Carlos Rubio
El primer conversatorio sobre migración jornalera agrícola en San Luis Potosí fue presentado ante una sala del Congreso llena, que con el transcurrir de las horas se vació; donde la incógnita más grande fue: “¿Dónde está El Mijis?”, uno de los diputados anfitriones que no le falló a sus principios y no asistió al evento; para rematar, únicamente pudieron participar dos ex jornaleros agrícolas que relataron sus experiencias.
Paulino Rodríguez Reyes inició el conversatorio dando la bienvenida y agradeciendo en su lengua madre, el tu’un savi. Él es colaborador del Centro de Derechos Humanos de la Montaña, Tlachinollan, pero, más importante aún, es indígena del pueblo Na Savi, una comunidad mixteca de la Zona de la Montaña en el estado de Guerrero. En su infancia fue jornalero agrícola junto a su familia.
Paulino fue una de las únicas dos personas que nos pudieron relatar de viva voz la precariedad en la que viven los jornaleros agrícolas: extrema pobreza, sistema educativo deficiente, falta de acceso a la salud, entre otras cosas. Estas situaciones los obligan a emigrar a estados del norte del país, en donde nuevamente se convierten en víctimas: largas jornadas laborales con salarios deficientes, trabajo infantil, falta de albergues y hogares inhabitables.
Con el fluir de sus palabras se podía notar el enojo de una persona que ya no vive en las desastrosas condiciones de antes, pero sabe que aún tiene cientos de compañeros que las siguen padeciendo, y tiene frente a él autoridades que hasta el momento no se han preocupado por hacer algo.
“¡Volteen a ver a nuestra gente!”, fue una de las frases con las que Paulino concluyó, como un ruego y una exigencia a los presentes. Llevando el conversatorio hacia un rumbo positivo, que más tarde se perdería.
Continuaron Lilia Romero Perea, de la asociación Respuesta Alternativa; Celia García Valdivieso, del Centro de Derechos Humanos Samuel Ruíz, y Guillermo Luévano Bustamante, de la Clínica de Litigio Estratégico en Derechos Humanos de la UASLP.
Cada uno de ellos basó su discurso en la precariedad en la que viven los jornaleros agrícolas, tomando como eje central el accidente ocurrido el jueves 3 de julio de 2014, en San Luis Potosí, en el cual volcó una camioneta que trasladaba a 30 jornaleros del estado de Guerrero, con un saldo de tres niños muertos y 18 personas heridas.
Ellos son maestros, doctores e investigadores que durante casi una hora nos informaron sobre el proceso, el aprendizaje que tuvieron y los resultados, sin embargo su discurso carecía de algo, ese matiz que Paulino nos otorgó durante 15 minutos, esa sed de respuestas que sólo nos podría ofrecer quien había visto pisoteados los derechos humanos de su familia.
En la mesa, alejado de todo centro de atención, se encontraba Enrique Malacara Martínez, titular del Instituto de Migración y Enlace Internacional, quien se limitó a brindar su presencia sin ninguna participación; invisible, sólo salía durante largos ratos a dar entrevistas afuera del recinto, se distraía en su celular y asentía cada que alguien decía algo que parecía importante. Siendo su dependencia de Gobierno una de las principales encargadas de fomentar y garantizar el cumplimiento de los Derechos Humanos de los migrantes.
Y al igual que El Mijis, Jorge Vega Arroyo, titular de la Comisión Ejecutiva Estatal de Atención a Víctimas (CEEAV), brilló por su ausencia, enviando a alguien más en su lugar. Acudieron todos los representantes de las asociaciones invitadas, pero quienes debían brindarnos respuestas no estaban presentes, o al menos eso demostraron. Realmente, ¿qué se podía exigir si ni si quiera uno de los diputados que organizaban había asistido?
Para este momento ya se habían retirado la mitad de las personas del recinto e incluso algunos de los exponentes. Restándole importancia al evento.
Continuó hablando Rosaura Félix Rodríguez, la segunda persona que participó proveniente de una comunidad indígena, cuyo discurso inició en su lengua nativa, el náhuatl. Promotora y defensora de los Derechos Humanos en el municipio de Xilitla, Rosaura es parte de una familia de jornaleros agrícolas que vive día a día la explotación laboral y la pobreza extrema, resultando en una mala alimentación y pésimos servicios de salud.
“Yo trabajé hasta 15 horas seguidas en los campos (…) es demasiado pesado estar todo el día de pie. Cuando terminé de trabajar, llegué a tener tifoidea (por la mala alimentación)”, narró.
Para finalizar su discurso, mostró una diapositiva que decía: Tlaskamatij miak tien tech tralkakiljke, que significa: Se los agradezco mucho; muchas gracias por haber escuchado. Entre aplausos se puso de pie, feliz de haber tenido un espacio para ser escuchada.
Después intervinieron María Mayela Blanco Ramírez, integrante del equipo de Coordinación de la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas, y Beatriz Aguilera Gallegos, representante de la CEEAV, quienes nos brindaron un discurso referido a la violencia que viven específicamente las mujeres, quienes además son víctimas de acoso y abuso sexual en los campos.
Antes de dar por finalizado el conversatorio, José Roberto Martínez Reyes, representante estatal de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos, pidió la palabra. Se encontraba inconforme y lo dejó entrever en su discurso, ya que durante la sesión no se tomó en cuenta al obrero campesino, e incluso recalcó que se utilizó el término de forma equivoca por los exponentes. Además, consideró como una “falta de respeto” que el diputado Pedro César Carrizales no se encontrara presente, siendo él quien lo invitó a participar. Al ver que los reclamos se extenderían, le pidieron terminar con su participación.
El conversatorio finalizó, la mayoría de las personas se retiraron del lugar, pero aún faltaba por presentarse el informe “Violación de los derechos de las y los jornaleros agrícolas de México”, para lo cual, Mayela Blanco, nos leyó alrededor de 10 diapositivas con los resultados, que únicamente remarcaban todo lo que ya se había dicho: la situación es crítica.
Adicionalmente, se presentó el documental “Rostros en movimiento. Migrantes Jornaleros en San Luis Potosí”, el cual contenía una serie de testimonios de jornaleros que relataban su travesía para llegar hasta los campos y el trato que reciben en ellos.
El broche de oro de la tarde fue el agradecimiento a los pocos que quedábamos presentes, por “aguantar tantas horas”, de parte de Mayela.
Durante las cuatro horas que duró el evento, la mayor parte de los exponentes nos invitó a la reflexión, mostraron datos y fotografías de lo deficiente que es el asunto, pero sin solución. Especialmente la CEEAV, quien nos habló de toda la documentación que se tiene y sobre lo que pueden hacer, pero que hasta ahora no han hecho porque nadie se ha acercado a ellos, siendo la mayoría de los jornaleros de pequeños pueblos en municipios del Altiplano y la Huasteca, y hablantes únicamente de lenguas indígenas.
Salvo unos efusivos Paulino y Rosaura, todos nos dieron un discurso plano, deseosos de mostrarse empáticos, pero incapaces.
Este fue el primer paso, espero que antes de dar el segundo, organicen mejor sus ideas.