Por Victoriano Martínez
Si algo caracterizó al llamado “Primer Informe de Resultados” del gobernador Ricardo Gallardo Cardona fue la exhibición de una nueva forma de derrochar el erario en un culto a la personalidad como siempre con spots promocionales ampliados… y sin informar.
Si algo se puede esperar hoy del “Primer Informe de Gobierno” del alcalde Enrique Galindo Ceballos es exactamente lo mismo, según lo anuncian sus ególatras promocionales y espectaculares. Lo único que habrá de distinguirlo será el formato… a menos que se lo vaya a copiar a su idolatrado gobernador.
Si de algo se puede tener la certeza es que gobernador y alcalde –igual que sus antecesores– toman su obligación legal de informar el estado que guarda la administración pública como pretexto para actos faraónicos tan huecos que representan un atentado grave y oneroso contra el derecho a saber.
Hoy se conmemora el Día Internacional del Derecho a Saber. Hace dos días Gallardo Cardona atentó contra él y hoy –no se puede esperar de otra manera– lo hará Galindo Ceballos.
¿Cuántos potosinos hoy pueden afirmar que saben cómo se encuentra el Estado a partir de lo que presentó en el Centro de Convenciones Gallardo Cardona?
Con tono presuntuoso habló de que se aplicó una inversión de 5 mil 500 millones de pesos cada uno de los ejes temáticos de infraestructura y salud; 3 mil millones de pesos en el de seguridad, y en apoyos sociales 2 mil millones de pesos. Un total de 16 mil millones de pesos. ¿Mucho o poco? Sin detallar los resultados concretos, difícil de saber.
¿Diferente a sus antecesores? Para nada.
Juan Manuel Carreras López presumió en el discurso de su primer informe una inversión por 24 mil 751 millones de pesos aplicados en mil 361 obras, de las que destacó dos rubros: en modernización carretera 2 mil 692 millones de pesos invertidos y en infraestructura educativa mil 300 millones de pesos.
Fernando Toranzo Fernández aseguró en su primer informe que realizó 10 mil 340 obras con una inversión de 26 mil millones de pesos, de las que en 934 casos se terminaron obras que el gobierno anterior había dejado inconclusas.
De los últimos tres primeros informes, en el de Gallardo Cardona es en el que se dio a conocer la menor inversión. ¿Se trató en los tres casos de datos creíbles que honraron el derecho a saber y la obligación de rendir cuentas? Difícilmente.
De los tres casos, el de Gallardo Cardona es el que cierra más la posibilidad de que la población pueda intentar verificarlo: hasta esta madrugada en el sitio Web del gobierno estatal aún no aparecía publicado el documento completo del informe. Con Carreras López y Toranzo Fernández fue posible descargar ese documento minutos después de ser entregado al Congreso del Estado.
Con su informe, Gallardo Cardona perdió su oportunidad de diferenciarse de sus antecesores y, al final, no sólo resultó igual que los que bautizó como herencia maldita, sino que blindó su informe con mayor opacidad que aquellos, que ya es mucho decir.
Usar la tecnología para impresionar con una escenografía de pantallas gigantes es desperdiciar los recursos disponibles, cuando podrían usarla para poner a disposición de la población bases de datos abiertas (muchas a las que ya los obliga la Ley de Transparencia, pero la violan), con vías intuitivas de consulta que hicieran disponible un informe real y no sólo exhibir una presunción fantasiosa.
De acuerdo con la promoción personalizada que hace a su informe de hoy, Galindo Ceballos le sigue los pasos a su admirado gobernador, a menos que sorprenda con un verdadero informe que se base en la convicción de que sus obligaciones son para cumplirse y no para presumirse a golpe de aparentar y publicitar.
En tanto no sea así, al incumplir su deber de informar, las autoridades han convertido su obligación con el derecho a saber en su grosero derecho a esconder, a maquillar, a adornar, a aprovechar para promocionar su imagen siete días antes y cinco días después de su ceremonia… en pocas palabras, a simular que cumplen con su obligación legal de informar.
Han convertido el derecho a saber en su derecho a esconder… y de la peor manera: durante 12 días tras una ofensiva propaganda de spots que –el menos en el del lunes de Gallardo Cardona–los disfrazan como informe de resultados con video-promocionales alargados para rendir un culto a la personalidad y exhibir egos urgidos de reafirmarse porque no creen ni en sí mismos.