Ciudad de México (04 de mayo de 2016).- Cuando están en la proporción adecuada, son un signo de buena salud. Porque si no fuera por nuestros incómodos mocos,estaríamos expuestos a infecciones constantes, como recuerda Fernando Rodríguez, otorrinolaringólogo del Hospital Clínico San Carlos, en Madrid: “Constituyen un ejército que custodia el organismo gracias a los anticuerpos y a las células defensivas, como los linfocitos, que poseen”. Tales elementos protectores representan el 4 % de su composición, mientras que el resto es agua, fundamental para mantener hidratadas y lubricadas las mucosas. Te contamos algunas curiosidades sobre estas secreciones tan asquerosas como importantes para la salud.
1.- Los de la alergia son especiales.
Si has empezado a estornudar y no sabes si se debe a un resfriado o a las gramíneas primaverales, no tienes más que analizar la textura y color de tu mucosidad. El libro de las enfermedades alérgicas, de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica, aclara que en el catarro común se presenta “más espesa, amarillenta o verdosa, mientras que la derivada de la rinitis alérgica suele ser líquida, transparente y sale de forma continuada, como un goteo”. Hay medicamentos que bloquean estas secreciones, pero los más antiguos –los únicos financiados actualmente por la Seguridad Social– producen sueño, entre otros efectos secundarios.
2.- ¿Cuál es su consistencia perfecta?
En circunstancias normales, no son ni muy líquidos ni muy sólidos, lo que hace que se mantengan en la nariz sin desprenderse por sus caños y, al mismo tiempo, dejen pasar el aire. El punto pegajoso que los caracteriza no es casualidad, pues les permite desarrollar una función básica para el cuerpo. “Las partículas de polvo o provenientes de la contaminación, los virus y las bacterias que llegan suspendidas en el aire se quedan, literalmente, pegados a ellos”, explica el doctor Rodríguez. Y, como le ocurre a cualquier otro filtro, su color blanquecino original puede adquirir diferentes tonalidades según las sustancias que intercepte.
3.- Cuanto más oscuros, peor.
Los humores nasales pueden clasificarse según un código cromático. De hecho, los médicos tienen muy en cuenta su tonalidad en los diagnósticos. “Cuando presentan otro color que no sea blanquecino, quiere decir que hay una sobreinfección”, apunta el doctor Rodríguez. Cuando es leve, adquieren la apariencia de la leche condensada. Los amarillos son el resultado de la batalla del sistema inmune contra un ataque microbiano más fuerte. Si este es más potente todavía, se vuelven verdes y más sólidos. Y, finalmente, pueden ennegrecer: si no eres fumador, puede deberse a una infección causada por hongos.
4.- No pasa nada por tocarlos (ni comerlos).
Si su contacto fuera nocivo, viviríamos en una sociedad enferma: los pocos estudios realizados al respecto reflejan que es una costumbre que practica, en público o en privado, más del 90 % de la población. En el Instituto Nacional de Salud Mental y Neurociencias de Bangalore, en la India, fueron más allá y chequearon las razones que aducían los escolares para hacerlo. La mayoría hurgaba con el dedo para rascarse o retirar restos nasales, pero un 12 % reconoció que les movía el placer y un 4 % admitió comerse los frutos de su exploración. Por mucho asco que dé verlo, y salvo que sea síntoma de un trastorno obsesivo compulsivo, no indica ningún problema a tener en cuenta.
Fuente: Muy Interesante.