Bacanuchi, Sonora (11 de agosto de 2016).- A dos años del derrame en la mina Buenavista del Cobre, un informe de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) revela que Grupo México sólo realizó trabajos de remediación en dos de las cinco zonas en las que fue dividido el río Sonora.
El documento obtenido a través de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública establece que la zona 1, que abarca los primeros 30 kilómetros del afluente, desde el represo Tinajas 1, donde inició la fuga, hasta el Ejido Bacanuchi, ni siquiera está liberada, pues el expediente jurídico se encuentra en trámite, luego de que apenas el 15 de febrero de 2016 se tomaron muestras de suelos y sedimentos que fueron enviados al laboratorio.
“Se realizó la toma de muestras en diversos polígonos de la Zona l, con personal de esta Procuraduría y del laboratorio atendiendo al plan de muestreo final comprobatorio”, precisó la Delegación de la Profepa en Sonora.
Mientras tanto, en la zona 2, que inicia en el kilómetro 30 y termina en el 140, se realizó una primera visita de inspección el pasado 10 de marzo para verificar los avances en las labores de limpieza.
“Se informa que hasta el momento no se han ordenado medidas adicionales, toda vez que los Expedientes Jurídicos No. PFPA/32.2/2C.27.1//0012-15 y PFPA/32.2/2C.27.1/0042-16, aperturados con motivo de la verificación de los avances de los programas de remediación correspondientes a las zonas I y II, se encuentran en trámite”, indicó.
Las cinco zonas en las que fue dividida la cuenca hidrológica del río Sonora, según sus características geológicas, fisiográficas y ecológicas, tienen una extensión de 276 kilómetros.
Las dos zonas donde la empresa de Germán Larrea realizó las acciones de remediación miden 140 kilómetros, lo que equivale al 50.72 por ciento de la superficie total contaminada.
Reina Castro Longoria, investigadora de la Universidad de Sonora (Unison), advirtió que lo que hizo la minera en los primeros 30 kilómetros del río Sonora “no fue remediación sino simulación”, porque sólo estuvieron levantando tierra a “carretilladas”, cuando se requería meter dragas y tecnología de punta.
“La remediación no se ha llevado a cabo, así tajantemente lo digo, porque si se hubiera realizado todo mundo lo sabríamos; las obras de gran magnitud, cuando ocurren, se dan a conocer, porque incluso es lo políticamente correcto”, manifestó.
Por su parte, Marco Antonio Ochoa Méndez, alcalde de Banámichi, uno de los municipios afectados, descartó que el río Sonora se encuentre saneado, con las labores realizadas por las cuadrillas de trabajadores contratadas por esa empresa.
“Yo no acepto que el río se pueda limpiar a paladas y carretilladas; yo creo, y no soy experto, que se tuvieron que emplear procesos químicos para estabilizar los metales pesados y nulificarlos como agentes contaminantes”, sentenció.
El polvo amarillo.
En contraste, el delegado de la Secretaría de Gobernación (Segob) en el estado, Wenceslao Cota Montoya insistió en que el río Sonora está completamente limpio y “no debe haber sicosis por parte de la población, de que no se puede lavar las manos o bañarse en sus aguas”.
“No hay que provocar alarma, porque tenemos un monitoreo permanente del río, de los pozos y el agua está dentro de los rangos normales, no rebasan lo que te permite la norma para que sea potable”, destacó.
En un recorrido realizado por el Ejido Bacanuchi, municipio de Arizpe, el primer punto donde se aplicó el programa de remediación, Excélsior encontró restos de polvo amarillo, el mismo que después de la tragedia ambiental se depositó en las laderas del río Bacanuchi, afluente del río Sonora y que hasta el día de hoy continúa ahí, como prueba de lo que ocurrió el 6 de agosto de 2014.
Ignacio Pesqueira Ramírez, habitante de la comunidad y quien perdió cinco vacas que bebieron agua contaminada del río, confirmó que hace algunos meses pasaron por el lugar personas con palas y carretillas realizando supuestas labores de limpieza.
“Según esto vinieron, pero nada más es cosa de rascarle tantito a la tierra y brota de nueva cuenta la contaminación”, demostró.
Un polvo amarillo que pintó por completo el río Sonora, con tonos metálicos o tornasol, y que de un día para otro cambió la vida de pueblos enteros que se mantenían de la agricultura, la ganadería y el comercio. Tan sólo en Bacanuchi, la población se redujo a la mitad, de 500 a 250 personas, por la falta de agua potable y la carencia de oportunidades.
El comisariado ejidal, Ofelio Vázquez Rivera, consideró que la situación cada día será peor, porque dicha empresa compró todos los pozos de agua que existían en los alrededores de la localidad y que abastecían los mantos acuíferos.
Además de que a pocos kilómetros, abundó, construyó su nueva presa de jales, donde ya comenzó a depositar los desechos tóxicos que resultan de sus procesos de producción, como parte de su sonado proyecto de expansión.
“En verdad, creemos que están apostando a la desaparición de Bacanuchi con tanta contaminación. Quieren convertirlo en un pueblo fantasma”, lamentó.
Fuente: Excélsior. (Por Ernesto Méndez y Daniel Sánchez Dórame)