Abelardo Medellín Pérez
En la época de las redes sociales, pareciera que todo político que consigue un mínimo triunfo electoral o logra ocupar un cargo de alta relevancia, debiera ser, además de un administrador y estadista, un gran comunicador; este requisito, sin embargo, no ha asegurado que quienes nos gobiernan comuniquen de forma eficaz a la ciudadanía y los sectores que la componen.
El gobierno del estado de San Luis Potosí tiene, como hace mucho tiempo no se veía, un aparato de comunicación social altamente efectivo. Saturan las páginas de diversas dependencias con propaganda disfrazada de comunicación gubernamental; tienen su propio equipo que levanta y organiza eventos públicos y masivos; mantienen un apego irrestricto a la narrativa que sostenga el gobernador, Ricardo Gallardo Cardona, sin importar con qué pie se levante de la cama, y aún con todo eso logran posicionar temas a través de portales y páginas que se deben a la administración.
Sí, son efectivos, pero lamentablemente esto no los ha vuelto eficaces.
El gran problema de la administración actual, es que el ancho de las dependencias se ha sometido a la forma autócrata de gobernar y la mayoría de los secretarios prefieren renunciar a su voluntad y ser replicadores de lo que se diga desde arriba.
Convertirse en títeres del sistema y de quien lo dirige es una estrategia de supervivencia más, pero no es una actitud sin víctimas.
Al renunciar a sus responsabilidades como entes conscientes al frente de dependencias, los titulares de área han hecho que la única fuente válida con potestad informativa sea el propio gobernador.
“Lo que diga el señor gobernador”, “por órdenes del señor gobernador”, “de acuerdo con lo que haya dicho el señor gobernador”, se han convertido en mantras y disculpas permanentes en el vocabulario del gabinete estatal, que se repiten cada que se intenta extraer de algún funcionario un gramo de criterio propio.
Por si la carencia de voluntad propia no fuera ya un problema, la consecuencia directa, entregarle el poder comunicativo al gobernador, se ha convertido en un lastre del cual padecen esporádicamente los sectores más vinculados al Estado.
Este último mes el propio gobernador, quien actúa como maxi vocero de su administración, ha dado cuenta de lo problemático que es el pretender ser la única fuente original de información.
De entre todas las distintas y diversas formas que tiene el gobernador para comunicar, hasta ahora la predilecta ha sido la de realizar transmisiones en vivo vía Facebook (como canal) y la de revelar las cosas en forma de primicia (como su código).
Aprovechándose de dicho canal, el gobernador ha informado el último mes de tres cambios fundamentales que afectaron directamente al sector educativo.
El 13 de junio pasado Gallardo anunció que se recortaría una hora la jornada escolar en nivel básico, para evitar los golpes de calor y los estragos de las altas temperaturas; el 5 de julio, el gobernador reveló los nuevos libros de textos que se entregarían a primarias y secundarias con los logos e iconografías de su gobierno; finalmente, este 11 de julio, anunció, con a penas 24 horas de anticipación, que las vacaciones comenzarían este miércoles 12 de julio, con lo que se adelantó una semana el periodo vacacional.
Todos estos anuncios fueron vía Facebook y comunicados a través de una transmisión en vivo, sin embargo, tuvieron algo más en común: padres de familia, estudiantes, supervisores, directivos y maestros, se enteraron por igual, a través de este medio o por medios de comunicación, pero no por la Secretaría de Educación del Gobierno del Estado.
El gobernador y la gente bajo su mando, podrían afirmar que no tiene nada de malo que la gente obtenga la información de la mano de quien, en todo caso, toma las decisiones. Sin embargo, esta idea, pasa por alto el hecho de que los aparatos administrativos que gestionan cosas serias, dinámicas y relevantes, como el sistema educativo, requieren de una organización que, aceptémoslo, el gobierno no tiene.
Al informar de golpe a todos los sectores de forma tan desorganizada y generalista, el gobernador pasa por alto una cosa: él puede ser el rey de su palacio, pero no manda en las aulas. Ni aunque las construya.
Desde su Facebook, el gobernador manda un mensaje, por ejemplo, que la jornada de clases durará menos; con esto informa a la madre de familia y al alumno, pero si el personal de un plantel educativo no tiene el oficio firmado por el secretario de Educación y la instrucción precisa de cómo se gestionarán los tiempos y horas clase, las escuelas quedan con un caótico predicamento en manos.
Entonces, le cargan a los profesores de escuelas públicas los bomberazos que alertan a padres de familia preocupados por no tener suficiente información. “Yo también me estoy enterando apenas”, fue de seguro una frase recurrente entre maestros y los padres de familia.
Ahora resulta que además de estar al pendiente de las instrucciones de supervisores, directivos, la SEGE, padres de familia y alumnos, ahora se les exige a los maestros y maestras que estén al pendiente de la cuenta personal de Ricardo Gallardo porque, no vaya a ser, que el gobernador tenga un chispazo de ocurrencia y decida que va a concluir el ciclo escolar antes, o anunciar nuevos libros, o acortar los tiempos escolares.
Al sostener esta insistencia de comunicar como bocina unidireccional, el gobernador pasa por encima de la SEGE y de sus estructuras organizativas internas que por algo están ahí. No es gratuito que el estado sea dividido en unidades, secciones, entidades, esto es para gestionar la complejidad que las poblaciones grandes suponen. Creer que con una cuenta de Facebook y ganas de “cambiar algo” se puede comunicar de forma efectiva y eficaz, es un error que este gobierno ha cometido más de una vez.
El gobernador podrá decir (porque ya lo dijo esta semana) que no hay inestabilidad en su administración, pero él parece no temer infundir dicha inestabilidad en otras entidades como las educativas.
Las razones detrás de estos anuncios vertiginosos son obvias; el gobernador no tolera dejar de ser el centro de atención, figurar en los medios como el heraldo de una exclusiva diaria, es una oportunidad demasiado atractiva como para desaprovecharla.
Como gobernador, Gallardo Cardona debería abandonar su púlpito digital y optar por informar de la forma adecuada: por los canales oficiales. No necesita ser él quien traiga el mensaje para que se aplique la orden y si así lo cree él, es justo porque la administración personalista que aún llama “gobierno” ha adoctrinado a su séquito para ser así.
Hoy es la educación, ¿cuál será el próximo sector desestabilizado por los bomberazos de palacio?, ¿y cuánto más tolerarán las estructuras funcionales esta forma disfuncional de gobernar con anuncios especiales?
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Estudios sobre la Democracia y Procesos Electorales en el posgrado de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha trabajado como reportero y columnista en los medios digitales La Orquesta y Arco Informativo; actualmente es reportero de Astrolabio Diario Digital. Ha sido acreedor de dos premios estatales de periodismo en las categorías de Artículo de Fondo y Periodismo Regional.