Arely Torres-Miranda
Pareciera que en este 2020 nos quedamos en medio de la caída sin control por una espiral del tiempo. Es tan lejano escuchar en enero que probablemente se suspenderían los festejos del “año nuevo chino” por un virus, nuevo, que no saben bien qué, pero que parece que alguien se comió un murciélago (en caldo o algo así) y entonces, de repente ya estamos en la recta final del año, estamos en octubre y esto pareciera no tener fin.
Por ahí de mediados de febrero y principios de marzo, acá en México veíamos la emotiva rutina que hacían las personas en España, salir a cantar al balcón, los aplausos a las 8 de la noche a manera de homenaje para el personal de salud y también, no faltaba los que (la neta) pareciera que les urgía imitar esa rutina acá en México y se apuraron a salir por sus balcones en Santa Fe y cantar “cielito lindo”. Claro, hay una GRAN diferencia de circunstancias en China, en España, en Italia y hasta como hemos enfrentado a este virus en CDMX o acá, en el maravilloso San Luis Potosí.
Una de las medidas principales en Europa fue el llamado “confinamiento” el llamado “homeoffice” y bueno, después del periodo de receso vacacional de la llamada “Semana Santa”, ya no regresaron alumnado ni profesorado a clases presenciales. Evidentemente, la economía de nuestro país, no permite “el lujo” de irnos a casa, para empezar, las condiciones laborales suelen no ser con una garantía de derechos a cabalidad y también, que hay una gran cantidad de gente que vive del llamado “comercio informal” pero ojo, también al “comercio establecido” estos cierres y parcialidad de horarios junto con las medidas y restricciones para volver a operar, han causado estragos. Permítame contarle estimado lector, estimada lectora, que es sumamente triste recorrer la ciudad e ir viendo el cierre de cientos de negocios, esta semana me percaté del cierre de un restaurante italiano maravilloso que estaba en Amado Nervo y en eso que pareciera ser un “pequeño detalle” es un golpe de una realidad que nos está rebasando.
Podría hacer una lista desde mi particular y nada experto (en materia de epidemiología) punto de vista, sobre lo que me parece que han sido errores desde Gobierno Federal sobre el manejo de la pandemia, pero solamente haré énfasis en el hecho de que el presidente de un país, a manera de broma o vaya usted a saber, diga que está protegido contra la pandemia por traer un “detente” (amuleto) cuando justo estos días ha dicho que cada semana le hacen prueba, mientras a la población en general no se le hace dicha prueba y las contradicciones sobre el uso de cubreboca, hicieron perder tiempo valiosísimo en materia de apropiación de una problemática al grueso de la sociedad, es por eso que claro, ahora estamos, donde estamos.
Mire, porque usted y yo podemos estar de acuerdo o no con las decisiones tomadas por las autoridades, pero a final de cuentas, tristemente, esas decisiones se hacen allá, en su escritorio, con su quincena asegurada y con la tranquilidad de que si se enferman, tendrán acceso a las medicinas… sobre eso, no tenemos control ni decisión. Sin embargo, lo que sí está en nuestras manos (LITERALMENTE) es cuidarnos, con esto me refiero, a que sí, pareciera increíble, pero sí necesitamos saber y aprender la técnica correcta del lavado de manos, frotar el jabón por un mínimo de 20 segundos, enjuagar y tener cuidado con lo que tocamos. Desinfectar superficies, no tocarnos la cara (mucho menos la nariz, boca y ojos) y mantener la distancia entre las personas. Si se fijan, pues tampoco parece tan complicado ¡pues eso no lo hemos podido lograr en 8 meses!
He de confesarles que cuando escuché por primera vez el término “covidiota” me pareció un reflejo más de esta pretenciosa superioridad moral con la que muchas veces se voltea y apunta a la gente desde un lugar de privilegio, soy una convencida que la gente es capaz de tomar las decisiones y le apuesto a que estas decisiones sean éticas. ¿a qué me refiero con “éticas”? Pues al más simple significado de ello: que al tomar una decisión, al decir “si” o “no” a algo, se busque un bien, pero no un bien simple y egoísta, si no a un bien común que se refleje en el bienestar de una comunidad o grupo de personas… ilusa tal vez, pero este pensar en colectividad, para mí es un paso fundamental para erradicar las desigualdades, que obviamente, la pandemia desatada por el coronavirus, ha venido a agravar aún más.
Tengo clarísimo que la gente tenemos que salir a trabajar y reactivar la economía, personalmente, no he parado ni un día de trabajar desde que inició la pandemia y creo que poco a poco he ido venciendo esos ataques de ansiedad que me provoca ver a la gente sin cubrebocas, sin respetar la distancia, hombres escupiendo en la calle (nunca he visto a una mujer hacerlo aunque obviamente no dudo que también lo hagan) pero algo que no logro entender es cómo o porqué hay gente que está asistiendo a bodas, a fiestas de cumpleaños, a babyshowers, graduaciones, primeras comuniones y todos esos eventos que se han convertido en una de las formas más seguras de contagiarse. Y miren, hablemos una vez más de las desigualdades, mayoritariamente quienes asisten a esos eventos sociales, de manera casi segura es gente que en caso de contagiarse podrá acceder a un servicio de salud, comprar medicamento y no tendrá (afortunadamente) mayores complicaciones, pero ¿qué pasa con el personal que trabaja en esos eventos que no cuentan con seguridad social o un servicio de salud porque su contrato es solamente por unas horas, más las propina? (y siendo realistas, muchas veces, ni contrato hay)
Y miren, habrá quien diga que “están en su derecho a divertirse” que es “necesario reactivar la economía” y no falta, de verdad, a estas alturas, quien siga insistiendo que “el virus no existe, es una manipulación de los gobiernos para tenernos controlados”… a esa gente, respetuosamente le invito a escuchar los testimonios de las personas que sobrevivieron al virus, o a aquellas familias que solamente “era una partida de pastelito por un cumpleaños” y que han perdido a más de 5 de sus integrantes de un jalón. También no les caería mal escuchar a médicas/os, enfermeras/os, trabajadoras sociales, asistentes médicas, camilleros, gente de limpieza de los hospitales, personal administrativo y saberle en un riesgo constante, en una angustia de saber que en cualquier momento no podrán seguir atendiendo a la gente que llegue con síntomas, además de saber de la frustración de perder a sus compañeros/as ante la indiferencia de esa gente que prioriza su diversión al cuidado comunitario.
Ayer platicaba con una maestra muy querida y concluíamos la charla con la reflexión de que parecía increíble que sigamos atravesando esta pandemia con las mismas actitudes egoístas y no hayamos querido aprender la lección de empatía y solidaridad que se nos presentaba. El compromiso de los gobiernos debería ser erradicar las condiciones de desigualdad que nos ha llevado a decidir entre morir de hambre por no salir a trabajar o morir por COVID al tratar de garantizarnos los alimentos. Pero no, la clase política está más ocupada con miras en el 2021 y ya hasta andan de giras pre-proselitistas sin importarles un poco que están arriesgando a sus posibles votantes. Ahí se les notan las prioridades.