Desapariciones, entre números y autoridades insensibles

Por Victoriano Martínez

En San Luis Potosí, en los últimos cinco años, más de una de cada cinco personas desaparecidas no es localizada. Para los desaparecidos, cada día se reduce la oportunidad de regresar a casa.

De 2018 a la fecha se han localizado 65 fosas clandestinas con cadáveres, pero el Centro Estatal de Identificación Forense y de Búsqueda (CEIFB) no ha logrado identificar un solo cuerpo por falte de equipamiento.

La Comisión Estatal de Búsqueda de Personas (CEBP) tiene desplegados en las cuatro regiones del Estado 37 personas, de las cuales 10 se dedican a labores administrativas y sólo 27 a labores de búsqueda.

Durante el último lustro, han desaparecido 5 mil 307 personas, de las que se ha logrado localizar a 4 mil 198. Las mil 109 personas restantes no han sido localizadas. Representan el 20.9 por ciento. Más de una de cada cinco.

Las cifras del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) mi reporta para San Luis Potosí las mil 109, sino sólo 588 personas desaparecidas y no localizadas. Apenas un poco más de la mitad, el 53 por ciento.

Las 521 personas no localizadas restantes no han sido reportadas porque no se cuenta con todos los datos requeridos para incorporarlas al registro nacional. Así, según la base de datos varía el número de casos registrados. Una especie de embudo que abre paso a la duda sobre el número de casos que podrían considerarse como una cifra negra.

El total de personas desaparecidas arroja un promedio de 91 personas al mes, es decir, tres por día. De ellas, cada mes 19 no son localizadas.

Son las cifras que seis representantes del colectivo Voz y Dignidad por los Nuestros escucharon en la reunión que durante dos horas tuvieron con funcionarios de la Secretaría General de Gobierno en el Centro Estatal de Identificación Forense y de Búsqueda.

El Registro Nacional reporta una cifra de casi la mitad de los que registra la CEBP. Las cifran que les informa la CEBP a los colectivos de familiares de personas desaparecidas les resultan poco confiables porque en el trato directo con las víctimas secundarias el recuento, aunque impreciso por las condiciones en las que se da, lo reconocen mucho mayor.

Mientras más alejada del dolor permanente que padecen las victimas secundarias por la desaparición de sus familiares, las cifras se hacen menores cual relación decreciente del interés y compromiso que se le infunde a la labor para la localización de los desaparecidos.

Si un solo desaparecido debería indignar al grado de movilizar a todas las autoridades y a la sociedad, la normalización e insensibilización de estadísticas tan variables que hablan de miles convertidos en frías cifras es un indicador de que los recuentos poco aportarán a la definición de estrategias para enfrentar el problema.

Las víctimas secundarias necesitan mucho más, antes que cifras, ser escuchadas. Hacer Ruido con el apoyo de quienes tengan la posibilidad de contribuir a visibilizar el problema y sensibilizar sobre sus consecuencias.

Porque el panorama para las familias de colectivos como Voz y Dignidad por los Nuestros y su dolorosa labor de búsqueda de sus desaparecidos parece más difícil de cambiar: enfrentar la indolencia de la autoridad que lejos de ayudar, estorba… y se convierte en parte del problema.

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