Francisco X. Salazar S.
No sé qué llama más la atención, si la necedad o la insensibilidad. La incapacidad de reconocer errores, fallas, desaciertos y su desconocimiento; o la incapacidad de conmoverse ante el asesinato, el dolor, la orfandad, la muerte, la destrucción del patrimonio de millones, la migración forzada.
Por un lado la arrogancia, el creerse sabelotodo, el desprecio a los técnicos, a los científicos y estudiosos, y la aversión contra los que se atreven a cuestionar su infalibilidad. Por otro la obcecación en no cuestionar a sus incondicionales, Gertz, Bartlett, a los criminales, o a Peña y a los que lo han ayudado destruyendo a sus adversarios.
Pero el colmo de la insensibilidad fue su actitud ante el asesinato de dos Jesuitas, que si acompañaban y ayudaban a los indígenas, y un guía de turistas, en la Sierra Tarahumara. Es cuestión de ver su molestia por la solicitud de que reconsidere su tonta estrategia de “abrazos, no balazos”, y sus insultos contra la Iglesia, que denunció los ríos de sangre que corren en muchas regiones del país, entregadas al narco.
Pero ¿acaso les reclamó a los asesinos, a los secuestradores, a los extorsionadores, a los infames polleros? No, su reclamo fue a la Iglesia, porque según él “habían callado ante el mátalos en caliente” (dicho de Porfirio Diaz). Así que ahora suma a la larga lista de sus enemigos a la iglesia. Ya entró a la lista de los traidores a la patria, junto con los periodistas (cada vez más en riesgo de ser asesinados), los aspiracionistas, los que si estudian para darle a sus familias una vida mejor, los que envían a sus hijos a estancias infantiles o a escuelas de tiempo completo, o los que tienen niños con cáncer, las mujeres que ya no quieren que las sigan matando, los investigadores y académicos, los médicos no cubanos, los inversionistas que aspiran (¡oh, gran pecado!) a tener utilidades, los partidos no paleros, los españoles, los gringos (antes de doblarse al primer manotazo de Trump), los que se quejan, los que callaron ante Porfirio Díaz, los que no lo alaban y le rinden pleitesía.
Agreguemos a esto la a tragedia de los migrantes asesinados por los polleros en Texas. Ellos ya votaron con los pies contra la 4T, sin tener que participar en sus encuestas chafas; abandonaron su país, su tierra, sus parientes, no por gusto sino porque no ven futuro aquí. ¿Por qué migran, huyen de sus pueblos y ciudades, arriesgando su vida, cargando con sus hijos pequeños? Por falta de seguridad y empleo.
Y es que no hay seguridad por culpa del Gobierno, hay que decirlo con toda claridad, ya no le aceptamos que culpe a Calderón y a Don Porfirio. Ya va para cuatro años y todo empeora.
Y no hay empleo porque no hay inversiones ni negocio posible con la extorsión, el secuestro, el moche, las cuotas que cobra el Crimen Organizado ante la displicencia del Gobierno y la terquedad de los “abrazos, no balazos”.
De 2010 a 2018 había empezado a descender el número de mexicanos que migraban a Estados Unidos, e incluso hubo años en que los que regresaban a Mexico fueron más de los que se iban. Pero dos hechos cambiaron la tendencia: la cancelación del Aeropuerto de Texcoco, malísima señal para los posibles inversionistas –que incrédulos escuchan al presidente del “me caso ganso”, “al carajo las instituciones”, y “no me salgan con que la Ley es la Ley“–; y la invitación y apertura de las fronteras a los centroamericanos, hasta con ofrecimientos de empleo (claro que reculó al primer manotazo de su amigo Trump).
Desde que entró este Gobierno volvió a aumentar el número de migrantes mexicanos. Buenos trabajadores que ya no aguantan la inseguridad, la posibilidad de que llegue un narco drogado y empiece a matar a lo loco, mientras el ejército es contenido por órdenes superiores. Saben que en Estados Unidos los necesitan, aunque por razones políticas o por racismo, no los dejen entrar. Y aunque están conscientes de que allá también hay corrupción y polleros gringos, creen que si se logran colar y encontrar un trabajo, aunque sea informal, podrán ofrecerle a sus familias lo que en México ya se volvió imposible.
Por eso es un insulto que presuma que las remesas son un logro; en realidad son una demostración de un Estado fallido, de un Estado expulsor.
Pero como Nerón tocaba el arpa mientras Roma se incendiaba, aquí se juega beisbol mientras corren los ríos de sangre.
Es Ingeniero Químico, maestro en Administración y doctor en Educación. Empresario. En 2005 ocupó el cargo de Secretario del Trabajo y Previsión Social a nivel Federal. Fue dos veces diputado federal y senador, y una vez diputado local. Ha sido catedrático por más de 25 años en universidades públicas y privadas. Miembro del Partido Acción Nacional de 1975 hasta abril de 2022. Ha sido consejero de Canacintra, Industriales Potosinos, Unión Social de Empresarios de México y de Coparmex. Ocupó el cargo de secretario general en el Sindicato de Académicos de la UASLP. Actualmente es presidente del Instituto de Política Laboral A.C.