Vivir como un perro
400-325 a.C.
Frater Ignatius
Sin asomo de duda este filósofo fue realmente un provocador. Afirmaba que la felicidad solo podía ser alcanzada viviendo de acuerdo con la naturaleza, en el sentido de un acercamiento literal con ella.
Suprimía de tajo toda especulación tanto filosófica como la parafernalia en lo relativo a las riquezas u honores. Habría que vivir entonces de manera frugal y con lo más indispensable. Una vida cercana a los viejos maestros de la India.
Su filosofía en tono intransigente exige del practicante una vida ascética alejada de toda cuestión superflua. No es fácil vivir así porque se requiere un completo dominio tanto de la mente como del cuerpo.
Abandonar toda posesión, propiedad, ataduras familiares y valores sociales, impone un autodominio a toda prueba y un perder el miedo para obtener claridad, como lo sostuvo la filosofía tolteca.
Nuestro filósofo nunca escribió. Platón decía que era un Sócrates desquiciado. Vivía en un barril y tenía pertenencias mínimas. Apenas cargaba con una mochila y un bastón. El cuenco lo abandonó cuando vio a un niño que tomaba agua con las manos.
Era hijo de Hicesias, un hábil defraudador que acuñó moneda falsa. Su hijo lo defendía e incluso le ayudaba. Es por eso que huyeron de su lugar de origen y se fueron a vivir a Atenas.
En el Ágora se masturbaba y decía que si fuera igual de fácil comer, tocando el vientre, sería maravilloso. Buscaba siempre hombres honestos con una lámpara que llevaba a plena luz del día.
Amaba el convivir con los perros y tenía una gran sensibilidad para con ellos. Alguna vez se le escuchó decir que cuando muriese, lo echaran a los caninos, al cabo él había vivido toda su vida como uno de ellos.
Se vendió como esclavo vociferando a todo pulmón que si alguien deseaba comprar a alguien que mandara, él estaba dispuesto a hacerlo. Su amo le dio su libertad y Diógenes lo agradeció por siempre.
El encuentro con Alejandro Magno es celebre. Cuentan que se le apareció en un gran corcel el conquistador y le dijo al cínico que le pidiera lo que deseara, casi como un genio de la lámpara. Diógenes simplemente le dijo que se apartara de ese lugar porque le tapaba el sol. Alejandro quedó sorprendido y le admiró por siempre.