Octavio César Mendoza
La historia de la humanidad es tan extensa que su narrativa ocupa la mayor parte de las bibliotecas del mundo, y no es por poca cosa: el ser humano es el personaje principal de este planeta desde hace cerca de doscientos mil años. Ocupar el pináculo de la creación ha sido nuestra forma de sentirnos dioses y de encarnar entidades demoniacas. La nuestra es una guerra contra nosotros mismos, al ser los únicos seres con una inteligencia tan compleja que es capaz de producir Arte y Guerra, Amor y Paz, Bienestar y Dolor. Así, con mayúsculas, porque grandes son las proezas como las atrocidades del hombre.
La estética de la aniquilación es una energía tan excitante para algunos individuos que, por desgracia, alcanzan el poder público movidos estrictamente por esa razón. La venganza, el odio, la incapacidad de observar al ser humano como un igual, y a la sociedad como una aglomeración de iguales, es el verdadero móvil de muchos políticos en el mundo, de no pocos líderes de nuestra historia, y de la suma absoluta de los mal llamados “conquistadores”. Nuestra epigenética incluye tanto al ladrón y al asesino como al cobarde y el salvador. Somos un reservorio de pasiones con carga positiva y negativa.
Desde que inventó la puerta de la cueva, la humanidad ha conformado las líneas imaginarias de los mapas como una forma de defender su epigenética para salvaguardar sus fundamentos sociales como lo son la religión, la raza o la propiedad privada, de aquellos que representan una amenaza para su perpetuación. No sólo se trata de preservar sus recursos y su familia, sino de establecer una frontera entre las generaciones condicionadas por cosmogonías y filosofías, creencias e invectivas, donde la sangre, la heráldica y la historia propias no se mezclen con las de los intrusos.
Nuestro temor al vecino proviene de nuestra capacidad de imaginar lo que haríamos a él y a su familia y sus bienes si fuese un individuo indefenso. Solemne malignidad imaginaria, ¿verdad? El saqueo es una conducta movida por una baja pasión, al igual que el ejercicio de la violencia, que ejercen los artillados en contra de los inermes. La bestialidad del ser más refinado del planeta es grotesca como su propia fantasía de dominar al mundo, de ser el más destacado de su ámbito de conocimiento o fortaleza, de escribir la historia como el vencedor, o de propagar las verdades absolutas como Dios mismo.
Ante ello se opone la frontera como sistema de defensa física y moral, diría la Tía Dolores; empezando por el idioma, constituyendo las normas del acuerdo común dentro de las lindes, y estableciendo modelos de identidad colectiva como el himno, la bandera, la cultura y, esencialmente, la capacidad bélica. Del imperio al reino, del país a la república, del estado al municipio, los humanos vamos delineando los mapas donde nuestro quehacer existencial es la definición de lo que somos: una aglomeración de débiles vasallos establecida dentro de un territorio gobernado por los nobles.
Y así desde los griegos, para quienes la humanidad actual sería un verdadero orgullo de su superioridad intelectual; aunque eso no incluya, por desgracia, a sus coterráneos contemporáneos, que se quedaron con la pura belleza. El punto es que desde entonces, salvo por la ilustración francesa y, tal vez, durante el periodo inicial de la posguerra, la humanidad ha tenido pocos instantes de luminosa consciencia de su verdadero propósito creador y positivamente transformador del planeta, como para volver a caer en los fundamentalismos que generan tensión entre vecinos que temen ser despojados de todo.
He ahí a los actuales gobernantes de los Estados Unidos Americanos de la Doctrina Monroe o de la Rusia de Stalin que, para ir compactando los bloquecitos de lego territorial deciden hacer más obesos e insaciables a sus ejércitos, y se están preparando para crear los nuevos mapas del orbe: el de la América del Norte y la América del Sur, la Europa Rusa, y la China Comunista que ya comanda al (hasta hace pocos años) imaginario BRICS. Incluso, he ahí la imperialista declaración conjunta de Netanyahu y Trump de convertir, a Palestina, en un Resort construido sobre los cadáveres de una civilización.
El neocolonialismo bélico vuelve a superar las fronteras de la cultura y la economía. Es la novedad del inicio del segundo cuarto de este siglo, y ya comenzó a cambiar los mapas, al menos de nombre: el Golfo de México ya es el Gofo de América en Google; y cuando la percepción es la que modifica la realidad, aunque esta haya sido evidente desde sus orígenes, el cambio de la misma resulta inevitable. No es broma: recuerdo a cierto “viajero del tiempo” decir que una mujer sería la última persona en mandar en México, antes de unir a este país a la Norteamérica Continental. ¡Ay, Papantla!
En vía de mientras se dice que todavía no se aplicarán los aranceles a los productos Hecho en México, que ahí van los mexican soldiers a defender a los gringos de los hermanos latinoamericanos emigrantes así como de los malévolos traficantes de fentanilo, y ya se preparan los ataques silenciosos pero coordinados a los narco-campamentos. El cuestionario está dispuesto en el mesabanco: ¿Aliados o enemigos? (“¡Oh, oh, digo yo!”) ¿Volver al redil del neoliberalismo, o asociarse con las lejanísimas nostalgias revolucionarias porque somos progres y de izquierda? ¿Jalamos o nos pandeamos?
El pragmatismo maquiavélico de los conservadores dice que vamos a girar lentamente a la derecha como un enorme barco que perdió momentáneamente el rumbo -ojalá no vayamos navegando a bordo de un Titanic- y apoyaremos la agenda anti woke porque las minorías ya hicieron demasiado escándalo, instalaremos el Starlink de Elon Musk en lugar del Infinitum de Carlos Slim, aceptaremos las condiciones impuestas por el matón del barrio para seguir vivos y tener nuestro propio equipo de futbol americano, y regresará Salinas de Gortari a decir: “Se los dije”, mientras AMLO suspire allá en el rancho grande.
Los mapas territoriales podrán ser modificados; pero nuestras fronteras mentales, ¿cuándo? Esta puede ser la última llamada para fortalecer los cimientos más fuertes de toda nación: cultura, educación, deporte, salud, ciencia, tecnología, humanidades, economía y fuerzas armadas. Changuitos para que, como científica, Claudia Sheinbaum logre romper los paradigmas que se oponen a la razón, tales como los adoctrinamientos ideológicos y las militancias hereditarias. Se necesita una sociedad, un estado y un territorio fortalecido con murallas intelectuales, económicas y militares que generen respeto.
Empecemos por nombrar Organizaciones Terroristas a los grandes Cárteles de la Corrupción.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es poeta, escritor, comentarista y consultor político. Actualmente ocupa la Dirección General de Estudios Estratégicos y Desarrollo Político de la Secretaría General de Gobierno del Estado. Ha llevado la Dirección de Publicaciones y Literatura de la Secult-SLP en dos ocasiones, y fue asesor de Marcelo de los Santos Fraga de 1999 a 2014, en el Ayuntamiento y Gobierno del Estado de SLP, y en Casa de Moneda de México. Ganador de los Premios Nacional de la Juventud en Artes (1995), Manuel José Othón de Poesía (1998) y 20 de Noviembre de Narrativa (2010). Ha publicado los libros de poesía “Loba para principiantes”, “El oscuro linaje del milagro”, “Áreas de esparcimiento”, “Colibrí reversa”, “Materiales de guerra” y “Tu nombre en la hojarasca”.