Por Victoriano Martínez
La confusión y el alboroto que se dio, y aún no termina, en torno a la desaparición de un grupo de turistas y/o migrantes en la zona de Matehuala, lejos de ser comidilla de angustias entre la población, es motivo de alertas cuya atención se requiere con urgencia si efectivamente se pretende combatir el clima de inseguridad que se padece.
De entrada, no se puede perder de vista que la humareda informativa proviene de dos hechos graves que involucran riesgos para la integridad de entre 39 y 51 personas que fueron entre asaltadas y secuestradas por grupos delincuenciales.
Ni el caos informativo, ni la reacción de las autoridades de los estados que por territorialidad o por origen de las víctimas se vieron involucrados, pueden –ni deben– ocultar la preocupante realidad de que, en las carreteras del país, y en ese tramo en particular, es posible la comisión de actos delictivos como asaltos y secuestros colectivos contra quienes transitan por ellas.
Y pueden ocurrir con tal frecuencia, y hasta simultaneidad, que encienden otro foco rojo en cuestión de la coordinación entre las instancias gubernamentales potosinas, pero también con los entes responsables de garantizar seguridad y procurar justicia de otros estados.
Una falta de coordinación que en este caso exhibió la ausencia del principal insumo, que debe ser el intercambio de información en tiempo real. Sólo la ausencia de conocimiento de los datos que poseía una y otra autoridad explica la confusión entre dos hechos distintos al momento de proporcionar información a la prensa.
Una falta de intercambio de información en tiempo real que, inexplicablemente, dio origen a contradicciones al interior del gabinete de seguridad del Estado con las versiones encontradas de la Vocería de Seguridad Pública y la Secretaría General de Gobierno. Quizá cedieron ante la urgencia de informar y perdieron de vista la importancia de confirmar.
Problemas de comunicación que quedaron expuestos públicamente y exhiben a un grupo responsable de la seguridad descoordinado y que, lejos de generar la confianza que la población requiere para sentirse segura, sólo abonan a incrementar la percepción de inseguridad.
La movilización de las autoridades guanajuatenses y potosinas con el apoyo de la Secretaría de la Defensa Nacional sin duda fue justificada. No obstante, la difusión de los resultados por parte de los gobiernos estatales da cuenta de otro padecimiento comunicacional: les gana el afán de proyectarse como muy eficientes.
El rescate de 35 personas como parte del operativo se volvió materia de presunción para las autoridades, en tanto que abrió dudas sobre la realidad de los hechos delictivos ocurridos.
Sobre las 16 personas rescatadas en un primero momento no quedó duda de que se trató de un grupo originario del Estado de México, Querétaro y Guanajuato. La línea que rentó los vehículos en los que desapareció el otro grupo confirmó que se trató de 21 pasajeros y dos choferes.
Si buscaban a 23 y encontraron 35 que ya non eran turistas, sino migrantes, ¿las doce personas adicionales son víctimas de un tercer hecho delictivo? En cuanto al operativo de rescate, ¿cómo se pueden asegurar “cinco camionetas y una serie de armas que están ya puestas a disposición de las autoridades locales y federales” sin que se logre un solo detenido?
Detalles y aclaraciones pendientes por parte de las autoridades que mantienen abierto el capítulo de confusión y alboroto sobre la desaparición y rescate de turistas y/o migrantes con el ingrediente de una disputa indirecta en torno al mérito de la recuperación de los 35 secuestrados.
La Secretaría de Seguridad Pública del Estado de Guanajuato se adjudicó el hallazgo de este grupo al asegurar que se logró gracias a los helicópteros que el gobierno guanajuatense envió a territorio potosino.
“Es importante resaltar que este es el segundo resultado contundente que obtienen las autoridades potosinas, luego de que ayer se localizaron a 16 personas”, aseguró en un comunicado la Fiscalía General del Estado de San Luis Potosí.
Privilegiar adjudicarse el mérito del rescate exige parafrasear aquella expresión sobre que una ciudad limpia no es la que más se barre, sino la que menos se ensucia: una carretera segura no es en la que más secuestrados se rescatan, sino aquella en la que no ocurren secuestros… ni asaltos.