Dejarnos sentir, eso podría salvarnos: la obra de Esmeralda Torres

Texto y fotografías de Mariana de Pablos

“30 de agosto de 2021. El vinagre de pulque está listo, ahora solo necesito conseguir pelos de elote para elaborar tinta naranja”. Diario de una alquimista, espíritu de mujer libre. Los secretos de la naturaleza se develan tímidamente ante los ojos de Esmeralda Torres, quien se maravilla ante las posibilidades del color que llenan de vida a sus creaciones. Esmeralda ha aprendido a usar no solo sus ojos para observar todo cuanto la rodea; sino también sus oídos y su corazón para escuchar: escuchar los secretos que arrastra el viento, que se cuentan los pinos y que cantan las flores.

La naturaleza nos habla todo el tiempo y tiene mucho que decir. El amarillo del cempasúchil, el azul del añil y el rojo de la grana cochinilla se dejan descubrir y explorar por la mano de Esmeralda en un diálogo permanente de amor y cuidado mutuos. Su obra es un viaje de reconexión con la naturaleza trasladado al papel. En su lienzo cobra vida todo cuanto es capaz de ver y sentir: los colores, las temperaturas, el andar de las hormigas, la creciente del río, la solemnidad de los cerros.

Sus viajes al campo, a los municipios de Huimilpan y Amealco en Querétaro, le permitieron redescubrir las formas de las piedras, los sonidos del agua y el movimiento de las hojas. Es a partir de los secretos que la naturaleza le contaba, que Esmeralda comenzó a recolectar flores, semillas, cortezas de árboles con los cuales hacía todas sus tintas, “entonces era como estar realmente conectada con la materia tintórea”.

Luego de haber viajado desde Querétaro y a estados como Michoacán y Yucatán, parte de esta obra elaborada durante tres años perteneciente al Proyecto del Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA) 2020-2023 ahora se encuentra en San Luis Potosí. La exposición titulada “El paisaje podría salvarnos”, e inaugurada por la propia artista el pasado jueves 25 de abril, se encuentra exhibida en la Caja Blanca del Centro de las Artes (CEART).

Además de los lienzos de diferentes formas y tamaños, en esta exposición también es posible admirar un amplio muestrario con algunas de las materias tintóreas utilizadas por Esmeralda en su obra. El muicle, el musgo, el palo de Brasil, el liquen, el huizache, la semilla de achiote, el carbón, la tierra y muchos otros más. La naturaleza en manos de Esmeralda se revela y deja de ser musa para convertirse en artista.

“Eso era algo que también me interesaba: mostrar toda la materia y darme cuenta que todo esto estaba a mi alcance, que simplemente era observar”.

“El paisaje podría… (27)”. Tintas de palo de Campeche, palo de Brasil, vainas de huizache, grana cochinilla, flor de manto de la virgen, nogal, cempasúchil, vainas mezquite, pelitos de elote. Añil, caseína, temple, acrílico, óleo, encáustica, cera fría, pigmento, barniz, tierra roja de Amealco y collage de papel kozo, kitakagreen y papel arroz/manta de algodón.

Oriunda del estado de Querétaro y licenciada en Artes Visuales por la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro, Esmeralda Torres ha participado en diversas exposiciones individuales y colectivas a nivel local y nacional; así como en países como Lisboa, Suecia y España. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del SACPC FONCA (2020-2023); ha recibido premios y distinciones en bienales de pintura; y ha sido becaria de Jóvenes Creadores del FONCA (2013-2014). Su obra le ha dado vuelta al mundo y forma parte de diversas colecciones artísticas de diversas instancias del país y museos a nivel internacional.

En la sala del CEART también se exhibe un muestrario de las diferentes tintas obtenidas a partir del tratamiento de la materia orgánica. La gama de colores es extensa y muestra tan solo una parte de todos los colores utilizados en su obra. Se trata de un proceso exploratorio de prueba y error en el que la intuición representa un rol esencial.

“Sabía que había muchos talleres, mucha información, pero no me quería meter en eso, quería que el campo me ofreciera toda esa variedad. Entonces iba juntando mis muestras y como que la pintura me iba dando sorpresas también. Cosas que yo no esperaba cuando aplicaba una tinta. Entonces para mí eso era importante: descubrir que la pintura estaba surgiendo solita y que no todo estaba bajo mi control”.

Las bitácoras o pequeños textos que acompañan el proceso de creación de la obra y que también se encuentran expuestos en la sala son, para Esmeralda, “una extensión de la pintura ligada a la palabra”. Se trata de un diario de descubrimientos en el que la autora conjunta poesía y narración con el conocimiento y los aprendizajes que fue generando durante los tres años que duró el proyecto.

“La tinta de cempasúchil huele a miel”, escribe Esmeralda el 14 de noviembre de 2020 y cuenta que “ahí escribía todo. Desde lo que iba saliendo hasta lo que no; mis frustraciones porque de repente no aparecía el color que yo estaba buscando. Y darme cuenta, por ejemplo, de los efectos que la lluvia o la sequía tendrían sobre la pintura”.

Cada punto, trazo y mancha de la obra de Esmeralda forma parte de un todo. Ella se integra a la materia y al paisaje como también lo hacen entre sí los conjuntos que, aun colgando de la pared, huelen y suenan a esa libertad que solo pueden ostentar el viento y la tierra.

Para Esmeralda su trabajo es un ciclo armonioso capaz de concretarse únicamente con su retorno al campo, a la fuente de origen.

“Una vez que terminaba la obra, yo quería regresar al campo para darme cuenta que lo que había pintado era lo mismo que lo que estaba en el campo”.

La naturaleza habla con Esmeralda y ella ha aprendido a escuchar. La suya es una apuesta arriesgada: la de vivir en el presente, la de conservar el instante. No busca entender, solo sentir. Su arte es un llamado por la firme convicción de que la humanidad aún tiene esperanza; aún existe la posibilidad de salvarnos solo si recuperamos nuestra propia sensibilidad para observar, para dejarnos sentir. Recuperar la inocencia, la sencillez, la curiosidad, de querer redescubrir el mundo y nombrarlo, como Esmeralda, desde el amor.

“El paisaje podría… (4)”. Tinta de flor de cempasúchil, carbón de mezquite de Amealco, temple, caseína, acrílico, óleo, gis graso, crayón, encausto y collage de papel arroz y papel revolución/manta de algodón.
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