Arely Torres-Miranda
Hace unos días platicaba con alguien, ya saben, platicas de política en tiempos de pandemia y concluimos que a todo mundo le gusta la igualdad, la inclusión y la paridad hasta que se les exige implementar los mecanismos necesarios para cumplir y no simular, ahí se les acaba el entusiasmo y comienzan los pretextos, hasta pareciera que nos hacen un favor y no es así. Miren, no ha sido asunto fácil, el principio de paridad, después de que muchas mujeres, durante muchos años dieran una batalla, fue incorporado a nuestra Constitución en el año 2014, estableciendo en el artículo 41 que los partidos políticos deberán postular bajo principio de paridad, sus candidaturas para los Congresos Federal y locales. Las leyes electorales se encargaron de determinar diversas medidas para instrumentalizarla y el proceso de armonización legislativa culminó en las entidades federativas con elecciones en 2015. Pasar de la llamada “cuota” (con un 40-60%) a la obligatoriedad de los partidos políticos de postular en paridad a los cargos de elección popular en la legislatura federal y de las entidades federativas, ha sido, hasta el momento, uno de los pasos más significativos que ha dado nuestro país en relación con los derechos político electorales de las mujeres. Hay que tenerlo muy claro, la paridad, pero sobre todo, garantizar la participación política de las mujeres no es una medida afirmativa y por lo tanto, no es algo temporal. No es una medida compensatoria, no es una prerrogativa o una caridad, la participación de las mujeres en la toma de decisiones de la vida pública en nuestro país, es un principio constitucional que adopta nuestro país como parte de los compromisos internacionales y que debería de garantizar la igualdad para hombres y mujeres en el acceso a puestos de representación política.
No tengo ninguna duda, en las elecciones de 2018 se marcó la historia con una representación para las mujeres dentro del Senado, el Congreso de la unión y Congresos estatales, esto como resultado a la obligación establecida por la ley antes mencionada, pero ¿qué pasa cuando no se obliga por ley y se deja a la decisión de quién toma las decisiones? Pues la mayoría de las veces, quién toma esas decisiones es un hombre y en consecuencia, pocas mujeres llegan a asumir el cargo en un lugar de toma de decisión.
Recuerdo cuando acá en San Luis Potosí era candidato a gobernador Juan Manuel Carreras y en más de una ocasión, dentro de sus discursos de campaña y entrevistas, a pregunta expresa de los y las periodistas, respondió y se comprometió a tener un gabinete paritario… pues ya casi se va y nunca vimos que cumpliera con su palabra (en eso y muchas promesas más que hizo en campaña, para ser exacta), pero bueno, aún tiene oportunidad en la próxima designación de Muchas mujeres, desde la sociedad civil, eso hay que decirlo fuerte y claro, han trabajado en iniciativas, programas, capacitación y otras acciones desde las cuales acercan o impulsan herramientas que garanticen un mayor acceso a las mujeres a los puestos de toma de decisión. Pero pareciera que ni las leyes ni la exhaustiva preparación de las mujeres son suficientes a la hora de pasar del discurso a la realidad.
Hace unas semanas se realizó la elección de directores y directoras para las escuelas y facultades de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, aumentó al doble el número de mujeres electas para estar al frente de escuelas y en algunos casos, en pleno 2020, celebramos que por ejemplo, las facultades de Economía, el Hábitat y Contaduría y Administración por fin iban a ser dirigidas por mujeres. ¿Saben que sí hubiera sido un avance? Que por primera vez, cada terna para cada facultad hubiera estado compuesta por solo mujeres, no, no es exclusión, no, no sería discriminación, no, no sería una revancha, sería la materialización del trabajo, del discurso y de las leyes.
Y es que miren, desde el acceso de las mujeres al voto, pareciera que nos hemos conformado con estas “dosis de inclusión” y por favor, no se mal entienda esto que digo como un desdén al trabajo realizado por miles de mujeres, si no que al final de cuentas, pareciera ser que el llamado “techo de cristal” sigue ahí y que para que las mujeres lleguen a los lugares de mando, el cristal se convierte en un muro reforzado. Sí, paridad, pero solo en diputaciones y senado, no se obliga a los partidos a cumplirla cuando se trata de presidencias municipales y mucho menos para gubernaturas. ¿Qué pasaría si como sociedad, como mujeres de la sociedad civil exigimos a los partidos políticos que para este 2021 TODAS sus candidaturas para presidencias municipales y gubernaturas estén destinadas única y exclusivamente por mujeres?
El 2021 ya está aquí, todos los días vemos, en diferentes portales o medios de comunicación, un desfile de encuestas con una deliberada ausencia de mujeres. Ahora más que nunca debemos de cuestionar quién está atrás de esas publicaciones y entender que como siempre, el patriarcado, en este caso, a través de los partidos, va dejando a las mujeres fuera de toda posibilidad de llegar a los cargos de mayor responsabilidad y honor. Yo no sé ustedes pero yo estoy harta de ver, en cada periodo electoral, a mujeres maravillosas recorriendo calles, haciendo trabajo de base, enfrentando riesgos entregándose al 100 en campaña, para que el que llega al poder, sea quien se beneficie de sus conocimientos y trabajo y la gran mayoría de las veces, las excluya de su equipo y/o gabinete.
Obviamente esto suena a una utopía, pero lo mismo decían de la paridad. Basta de demagogias y discursos, es una deuda histórica para con nosotras, las mujeres.