Por Victoriano Martínez
Hoy volverán a salir, se reunirán a las tres de la tarde en la Plaza de Armas, recorrerán calles del Centro Histórico, realizarán paradas en la sede de instituciones representativas tanto de la violencia como de la falta de acciones para eliminarla y, desafortunadamente, la advertencia será la misma: ser mujer es un factor de riesgo.
La cifra que da la Organización de las Naciones Unidas para destacar la importancia de visibilizar la magnitud del problema y llamar la atención de los gobiernos con la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer es espeluznante. “Cada 11 minutos una mujer o niña muere asesinada por un familiar”.
Pero el catálogo de las violencias que padecen las mujeres incluye muchas más situaciones que los feminicidios y se ha vuelto algo tan cotidiano que prácticamente de manera permanente es visibilizado, no por pronunciamientos y acciones tendientes a resolver el problema, sino por hechos criminales que dan cuenta de que cada día la situación se vuelve más grave.
La Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, de la ONU, define “violencia contra la mujer” como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”.
La conmemoración de un “Día Internacional” generalmente está precedida por una campaña sobre el tema con una intención de enfocarse en la importancia de encontrar una solución.
Para hoy, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, aunque hubo declaraciones de instancias gubernamentales y hasta la presentación de una película en ese sentido, los casos de violencias que padecen las mujeres se abren paso por sí mismos en los espacios de los medios de comunicación como testimonio cotidiano de la existencia del problema.
Una protesta por las desapariciones en la zona media, tres mujeres en el caso más reciente; un feminicidio en Rioverde con una víctima de 46 años; víctimas desatendidas por la institución que debe defenderlas, o por aquella que debe proteger sus derechos humanos, y así puede continuar el recuento.
Se ha vuelto una constante ver que las víctimas que levantan la voz terminan revictimizadas por las instituciones que deberían apoyarlas, lo que representa un riesgo adicional que enfrentan: la exigencia de su derecho a la justicia se convierte en el detonante para que padezcan violencia institucional.
Hace un año, el alcalde Enrique Galindo Ceballos declaró su intención de que el municipio de la capital saliera de la lista de aquellos que tienen declarada la alerta de violencia de género, y le valió ser señalado como “feminicida institucional”. Hoy parece que el Día Internacional le ha pasado inadvertido.
Si algo buscan las conmemoraciones de días internacionales es lograr sensibilizar a las autoridades para tomar cartas en los temas tratados. Si algo muestran hoy las autoridades estatales y municipales es que, si el tema no da para su lucimiento y promoción de imagen, mejor dejarlo pasar inadvertido.
Que ellas salgan, que se movilicen, aunque al hacerlo dejen expuesta la insensibilidad de las autoridades que se traduce en impunidad y en revictimización institucionalizada. A fin de cuentas, es uno de los pocos días en que se manifiestan así. El resto del tiempo las violencias cotidianas se normalizan… y las autoridades también las ignoran.