen a los consejeros ciudadanos los mismos del gobierno, jamás tendremos libertad para escoger un buen candidato, ya ve todo lo que está pasando en San Luis.
Me dijo ‘señora usted bien sabe que el estado es libre y soberano’. Y le dije: ‘usted estaba muy joven y no se acuerda, pero yo pasé una experiencia fuerte hace muchos años y el estado no es ni libre ni soberano’. Nada más sonrió.
—¿En concreto?
—En concreto es mucho (…) es un padrón que está mal. Sabemos que los consejeros, el presidente del Consejo Estatal Electoral están elegidos por el gobernador, que los consejeros ciudadanos no son gente confiable, que la insaculación no se hace como se debe, que es una de las cosas que están pidiendo y ahí sígale señor presidente, pero ya no lo quiero entretener.
Entonces me dijo.
—¿Por qué no forman un partido regional?
—Pues vuelvo otra vez a decirle que usted estaba muy joven y no se acuerda que el Partido Demócrata Potosino se formó después de la lucha de 1958.
—¿Y qué pasó?
—A donde se llegaba, para formarse un partido político –usted ya lo sabe–, se necesitan tantos miembros, que se levante un acta, que vaya el juez y todo lo que se necesita.
—¿Y qué pasó señora?
— Pues no encontrábamos a nadie, nada más estaban los ciudadanos. Esos estaban completitos 100, 1000, los que decía la ley que se necesitaran, en los municipios y no solamente en la capital (…) Y entonces se empezó en formarlo y por eso se comenzó luchar con ese Partido Demócrata Potosino, pero cuando ya llegó el próximo gobernador que eligió el PRI, que no ganó, entonces llegaron tanques de Ejército, hubo prisión, hubo detenidos, hubo torturados.
— Pero ahora es diferente señora– me dice.
— Quien sabe.
— No señora, yo creo que puede formar un partido regional, sería muy bueno, así como si en cada estado tuvieran un partido regional, ya después como que se juntarían aquellos partidos para elegir un presidente de la República o no.
Ya no llegamos a más, y me dijo:
—Déjemela señora, la propuesta, el paquete.
—Bueno señor presidente, ya tendré noticias de usted.
— Le repito, cuando guste el teléfono está abierto.
—Bueno, muchísimas gracias.
—¿Con quién viene?
—Con mis hijos.
—¿Y dónde están?
—Se quedaron en otro lado.
Les mandaron llamar y le dije ‘este es el más grande y el más chico’. ‘Mucho gusto’, les dijo.
—¿Y cómo se quieren ir?
—Tenemos coche señor presidente, gracias-, le dijo Meme.
Y ya, ahí se acabó. Ya no volvimos a tener noticias. Acá seguía todo el desorden
El intento reeleccionista de Martínez Corbalá y la reunión con Salinas
Meses antes de la elección extraordinaria de 1993, se dio el intento reeleccionista de Gonzalo Martínez Corbalá, gobernador interino que buscó permanecer en el cargo el resto del sexenio, lo cual detonó una nueva articulación del navismo y de la oposición en SLP. Conchita Calvillo retomó la marcha inconclusa del doctor Nava hacia la Ciudad de México como parte de la lucha antirreleccionista y la exigencia de una reforma electoral. Producto de esa última batalla, de la marcha a la Ciudad de México y una nueva reunión con Salinas, será la reforma electoral en San Luis Potosí que hace posible quitar al gobierno el control de las elecciones y crear —por vez primera en el país— un organismo electoral ciudadano, precedente de la ciudadanización electoral que años después se logra en el Instituto Nacional Electoral. Así lo recordaba Conchita Calvillo.
Los del PAN nunca quisieron venir a ayudar en lo de la ley electoral, estaban al margen, se estaba trabajando o ellos pensaron ‘de todas maneras estamos en la mismo línea’.
La intención (de la marcha) era llegar hasta el Congreso, el día del Informe Presidencial. Ese era el objetivo. Hubo críticas muy grandes de por qué no llegamos, pero yo no iba a exponer a las mujeres que iban conmigo ni a los jóvenes, a que se enfrentaran con perros y con granaderos, porque iba a llegar esta señora loca, ¡nombre ni de dónde!
