El Aquelarre: Sororas, pero no pendejas

Arely Torres-Miranda

Ya está cerca, definitivamente ya se siente que ya casi llega el 8 de marzo, el 8M es de máxima importancia y respeto para quienes conocemos y entendemos la relevancia de la historia de esta fecha conmemorativa de la lucha por la dignidad y el reconocimiento de las mujeres en todo el mundo. Ya en otras ocasiones he tomado este espacio para hablar de porqué se decidió tomar esta fecha como uno de los pilares centrales de la lucha feminista y sobre todo por qué NO se trata de un día de fiesta, celebración, felicitaciones y de regalar flores… aunque claro, siempre habrá gente de razonamiento corto y necedad desbordada, que seguirán tomando el día como una superficialidad, muy acomodada a su histórico machismo y resistencia paradigmática.

Una de las señales inequívocas de la cercanía de la fecha, es la repentina urgencia con la que instituciones gubernamentales y educativas buscan quién les pueda “dar una platiquita o taller” sobre “el tema”, porque hasta eso tienen, son tan burdos en sus formas, que son incapaces siquiera de indagar el propósito de las acciones, más allá de sacarse la foto y decir que hicieron algo por el 8 de marzo.

Hace unos 15 años –o más– las feministas tocábamos la puerta buscando una oportunidad de hablar sobre la urgencia de poner sobre la mesa las persistentes desigualdades entre hombres y mujeres y evidenciar la urgencia de crear políticas públicas que garanticen tanto una igualdad sustantiva como una vida libre de violencia. Claro, hace 15 años, los derechos humanos y la igualdad no tenían el rango constitucional del que ahora gozan y por tanto, la obligación por parte de los gobiernos a instaurar una política transversal con perspectiva de género, incluyendo presupuestos etiquetados para garantizar que estas acciones afirmativas se realicen.

Desde ese entonces, junto con muchas de las compañeras feministas, hemos brindado nuestro tiempo  y nuestros conocimientos de manera gratuita con la finalidad de que estas acciones afirmativas se realicen y esperando que quienes encabezan la toma de decisiones, entiendan y apliquen esta la tan llevada y traída perspectiva de género. Sin embargo, pareciera que en pleno 2023, a las instituciones les ha resultado muy cómodo beneficiarse del interés legítimo y el convencimiento que tenemos las feministas y se han acostumbrado a no solo recibir gratis el conocimiento, si no en la mayoría de los casos, expropiar nuestro trabajo, sin brindar una remuneración justa y digna.

Y es que hasta resulta irónico, siendo que el 8 de marzo de 1908 (de acuerdo a algunas versiones) marcó la historia del trabajo y la lucha sindical en el mundo cuando 129 mujeres murieron en un incendio provocado por su empleador en la fábrica Cotton, en Nueva York, al reclamar los mismos derechos que sus compañeros varones, mismo sueldo por igual tarea y la reducción de la jornada laboral, se ha convertido en una de las fechas en las que se nos pide a las mujeres trabajar de manera gratuita, invisibilizando que lograr tener una especialidad, estudios, conocimiento, trabajo de campo, acompañamiento y experiencia en el tema, también ha sido fruto de esfuerzo, tiempo e inversión económica de nuestra parte y seguir esperando a que “donemos” nuestro tiempo o que por “cortesía” acudamos a sus eventos, es una vez más, minusvalorar el trabajo que hacemos las mujeres.

A las instituciones, cámaras de comercio e instituciones educativas les falta entender que el 8 de marzo y el 25 de noviembre no son fechas para llenar de globos, ponerse un lazo y sacarse la foto para simular una política de igualdad, sino que son fechas conmemorativas de una lucha que se vive día a día en las diferentes trincheras en las que nos encontramos y en la que les corresponde implementar políticas públicas y acciones afirmativas que permitan erradicar las desigualdades y las prácticas violentas a las que nos enfrentamos en cada uno de nuestros espacios.

Respetar el trabajo de las mujeres también es una cuestión de dignidad y ofrecer “un reconocimiento”, “una taza” o “un diploma” como pago ante el trabajo realizado (llámese taller, plática o conferencia), es también una forma de violencia, de esa violencia estructural que abona de una manera silenciosa pero significativa, a seguir relegando los saberes y aportaciones de las mujeres a una mera buena intención.

Ya lo decía mi amiga y compañera Magaly, “intenciones y propuestas sin presupuesto, son pura demagogia” y no, no nos hacen “el favor” de invitarnos en estas fechas, no es una prerrogativa, es una obligación constitucional promover los derechos de las mujeres, que son también, derechos humanos.

A la próxima voy a ver si puedo pagar el gas o el semestre de la escuela con uno de esos “diplomas”. Somos sororas, pero no somos pendejas.

Nos vemos este 8 de marzo en las calles.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es abogada, comunicóloga y activista por los Derechos Humanos y género. Es fundadora y coordinadora del Observatorio de Violencia Feminicida en SLP. Fue consejera social del Instituto Nacional de las Mujeres (2012-2018). Tiene estudios en política pública con perspectiva de género por FLACSO y CEPAL. Es asesora y capacitadora en Derechos Humanos, feminismo y género. También ha sido asesora y promovente de iniciativas y reformas de ley coadyuvando a la armonización legislativa con perspectiva de género, feminismo y derechos humanos.

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