Óscar G. Chávez
Año con año resulta previsible lo que ocurrirá durante la temporada de lluvias en la ciudad de San Luis Potosí. Las aguas correrán libres sobre el cauce pavimentado de los ríos Españita y Santiago, los puentes de Salvador Nava se convierten en toboganes, los deprimidos del Acceso Norte y puente de Pemex se vuelven deprimentes y, desde luego el paso a desnivel de Manuel José Othón (bajo las vías del Ferrocarril entre Azteca sur y Guillermo Prieto) se vuelve una alberca, estrangulando prácticamente cualquier entrada del oriente al centro de la ciudad.
Eso nos recuerda, entre muchas otras cosas, que siendo diputado federal Xavier Nava aseguró que gracias al drenaje que derivado de sus gestiones como legislador se colocó en el río Santiago, éste no volvería a inundarse, facilitando con ello la continuidad del tránsito vehicular. Falacias, el famoso dren resultó tan funcional como cualquier caño maestro de la colonia que deseemos imaginarnos, de tal suerte que eso y nada son lo mismo.
Pero por otro lado también nos hizo ver que el referido puente de Manuel José Othón durante cualquier lluvia considerable (en tiempo y cantidades) se convierte en el talón de Aquiles de cualquier administración municipal. Aunque, es necesario decirlo, creo recordar que durante el periodo de Mario Leal Campos al frente de la alcaldía, se logró controlar y erradicar por completo el mal. Fue cosa de tres o cuatro años, nada más, después las atenciones y cuidados al sistema de bombeo y desagüe del puente quedaron en el olvido, y las inundaciones continuaron hasta el día de hoy. Las lluvias de esta semana inundaron el sitio y el caos de nuevo se normalizó.
Absurdo por demás resulta que si el exalcalde panista colabora con el actual Ayuntamiento (no sé si de gollete o como miembro de la fuerza aérea) no haya tenido la iniciativa de comentarle al alcalde Galindo, los pasos que debería seguir para, al igual que él, resolver el problema; eso nos hace pesar que es envidiosillo o de plano no le interesa la ciudad ni apoyar en realidad al alcalde.
Pero también nos hace ver que por mucha escoba y pilas que, domingo tras domingo (abusando de los derechos laborales de varios trabajadores del Ayuntamiento) presuma el alcalde (porque, hay que reconocer, cuando de promocionar su imagen se trata, tienen muy bien sincronizadas la totalidad de las redes sociales de cada una de sus direcciones), atiende sólo lo visible y no lo que en realidad necesita la ciudad, ya sea porque no la conoce todavía bien, o porque considera que eso de momento no es redituable.
La dinámica es un poco parecida a la del gobernador y los ochenta millones para techar su teatro populachero en tanto que para las escuelas precarizadas por la pandemia no hay recursos disponibles. Se escamotean recursos para lo indispensable mientras que lo prescindible y superfluo sí los ameritan a la brevedad, de otra forma no lograremos explicarnos cómo es que existe el recurso para colocar unas letras horrendas y sin mayor gracia en las plazas de cada uno de los barrios, pongamos en este caso el Montecillo, pero no hay recursos para reparar o renovar el sistema de bombeo del mencionado desnivel.
No es posible saber si es el tema del agua el que les obnubila la inteligencia o de plano son medio torpes, pero al tiempo que se sufre con las lluvias la crisis de la escasez de agua se agudiza y todavía tienen la puntada de pensar en ampliar los alcances de Interapas. Es decir, no pueden siquiera garantizar el abastecimiento, ya no digamos suficiente sino indispensable, de agua para toda la ciudad, así como tampoco su pronto desalojo en época de lluvias y ya están pensando en asignarle una mayor carga de actividades e incluso de incorporar a otros dos municipios.
La ambición es mala consejera y peor cuando se combina con la soberbia, si no que se vea en el espejo de su antecesor. Pretender abarcar de esta manera en el sistema de abastecimiento de agua potable cuando no se cuenta con la infraestructura, ni los recursos, ni la mano de obra, incluso ni siquiera el agua, puede resultar no sólo contraproducente sino un suicidio político.
El partido del alcalde parece ser que está en el peor de sus momentos y de no mantenerse la coalición partidista (que finalmente es sólo de membretes porque en la realidad no representan nada) con toda probabilidad Enrique Galindo no llegaría a ocupar otro cargo de elección popular. Si no puede con el problema del agua en la de la ciudad tampoco aprenderá a medirla a los camotes.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no representan la postura de Astrolabio.