(Al llegar a la Ciudad de México) De repente, delante de mí, iban como unos 20 jóvenes gritando consignas que no eran nuestras, nos seguían a nosotros, pero con consignas que no eran nuestras. Ya el PAN nos había abandonado, habíamos quedado que nos íbamos a juntar con un contingente de panistas en equis lugar (…) entonces dijeron ya nos van a faltar, nos están faltando el contingente de panistas que iban a venir de aquí de México. Una prima mía, tataranieta de una Lascuráin que fue presidente de México unas horas, me llegó a acompañar y también doña Amalia (la mamá del ingeniero Cárdenas) me acompañó un trecho (…) al llegar a la Plaza de Toros (al Toreo), que es la división del Distrito Federal con el Estado de México se para un Volkswagen a un lado y se baja Porfirio Muñoz Ledo, me dice ‘señora va a llegar al Distrito Federal y aquí estamos para recibirla’ y empieza a caminar delante de mí con otra persona que iba con él, pero Meme –ya lo conocen–, le grita:
—¡Porfirio, detrás de mi mamá!
No tenía nada que ver que fuera adelante. Me dijo ‘tengo muy poco rato, porque tengo a mi mujer en el hospital’. Y así como él, llegaban muchas personas, unas que conocía y otras que no.
(…) Era el día del Informe, fue muy temprano todo eso, fue como entre 8 y 9 de la mañana. Entonces empiezan a hablar de la Presidencia que me van a recibir, que quieren hablar conmigo. Entre las 8 y las 9 de la mañana, no sé quién de los muchachos, dice ‘Mamá que te recibe o que te quiere ver el señor presidente’, antes del Informe. Y decía ‘puede venir la señora si quiere con dos personas más’. Entonces para eso no pedí autorización y dije me llevo a Guillermo, que poquito antes lo habían golpeado y apachurrado y me llevo a Hugo Stevens, que es del DHIAC (Desarrollo Humano Integral, Asociación Civil), que es una gente libre, pensaba yo como libre de partidos.
(…) Llegamos (a Los Pinos) y estuvimos ahí esperando algunos momentos, mientras llega el que mandan para que nos lleve con Salinas. Entonces, ya llegamos y me dice Salinas:
—Señora, ¿a ver dígame?
—Pues vengo a esto señor presidente, porque no habíamos tenido noticias de usted y creemos que es el momento oportuno de entregárselo, volverle a pedir que queremos paz en San Luis.
Estaba todo revuelto, además Martínez Corbalá era una gente consentida de Salinas, era como su discípulo, lo respetaba muchísimo, para él debió haber sido un poco traumático todo lo que pasó aquí con Martínez Corbalá. Y me dice:
—Señora, yo le prometo que va a haber paz en San Luis.
—Pues ojalá señor presidente, sino ahí venimos todos los partidos a hacernos presentes y decirle que no tenemos noticias. Eso lo dijimos en cortito así más o menos. Las dos personas que usted me dijo que me acompañaran están aquí y le hablarán un poco de nuestra situación.
Me acuerdo que Hugo le dijo: ‘venimos representados todos’ y eso era. Entonces me dijo ‘perfecto señora, ya oí, ya entendí’.
—Bueno señor presidente, ya nos vamos, pero ¿dónde está un papel que me diga que aquí estuvimos, ¿qué les digo a las mujeres que vienen conmigo caminando?, ¿qué digo cuando regresemos a San Luis señor presidente? Yo necesito algo. Ahí estaba un joven, hijo de José Carreño (director de Comunicación Social) y le dijo ‘ahorita mismo le haces el documento a la señora’.
—¿Y vamos a esperar aquí señor presidente?
—No, se lo mando.
Yo pensé para mis adentros ‘ya parece que ahorita van a hacer el documento y me lo van a mandar’. Pero ellos todos pueden, un presidente de la República puede todo.
El documento nos lo entregaron (…) Seguimos caminando, cuando en eso vimos que se amontona la gente, porque entran a darme el documento, el joven salió entre empujones, pero salió muy bien. Seguimos caminando y al ratito llega (Marcelo) Ebrard y me dice: ‘señora, traigo un mensaje del señor presidente, para usted y para los que la acompañan. Le pide por favor que lo que usted vaya a leer del documento lo haga en el Hemiciclo a Juárez. Le pide por favor que ahí’. Como diciendo que ahí pare, como diciendo que hasta ahí van a llegar.
Nunca jamás he sabido de él, de Salinas.