Por: Antonio González Vázquez.
Foto: Nahúm Delgado.
Abraham y Gerardo se quieren y por eso se casaron. Contrajeron nupcias ante un juez apenas en diciembre pasado. Habían dicho que de las primeras cosas por hacer, sería registrarse en el ISSSTE. Uno dio de alta a su pareja, algo que antes era imposible pero ahora es un hecho, es una realidad. Ahí está, dos pequeños trozos de cartoncillo en color azul es una demostración más de que el Estado reconoce y otorga los beneficios a los que cualquier pareja tiene derecho. Es la tarjeta de citas con el médico. Asombroso, sobre todo cuando una horda de conservadores pretende tomar decisiones por toda una sociedad, como si alguien tuviera el derecho de hacer eso, de maldecir o bendecir algo, más cuando de lo que se trata es de amor. Hay un muro oscuro muy alto y grueso que se pretende imponer para dividir a la sociedad en buenos y malos, en santos y pecadores, hay quien intenta marcar con hierro caliente al que quiere vivir a su gusto y en toda su amplitud la preferencia sexual. Se le aporrea, se le tilda de enfermo o desviado, de abominación, de perturbado y no hay nada de eso. La prueba está en estas dos libretillas de citas con el médico de cabecera. Cuando uno se enferma su pareja lo cuida y le asiste con el médico, así es, eso pasa con todas las parejas. No es nada enfermizo ni demoniaco, es más bien una muestra de cariño. Es indeseable para la sociedad que una mayoría sexual y religiosa se proponga, a rajatabla, imponerse sobre minorías que no por ello dejan de ser libres, libre para amar y libres para vivir. Pero todo es sencillo, por encima de fanatismos y creencias decimonónicas, basta con reformar la Ley, la Ley que debiera ser equitativa para todos. Se trata de igualdad no se separatismo. Los diputados tienen la palabra, que actúen ya, si es con responsabilidad y audacia, que lo hagan y aprueben los matrimonios igualitarios, pero si es con temor y tibieza por no decir cobardía, que le hagan caso a la Arquidiócesis y a los curas que sigan intentando tapar el sol con un dedo. Como se había dicho en este portal hace unas semanas, el de Abraham y Gerardo es un amor ejemplar.