DUC IN ALTUM: Ni Pax Sepulcrorum ni Pax Narca

Francisco X. Salazar S.

Ni la Paz de los Sepulcros, ni la Paz Soviética, ni la Paz Narca son aceptables aunque existan o hayan existido. La única paz aceptable es la que se obtiene como fruto de la justicia, no a través de la injusticia.

El presidente da como pretexto para su inacción frente al crimen organizado que pretende ir a las causas de la violencia: la pobreza, la ignorancia, la marginación, y que por eso regala dinero a los pobres. Dice que él es pacifista, que no va a combatir la violencia con la violencia y que no cree en la Ley del Talión, porque nos dejaría a todos tuertos o chimuelos. Pero sus argumentos no se sostienen, más bien son pretextos. Y tampoco se pueden aceptar como enseñanzas evangélicas.

Empecemos con la justicia y la paz. Pretender que si primero hay paz habrá necesariamente justicia, es poner la carreta antes del burro. Es al revés. Cuando se logra que impere la justicia en seguida viene la paz. La paz es fruto de la justicia. Por el contrario, la “paz” que impone el crimen organizado es una gran injusticia porque es la Paz de los Sepulcros. Es la paz que impone un poderoso perverso, armado hasta los dientes, sobre la población inerme e indefensa. Y esa “paz” la usa para robar, explotar, exprimir y expoliar a la sociedad sin límites, y llegando a extremos de crueldad inaudita. Lo adecuado es que el gobierno combata a estos criminales e imponga la justicia aplicándoles la ley. Solo así vendrá después la paz verdadera.

Por otra parte, pensar que con regalarles un dinerito a los jóvenes ya no habrá sicarios es una ingenuidad: ¡el crimen les ofrece muchísimo más! Ante la escasez de empleo (por el mal manejo de la economía) es más probable que les atraiga más ser narcos millonarios a miserables desempleados.

En cuanto a la Ley del Talión a la que se refiere la Biblia (por ejemplo en Éxodo 21:23-2) y en el Código de Hammurabi es importante hacer dos aclaraciones. La primera es que se trata de un principio jurídico de “justicia retributiva”, en el que frente a un daño causado la respuesta debe ser proporcional al primero. Se trata de un principio de moderación para evitar la venganza o la respuesta excesiva ya superado por los sistemas modernos de justicia.

Nadie le está pidiendo al presidente que aplique la Ley del Talión, lo que le exigimos es que aplique las leyes mexicanas vigentes y proteja a la población. Las leyes modernas le otorgan al Estado el uso exclusivo de la fuerza pública para que imponga la seguridad y la justicia frente a los que quieren causar daño a la población. Y si para eso se requiere el uso de la violencia el gobierno debe usarla para imponerlas, con las limitantes que establezcan las leyes de cada país.

La segunda aclaración es que, cuando el Evangelio (¡es increíble cómo el presidente aprovecha cualquier ocasión para compararse con Jesús!) habla del reemplazar la Ley del Talión por la ley del amor, no se refiere a cancelar la justicia ni sugiere una ley de inacción, pasividad o de sumisión. Las enseñanzas evangélicas de presentar la otra mejilla o de orar por los enemigos son una invitación personal, que cada quien puede asumir o no. Pretender que una comunidad, un pueblo o un estado reciban con abrazos a un invasor injusto es una tontería que no se sugiere en el Evangelio.

Más aún, cuando la autoridad, presidente, gobernante o líder de esa comunidad o pueblo, recibe con flores y abrazos a un invasor, se convierte –ese sí– en un traidor a su pueblo. El papel del líder es encabezar la resistencia, ser el primero en el frente, no encerrarse en su palacio a ver cómo masacran a su pueblo.

Finalmente, que el presidente se diga pacifista es una aberración. En todo caso sería mejor que se considerara pacífico. Porque los pacíficos, los de la bienaventuranzas, son los que, en el sentido etimológico de la palabra, construyen la paz; son los que tienen hambre y sed de justicia, no los que buscan pretextos ante la injusticia.

Es Ingeniero Químico, maestro en Administración y doctor en Educación. Empresario. En 2005 ocupó el cargo de Secretario del Trabajo y Previsión Social a nivel Federal. Fue dos veces diputado federal y senador, y una vez diputado local. Ha sido catedrático por más de 25 años en universidades públicas y privadas. Miembro del Partido Acción Nacional de 1975 hasta abril de 2022. Ha sido consejero de Canacintra, Industriales Potosinos, Unión Social de Empresarios de México y de Coparmex. Ocupó el cargo de secretario general en el Sindicato de Académicos de la UASLP. Actualmente es presidente del Instituto de Política Laboral A.C.

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