Por Victoriano Martínez
Posiblemente alguien se lo recomendó o tomó el ejemplo de algún lado, pero a cinco meses al frente del Gobierno del Estado, Ricardo Gallardo Cardona pareciera seguir a pie juntillas una postura desde la que sólo se ejerce la autoridad a punta de cortar cabezas, y ya no sólo de la base trabajadora, sino del mismísimo gabinete que él nombró.
Públicamente se lleva el registro de dos oleadas de despidos de burócratas con un número incierto de personal sindicalizado y no sindicalizado que ha sido despedido, porque cada sindicato tiene una cifra diferente entre sus afiliados y Gallardo Cardona es incapaz de informar de manera precisa sobre esos movimientos.
Lo más cercano a un reporte de tales movimientos en la nómina gubernamental lo dio este jueves Noé Lara Enríquez, el oficial Mayor, aunque con cifras redondeadas, es decir, imprecisas, y con argumentos de pose propagandística: corregir una nómina abultada que dejaron los anteriores gobiernos como herencia maldita, como parte del cambio que encabeza Gallardo Cardona.
“Ahorita el último recorte que hicimos fue del orden de 600 gentes, más las mil que ya habíamos recortado, vamos por el orden de mil 600 gentes”, dijo en entrevista en la Plaza de los Fundadores.
No aportó un solo dato sobre el ahorro que representó dejar sin trabajo a mil 600 personas, los procesos administrativos y de servicios a la población que se eficientaron, los montos de las liquidaciones y la forma en que cada despido quedó finiquitado legalmente, de tal suerte que en unos años no salga exponencialmente más cara la medida por tener que pagar laudos laborales.
Sin un diagnóstico real para una reingeniería en recursos humanos y sin parámetros para transparentar el proceso y rendir cuentas sobre sus resultados, no puede pensarse sino que esas mil 600 personas son víctimas de la ocurrencia de culpar de todo a la herencia maldita y a la narrativa de proclamarse como un gobierno de cambio, cuando es burdo gatopardismo.
Ocurrencias fundadas en demostraciones de poder por cortar cabezas de las que, a cinco meses de iniciado el gobierno, ya alcanzan a integrantes de su propio gabinete, a pesar de que Gallardo Cardona en calidad de gobernador electo habló de una selección de los mejores, lo que generaba la expectativa de una camada de funcionarios para el sexenio.
No tardó tres meses en comenzar a hablar de cambios en su propia auto herencia maldita, que incluye el despido, hasta ahora, de los titulares de dos secretarías: Ernesto Barajas Ábrego de la Secretaría de Educación para —por alguna urgencia— colocar ahí al tío de su esposa, y Arturo Segoviano de la SEDECO, para congraciarse con el poder fáctico empresarial.
Dirán que se trató de enroques, pero para el caso es lo mismo. Ya solo falta que tras el rumor de la salida de Patricia Véliz de la Secretaría de Turismo se concrete con la llegada de uno de sus notificadores fantasmales que le diga que ya no es la secretaria y que ya no se presente a trabajar al día siguiente.
Si a Rafael Aguilar Fuentes lo despidió del Archivo Histórico por un desplante que el propio ex funcionario niega, quizá haga una excepción a sus desplantes de autoridad corta cabezas con el fiscal General del Estado, José Luis Ruiz Contreras, a pesar de quedar acreditado por la Fiscalía General de la República y organismos internacionales el conflicto de interés en el caso Karla Pontigo.
El tema de fondo es feminicidio y de ahí resulta delicado que al frente de la Fiscalía General del Estado se encuentre una persona con ese antecedente en el tratamiento de un caso tan sensible.
Si de despidos se trata, tan burdos y poco sutiles llegan a ser los procedimientos para tratar de convencer, por la buena, a los trabajadores para que se jubilen anticipadamente o por ya contar con los años laborados para hacerlo, que desde la Oficialía Mayor comienza a ser legendaria entre los burócratas una anécdota protagonizada por el mismísimo Lara Enríquez.
María Cecilia Ferretiz Colorado es una mujer que, a sus 80 años de edad, sigue activa en la Oficialía Mayor. Es una reconocida artista, creadora de dulces mexicanos, chocolates, escenografía popular y obras con papel picado. Durante la próxima semana conducirá un taller en el Museo Nacional de la Máscara. A Lara Enriquez se le ocurrió hacerle una propuesta.
– Oiga, Doña Ceci, ¿No le parece que a su edad ya estaría bien que se jubilara?
– Fíjese que sí, ¿por qué no comenzamos el trámite? Porque para su edad, nos podríamos jubilar juntos.
La respuesta de Doña Ceci frenó la labor de convencimiento de Lara Enríquez, pero en cierto sentido también dejó ver —tras la iniciada depuración de su propio gabinete— que ante un Gallardo Cardona que se muestra convencido de que despedir a quien se le ocurra es un desplante de autoridad, ni la alta burocracia se escapa.
Hasta parece la versión gallardista de la Reina de Corazones de Alicia en el País de la Maravillas, quien tenía una rápida solución a los problemas que enfrentaba, fueran grandes o pequeños: ¡Que le corten la cabeza!
Todo indica que ni los sindicalizados, ni el personal de confianza, ni los altos funcionarios están exentos de que les caiga la guillotina que demuestra quien manda en el actual gobierno.