Carlos Rubio
–Le dije: vamos a salir, vamos a salir de esto. Y me contestó: no solo depende de mí, dile a los niños que los amo.
Fue una de las últimas conversaciones que sostuvo Carolina con Jorge, su esposo que falleció hace 3 semanas, luego de que la noche del 29 de junio vivió un calvario en cuatro hospitales que no le brindaron la atención necesaria para salvarlo. Jorge fue víctima de la deficiencia y burocracia del servicio de salud y del Covid-19, sin si quiera haberse contagiado del virus.
Carolina relata para Astrolabio Diario Digital cómo su esposo, Jorge, comenzó tener dolor de garganta y fiebre, por lo que decidió acudir a revisión con un médico particular, el cual le dio un diagnóstico y un tratamiento equivocado ya que días después su condición empeoró. Cuando Jorge comenzó a presentar dificultad para respirar, ambos acuden con otro médico quien le mide la saturación de oxígeno en la sangre resultando en 36%, un número alarmante para cualquier persona, por lo que se les recomendó acudir a un hospital de inmediato.
Aquella tarde de lunes 29 de junio fue cuando comenzó el recorrido de Carolina para que alguien quisiera darle atención médica a su esposo, sin imaginarse lo difícil que le resultaría.
Primero llegaron al Hospital Central “Dr. Ignacio Morones Prieto”, en donde, luego de revisar a Jorge, los médicos se percataron de la gravedad de la situación y le informaron que le sacarían una radiografía urgente para ver sus pulmones, no obstante, tiempo después le dijeron que no lo atenderían porque él estaba afiliado al ISSSTE y ese hospital era Insabi, además de que fue catalogado como sospechoso de coronavirus y dicho hospital aún no estaba abierto para atender esa enfermedad.
Fue enorme la sorpresa de Carolina al ver que la salud de su esposo empeoraba y se encontraban en un hospital que se negó a atenderlo.
Se dirigieron al ISSSTE para solicitar la radiografía que necesitaban, “ahí mi esposo ya no podía caminar; pedí una silla de ruedas para llevarlo a rayos X y me dijeron que no tenían, que estaban contaminadas”.
Finalmente, se le tomó la radiografía a Jorge y cuando el médico que lo recibió la analiza, le asegura a Carolina que él tiene Covid-19 y le cuestiona: “¿Guardaron la cuarentena?”.
Jorge y Carolina formaron una familia con dos hijos: un niño de seis años y una niña de 10. Jorge se desempeñaba como residente de obra, por lo que le era imposible quedarse en casa, sin embargo, lo hacía dentro de lo posible. Según Carolina, únicamente salían de su hogar para la compra de artículos esenciales y siempre con cubre bocas, todo para cuidar la salud de ellos y principalmente de sus hijos.
“Tu esposo es un código rojo y tú también” le comentaron a la pareja en el ISSSTE, para luego informarles que les darían un pase para acudir inmediatamente al Hospital General de Soledad de Graciano Sánchez en donde estaban atendiendo los casos de Covid-19.
Carolina acepta mientras Jorge espera en el carro, casi sin poder respirar. Eran aproximadamente las 8:30 de la noche y hasta las 12 de la medianoche, casi cuatro horas después seguían esperando por ese pase de entrada al hospital, el cual nunca se les dio. El personal de ISSSTE les comentó que ya no había cupo en el hospital de Soledad, razón por la cual no les otorgaban el pase y los dejaron esperando por horas.
En su desesperación por no saber a dónde acudir y por la necesidad de actuar rápido, Carolina buscó hospitales privados que recibieran pacientes sospechosos de Covid-19. Acudió al hospital Star Médica ubicado sobre la calle Mariano Arista.
Cuando llegaron a urgencias sin una revisión a fondo le dijeron: “Su paciente está muy mal, lo necesitamos intubar”. Le solicitaron 20 mil pesos a Carolina para comenzar a atender a su esposo y posteriormente le pidieron 200 mil pesos para hospitalizarlo en cuidados intensivos. Ella no contaba en ese momento con dicha cantidad de dinero, por lo que ofreció la factura de su carro con tal de que atendieran a Jorge, pero se negaron.
