Develando la anatomía del sentido del humor

 

Ciudad de México (23 de abril de 2016).- Dice el dúo Faemino y Cansado en el folleto de ¡Como en casa, ni hablar! que le gustaría que la gente riera al menos veintitrés veces, y que al salir del teatro fueran mejores personas y encontraran el sentido de la vida. El primer deseo lo cumplen de sobra. Muchos empiezan a desternillarse en cuanto los humoristas pisan el escenario. A otros, en cambio, el espectáculo no les hace ninguna gracia. O incluso lo pasan mal, como le ocurre a una mujer que no para de mirar el móvil a cada instante, a la espera de que se acabe ya de una vez la tortura. ¿Por qué algo divertido para unos no lo es para otros?

 

“Creo que el humor es una forma de ver la vida y un mecanismo de defensa. Y no está claro en qué radica”, opina Javier Cansado. Y añade: “Yo siempre digo que mis hijos son gente divertida, pero no humoristas. Yo te puedo enseñar a catar un vino, pero no te puedo enseñar el sentido del humor”.

La risa es un comportamiento ampliamente analizado por la comunidad científica desde hace décadas. El humor, en cambio, revela mucho más acerca de cómo pensamos, sentimos y nos relacionamos con los demás. Es un estado de ánimo, y por tanto, difícil de medir.

Gracias a las modernas técnicas de neuroimagen, sabemos que el humor se origina en un área denominada central de detección de errores. Está localizada casi en el centro del cerebro, justo encima del cuerpo calloso que conecta los hemisferios izquierdo y derecho. Desde esta posición, puede supervisar el resto de regiones, cada una de las cuales está especializada en una actividad, como pueden ser la visión o el lenguaje.

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Cuando nos cuentan un chiste, las ondas sonoras de las palabras viajan en forma de impulsos eléctricos al cerebro: “¿cómo se esconde un elefante en un cerezo?”. El hemisferio izquierdo empieza a ordenar la información mientras intenta acertar el final lógico de la historia. Por otra parte, se activa una pequeña zona en el hemisferio derecho que nos permite imaginar la narración desde una perspectiva absurda. También necesitamos las áreas implicadas en el procesamiento del lenguaje y la memoria a corto plazo.

Entonces llega la resolución del chiste: “se pinta las uñas de rojo”. Esa incongruencia, ese final inesperado rompe con nuestras expectativas. La central de errores es la encargada de sincronizar lo lógico y lo ilógico de la narración, según explica Natalia López Moratalla, catedrática de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Navarra.

Pero una cosa es que una chanza nos sorprenda y otra muy distinta que nos parezca divertida. Al lograr detectar el error, el cerebro obtiene una recompensa a través de la liberación de dopamina, la conocida como hormona de la felicidad. Entonces es cuando se desencadena la risa. “El sentido del humor requiere una mente ágil y flexible, ya que los procesos de entender el chiste, encontrarlo divertido y reírse se sincronizan muy rápido”, asegura la experta.

Fuente: Muy Interesante.
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