María Ruiz
El eterno chavo banda, el ex diputado Pedro César Carrizales Becerra El Mijis regresó a despedirse de su tierra, de su gente, de su familia y del barrio que lo vio crecer.
En punto de las dos de la tarde, su féretro llegó a su domicilio ubicado en la colonia Las Piedras, un sitio conocido por su alto índice de delincuencia y en donde el también activista trabajó de cerca con las pandillas de esta zona.
En medio de la intimidad de su hogar se realizó una misa de cuerpo presente; una escena solemne y dolorosa, en donde el brillo metálico de su ataúd azul cobalto se fue extinguiendo, como el aviso de una eterna despedida.
Los tragos de cerveza se encontraron en sincronía con el ritmo del wepa y de la cumbia. Un encuentro de desolación y tristeza.
El retrato de El Mijis sobresalió entre una multitud que decidió acompañarlo en este último adiós a su existencia y a esa distintiva libertad de los hombres que dominan su espíritu.
Una escena platónica y reflexiva que hace repensar a cualquiera que después de la muerte, deviene aquella dichosa y deseada inmortalidad del alma.
A las tres de la tarde, la familia Carrizales Becerra arribó al Parque Funerario Arboledas del Consuelo. A paso corto, su familia y amigos se dirigieron a un final inescrutable.
El llanto se hizo impetuoso, como el viento de marzo.
El sepulcro esperaba y el último encuentro con sus seres queridos era importante, quienes cantaron para recordarlo como un hombre que consideró la vida siempre como un sueño.
Así se despidieron de El Mijis. Hoy su imagen se disuelve, se desdibuja de todo aquello que es materia. Una muerte que cimbró la política mexicana y de quienes muchas veces son los olvidados por la misma.