Un epidemiólogo que labora en el hospital vio a Jorge y luego se acercó a Carolina para decirle que su esposo estaba muy mal, “ya va a fallecer”, le sentenció.
Carolina hablaba por medio de WhatsApp con Jorge, quien estaba aislado en un cuarto improvisado. “Él no se sentía tan fatal como para decir que ya se iba a morir (…) Me repetía que él no tenía eso (Covid-19), que por qué insisten en que es eso”.
Como la saturación de oxígeno de Jorge seguía baja, le comenzaron a suministrar oxígeno por medio de un tanque. Al ver que no atenderían a su esposo sin antes recibir el dinero, Carolina comenzó a buscar alternativas; familiares de ella fueron al hospital de Soledad para solicitar que lo recibieran y aceptaron.
El siguiente problema surgió cuando Jorge empeoró y les fue imposible retirarle el oxígeno para cambiarlo de hospital. Ahora necesitaban de una ambulancia que contara con oxígeno para trasladarlo. La encontraron hasta las cinco de la mañana.
“La ambulancia me dice que sí, ‘llegamos ahí en un rato’, eran las cinco de la mañana y llegaron 15 para las siete; llegamos hasta las 7:20 al hospital. Yo había visto que en el ISSSTE había ambulancias afuera y en el Hospital Central también”.
Una vez que Jorge ingresó al hospital de Soledad comenzaron a atenderlo para intentar elevar su nivel de oxígeno en la sangre. Más tarde le informan a Carolina que no hay reacción positiva por lo que era necesario intubar a su esposo. Ambos accedieron y los médicos le comentaron a Carolina que se retirara y le llamarían a la una de la tarde y luego a las cinco para darle información del estado de salud de Jorge.
“Pasó la una de la tarde y no me hablaron. Esperé la llamada de las cinco y si no, iría ya al hospital”.
Poco antes de las cinco le llamaron a Carolina y le pidieron unos documentos sin decir más. Cuando llegó al hospital le dijeron que Jorge, su esposo, el padre de sus dos hijos, había fallecido a las 4:42 de la tarde, luego de no resistir la intubación.
Antes de morir le realizaron una prueba de Covid-19 y días después le entregaron los resultados a su esposa: negativo.
Jorge murió como una víctima colateral de la pandemia; alguien que ni si quiera se contagió del virus, pero la burocracia e ineficiencia del sistema de salud lo hicieron pasar al menos 12 horas sin atención médica. Carolina recorrió cuatro hospitales en busca de ayuda mientras veía como la vida de su esposo se desvanecía con cada minuto que pasaba.
La Secretaría de Salud se comunicó con Carolina para informarle que irían a su casa para hacerle la prueba de Covid-19, pero nunca llegaron, por lo que ella decidió acudir a la UASLP para cerciorarse de que podía estar en contacto con sus hijos. De igual forma que Jorge: negativo.
“No sé realmente entonces qué esté haciendo el gobierno o qué estén haciendo las instituciones, yo sé que los médicos pueden tener miedo al contagio, pero al final del día no hicieron nada”.
Después, Carolina tuvo que enfrentar algo más complicado, decirles la noticia a sus hijos. “¿Cómo? ¿Me dices que ya no va a regresar?”, fue la respuesta de uno de ellos. Semanas después aún siguen procesando lo ocurrido.
“Yo creo que sí se pudo haber salvado con otro trato”, comenta Carolina luego de afirmar que para ella hubo negligencia en la muerte de su esposo, debido a que la atención médica le fue negada en dos hospitales públicos.
Después de vivir en una rutina en la que les era difícil pasar tiempo juntos, la contingencia por la pandemia le brindó tiempo a esta familia para que sus cuatro integrantes pudieran convivir en casa, lejos del trabajo y las escuelas, sin embargo, de forma abrupta, en cuestión de días se rompió la paz y la calma se volvió incertidumbre.
Jorge pasó casi 12 horas sin poder respirar a la vista de todos y cuando se intentó salvarlo, fue demasiado tarde.