Conchita y la defensa de la dignidad ciudadana

Por Victoriano Martínez

Activa hasta el final, Conchita Calvillo Alonso partió al infinito tras dejar –luego de una vida de más de 105 años– un vivo ejemplo de dignidad ciudadana a la que exhortaba a defender sin nunca rendirse.

Cuando se marchó el doctor Salvador Nava Martínez, el 18 de mayo de 1992, Conchita tomó la estafeta que por 30 años había contribuido a sostener y, como primera victoria al continuar la lucha ciudadana por la democracia iniciada por su marido, encabezó el movimiento que dio origen a los organismos electorales ciudadanos en el país.

Un logro que, de manera paralela, frenó una amenaza que pretendía romper el principio de no reelección de presidente de la República.

Gonzalo Martínez Corbalá, entonces gobernador interino, buscó ser candidato para reelegirse en las elecciones de 1993, en lo que se consideró un claro experimento para evaluar la posibilidad de que Carlos Salinas de Gortari, entonces presidente de México, también buscara la reelección, como ya se había rumorado en diversos puntos del país.

Su entereza y su sensibilidad para lograr empatía con los grupos vulnerables la llevaron a ser considerada para formar parte de la Comisión Nacional de Intermediación (CONAI) para la negociación de la paz entre el zapatismo y el gobierno federal, junto al obispo Samuel Ruiz García y Pablo González Casanova, entre otros representantes de la sociedad civil.

Como confidente y consejera del Doctor Nava –aunque ella no se consideraba así– siempre estuvo atenta a los acontecimientos políticos del Estado y del país, atendía las inquietudes de las mujeres de los barrios que nunca dejaron de buscarla, y nunca regateó una conversación a quien la buscaba. Estaba en su naturaleza y lo vivió hasta sus últimos días. Escucharla siempre fue inspirador.

Si en honor a su marido el movimiento civilista que juntos encabezaron se bautizó como Navismo, Conchita personificó su continuación tras la muerte del Doctor Nava, y por ello no dudó en apoyar, como la activista que siempre fue, causas por beneficios para la población en general y, más aún, cuando se buscaban reivindicaciones ante el poder o el resarcimiento de derechos.

Estuvo en la lucha contra la depredación minera de Cerro de San Pedro, a donde acompañó al Subcomandante Marcos, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. También apoyó el movimiento por la paz encabezado por Javier Sicilia. Apoyo en los últimos años pronunciamientos en contra de actos de corrupción en las administraciones estatal y municipal.

Recientemente, también jugó un papel activo al apoyar con su firma pronunciamientos a favor de la declaratoria de Área Natural Protegida para la Sierra de San Miguelito.

Toda una trayectoria que le valió ser reconocida por el periódico inglés The Guardian como ejemplo mundial de una vida ejemplar que, por su longevidad, mereció además ser tomada en cuenta para hacer recomendaciones sobre la mejor forma de vivir la vida.

“Moderación y prudencia. La moderación es evitar el exceso en todos los sentidos desde una edad temprana, incluso en tiempos difíciles. Trate siempre de mantener unida a su familia, a pesar de las diferencias que se presenten. Comprende el cambio de los tiempos, nunca te quedes estancado en el pasado o sus dificultades”, fue su recomendación.

Toda una trayectoria por la que diversas organizaciones de la sociedad civil del país y ciudadanos que conocieron su labor, especialmente al formar parte de la CONAI, la consideraron con méritos para recibir la presea Belisario Domínguez, que otorga el Senado de la República.

Una presea que a Conchita no entusiasmó, pues si algo compartió con el Doctor Nava fue su poco apreció por ese tipo de reconocimientos. De habérselo otorgado, de acuerdo con personas cercanas que lo comentaron con ella, habría valorado mucho más la oportunidad de dirigir un mensaje al pueblo de México desde el Senado que la medalla que le fueran a entregar.

Hasta ese punto de convicción Conchita dio continuidad al movimiento que el tiempo ha mostrado que encabezó junto con su marido. Una continuidad en la que su voz y cada que intervenía públicamente en cualquier asunto, ponía de manifiesto la vigencia de los valores enarbolados por el Navismo.

Hoy que se ha marchado queda para el pueblo potosino que tanto amaron ella y el Doctor Nava ese gran reto: dar esa misma continuidad a los valores del Navismo ante una situación política y social que avasalla la dignidad ciudadana y, por tanto, los vuelven más necesarios que nunca.

La tarea que deja como estafeta a levantar con urgencia, muy por encima de politiquerías e intereses de facción, es su permanente convocatoria a vivir y a asumir una dignidad ciudadana y su recomendación de jamás rendirse en su defensa. Que se atienda ese llamado sería para ella el mejor y más válido reconocimiento que se le pudiera hacer.

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