Mariana de Pablos
Detenerse a pensar en el origen de la filosofía es similar a reflexionar en la vida misma como la conocemos hoy. Siglos de conocimiento, de pensamiento masculino trasladados de mente a mente de generación en generación han solidificado en el tiempo una idea que contribuye en la edificación de los fríos muros del patriarcado: las mujeres no tienen nada importante que aportar. Esta concepción que mantuvo congeladas en la historia a las mujeres empieza a craquelarse con los cuestionamientos y las propuestas de cientos de mujeres alrededor del mundo que hoy se preguntan “¿Y nosotras?”.
La filosofía es una disciplina que se muestra muy masculinizada, tanto en número como en jerarquías ocupadas por varones, que son quienes detentan el poder también en esta disciplina. No hace falta más que voltear a ver la historia para toparse con cientos de perfiles de hombres pensadores, reflexivos, dedicados a una vida de generación de conocimiento. En comparación con las mujeres, quienes desde este pensar masculino han sido relegadas a un lugar de subordinación, de superficialidad, de “mal necesario”.
Es en este sentido que se vuelve posible afirmar que el conocimiento generado hasta hoy, a diferencia de lo que muchos pensarían, sí tiene una perspectiva de género muy clara: androcéntrica y patriarcal.
Así lo señaló la doctora en filosofía Sonia Reverter Bañón, directora del Instituto Universitario de Estudios Feministas y de Género, y profesora de Filosofía de la Universitat Jaume I, España, durante la conferencia “La expulsión de las mujeres de la filosofía”, organizado por el Museo de la Mujer en conmemoración del Día Mundial de la Filosofía.
Siempre objeto, pero nunca sujetas de conocimiento, las mujeres han sido negadas e invisibilizadas históricamente tanto en la filosofía como en muchas otras ciencias, sin que ello signifique que no existan ni hayan existido.
Entonces, se pregunta la doctora Reverter, “¿Qué pasa con las mujeres? ¿Por qué no están en la filosofía?”. Y responde:
“La simple verdad es que no les pasa nada. No tienen nada que las convierta en menos aptas para la reflexión filosófica o cualquier campo intelectual. Es la construcción patriarcal la que socializa a las mujeres para que la sociedad y el sistema educativo las vea como menos aptas. Es decir, son las ciencias las que están construidas de tal manera que nos expulsan”.
Es el patriarcado el que decide qué constituye temáticas filosóficas y qué no. A las mujeres se les ha negado su lugar en la historia de la filosofía, porque desde estos cánones, “no valía la pena historiar su pensamiento”.
En este sentido, las mujeres se enfrentan a lo que la filósofa Miranda Fricker llama una “injusticia epistémica”. Este concepto hace referencia a la dificultad que experimentan las mujeres para “explicar, dar testimonio y comprender, desde su voz y experiencias, la situación de opresión que viven en todos los ámbitos de su vida”.
Para resarcir los efectos que esta concepción del conocimiento ha tenido sobre la vida las mujeres es necesario, por un lado, llevar a cabo una tarea de visibilización que ha habido en la historia de la filosofía; y, por el otro, deconstruir el canon filosófico.
En palabras de la doctora Reverter: “visibilizar mujeres en todas las disciplinas es una tarea necesaria, pero no suficiente si no transformamos la estructura de todas esas ciencias”.
No se trata de una tarea sencilla, pues para lograrlo es necesario replantear la forma en que se construye y se adquiere el conocimiento. Es decir, llevar a cabo un trabajo de cuestionamiento y señalamiento, de “despatriarcalizacion de la filosofía”, lo cual exige comenzar a pensar en la perspectiva de género como un “horizonte de igualdad” en cualquier disciplina.
En este sentido, “ha de transformarse el canon entero sin que eso signifique empezar de cero. Se recatan autores, autoras; se critican ideas por permitir y legitimar líneas opresoras y se resaltan partes de una teoría o un autor porque permiten a la luz de nuevas interpretaciones entender el mundo con una forma de pensar más inclusiva, más igualitaria y más libre”.
En otras palabras, “no solo es importante mostrar lo inoportuno del canon filosófico que negaba a las mujeres, sino que hay que rastrear, visibilizar y validar con un nuevo canon a mujeres que en la época estuvieron, pero que se les silenció”.