Desbandada panista, secuela de la degradación política

Por Victoriano Martínez

La contienda electoral que culminó en 2021 dejó a la vista una clase politiquera con tal grado de promiscuidad, que la inercia de participantes –que lo mismo apoyan una alternativa que salen disparados para apoyar la contraria– se mantiene a la fecha con prematuros reacomodos que poco tienen que ver con la convicción partidista.

Una actitud politiquera que se ha vuelto la característica principal del sistema de partidos y que ahora se reproduce tanto en las contiendas internas como con unos efectos excesivamente preparatorios, cual reagrupamiento de gavillas, que tienen como objetivo apropiarse de la administración pública como botín en el 2024.

La renuncia al PAN por parte de un grupo de unos 60 hoy ex militantes, encabezados por el senador Marco Gama Basarte, tras los degradantes espectáculos de las precampañas y campañas para la elección del 6 de junio, así como los de la contienda interna por la dirigencia estatal panista, no tiene un ápice de defensa de una trayectoria de militancia digna y convencida.

¿Cambiaron los principios panistas? ¿Como partido el PAN ya no defiende los mismos valores por los que se afiliaron? ¿Ya no tiene los mismos documentos básicos? Los principios de doctrina del PAN datan de 1939, con modificaciones en 1965 y en 2002. ¿Acaso debieron renunciar desde 2002 o no haberse afiliado quienes tienen menor antigüedad como militantes?

Tanto las renuncias como los reproches de quienes se quedaron al frente del PAN son el prototipo de la crisis que hoy vive el sistema de partidos: politiqueros que lo mismo compran la franquicia del PRD para obtener alcaldías y diputaciones federales, que saltan luego al PVEM para –vía hipócrita coqueteo con la 4T– abrirse paso a la gubernatura.

Desde el máximo puesto de elección popular hasta la más insignificante de las regidurías –salvo excepciones difíciles de localizar– tienen detrás una historia de amarres y planchadas con más compromisos político-gavilleros que convicciones de un genuino programa político partidista.

El PAN ha muerto.

Los que se quedan reprochan a los que se van con acusaciones de mal agradecidos ante todos los beneficios personales que obtuvieron, en clara defensa de que es su turno para repartirse el botín.

Los que se van saltan a otro partido no porque cuente con principios de doctrina que los hayan convencido. Saltan al partido que creen que mejor engaña a la ciudadanía.

Ni unos ni otros tienen la capacidad de defender lo que es su partido conforme a sus documentos básicos, mucho menos a atender su definición constitucional de hacer posible el acceso ciudadano al ejercicio del poder público porque están muy ocupados en el asalto y, pierdan o ganen, en lograr una parte, así sean migajas, de lo que ven como botín en juego.

El PAN, como todos los partidos, ya dejó de ser partido para convertirse en un mero instrumento para los fines particulares y de grupo de quienes se apropiaron de su dirigencia y, al dejar de ser lo mismo para quienes la perdieron, se van en busca de un nuevo instrumento a su favor.

“Lo más grave es que muchos de ellos sólo quieren estar ahí para hacerse millonarios, y muchos ya lo han logrado, se han enriquecido ilegítimamente”, dijo en la rueda de prensa Francisco X. Salazar Sáenz, al señalar a quienes hoy dirigen al PAN y justificar así su salida del partido, como si él nunca hubiera sido beneficiado.

Lejos de emprender una lucha por la integridad del partido sobre el que dice que no reniega de ninguno de sus principios, Salazar Sáenz lo abandona cual si –después de 47 años– le resultara una institución desechable que no merece de su parte emprender una defensa para depurarla de los malos elementos que se la apropiaron. No reniega de sus principios, pero tampoco los defiende.

Una actitud prototípicamente politiquera presente en la actual desbandada panista, pero también en la priísta, la perredista, la panalistas, la petistas… y próximamente hasta la morenista que degrada la política a un campo de grillos que deberían conformar una galería de personajes a los que la ciudadanía tendría que rechazar en las urnas… o ni siquiera dejarlos llegar a las boletas.

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