El 8M en San Luis

Antonio González Vázquez

Quienes las vieron ayer, no podrían decir que fue como admirar un arroyo de aguas claras deslizándose indiferentes y mansas.

De hecho, quienes las vieron en el atardecer de ayer, hoy darían cuenta de la impetuosidad de un río desbordante; un caudal de estruendo que estalla incontenible y avasalla con todo a su paso.

Ya sea de morado o verde, de negro o de rojo, caminaron airosas y hablaron en voz alta, los rostros eufóricos con la frente bien arriba.

Ayer por la tarde, la furia tomó las calles y cada una de ellas, desde el fondo de las entrañas, soltó un ya basta.

El viernes por la tarde salieron de nuevo a la plaza porque ellas tienen coraje, ya están hartas y no quieren más cicatrices en la piel; no más vidas rotas, no más muerte.

Levantaron la voz y luego gritaron exultantes. Ya han vivido demasiado tiempo en el horror.

No quieren ir a dormir y en la mañana amanecer con miedo. Tan vulnerables todas ellas ante el vendaval.

En el 8M otra vez se rompió el silencio.

Ante los vetustos muros del templo donde se asegura que vive Dios, lanzaron un clamor que se debió escuchar en el más oscuro rincón de la sacristía: “aborto sí, aborto no, eso lo decido yo”.

Ellas, las que llevaron una pañoleta verde rodeando el cuello a manera de mensaje para quienes ya deberían entender lo que hay que entender; ellas y su derecho de mujer para decidir si dan vida o no sin que les criminalice o satanice.

Ayer, las mujeres ejercieron en el 8M su derecho a hacer pedazos la figura de los acosadores, de los violentos, de los maldicientes, de los agresores.

La palabra salió impetuosa desde la profundidad de la garganta para sancionar de modo ejemplar a gobernantes tan ineptos como ineficientes, tan simuladores y tan falaces que hay permiso para verles con rencor.

Con ese mismo rencor, ellas se plantaron ante la autodenominada Máxima Casa de Estudios y exigieron con elevado carácter y con evidente desprecio: ¡fuera acosadores de la Universidad, fuera acosadores de la Universidad.

Plantadas a media calle ante el edificio donde tiene su oficina el rector, que dicho sea de paso además de ser arquitecto es también condecorado maestro en arquitectura, es decir, en su culta abreviatura: M. en Arq., ellas, sin remordimiento alguno lanzaron huevos a la noble fachada.

Ya en otra ocasión habían pintarrajeado los rectoriles muros que las buenas conciencias universitarias tienen como algo sagrado, pero ayer, en un acto de buena voluntad, solo le lanzaron huevos aunque en el fondo de las ansias femeninas, habrían deseado que fueran piedras.

“Quiero ver alumnas graduadas no acosadas ni abusadas”, fue el huevazo más sólido para el rector.

Unos cavilaron que serían doscientas y otras que quinientas, pero eso poco importa, ahí estaban de nuevo en la calle, donde quienes se saben indignadas saben que deben estar, en tierra de la realidad.

Mientras ellas van por la realidad tan brutal como ésta, el gobernador, el alcalde y una diputada encabezaban el ceremonial oficial de la entrega del reconocimiento a la Mujer Potosina del Año.

Todos entre risas, abrazos y felicitaciones cuando el talante debería ser de tristeza y desaliento, pero así de contradictorio es el mundo en el gobierno: traen en la mano un hierro caliente y sonríen como si les contasen un chiste.

Como sea a cada acosador lo suyo. El Vicegobernador de apellido Morales y de nombre Gabino fue expuesto públicamente como “violentador de mujeres”. La Cuarta Transformación presente también en el 8M.

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