El asesinato de Teresita González, el abandono y la inseguridad que enfrentan las madres buscadoras

María Ruiz

Teresita González fue asesinada por hacer lo que el Estado se niega a hacer: buscar a su hermano desaparecido. La noche del 27 de marzo, en su propia casa en Jalisco, hombres armados intentaron secuestrarla. Teresita se resistió y recibió un disparo en el rostro.

Murió el 2 de abril, después de varios días hospitalizada. Su crimen es una muestra más del riesgo constante que enfrentan las madres buscadoras en México: ser asesinadas por exigir verdad y justicia.

Desde 2024, Teresita se sumó a la incansable lucha de miles de mujeres que han sido obligadas a convertirse en rastreadoras, peritas y defensoras ante la ausencia del Estado. Como muchas de ellas, recibió amenazas por parte del crimen organizado.

Para Edith Pérez Rodríguez, presidenta del colectivo Voz y Dignidad por los Nuestros SLP, la muerte de Teresita pone en evidencia la fragilidad con la que viven las buscadoras, incluso aquellas que cuentan con mecanismos de seguridad.

“Nosotras tenemos un protocolo, un mecanismo de seguridad que nos otorgaron. Eso nos permite tener cierto resguardo cuando vamos a búsquedas o cuando hay alguna alerta… pero, ¿qué pasa cuando estamos en casa? ¿Cuando vamos en otro rumbo, cuando salimos por nuestras hijas o hacemos vida cotidiana? Ahí estamos completamente vulnerables”.

Edith habla con crudeza sobre el miedo constante que las acompaña, pues aunque en sus búsquedas las escoltan elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y la Guardia Nacional, la seguridad para ellas no es una concesión ni un contrato, es una necesidad incluso en lo más íntimo de su hogar.

“Siempre estamos como al borde, incluso para nosotras mismas. Vivimos a nivel nacional una crisis de inseguridad. No hay más. Nos destruyeron con la muerte de Teresita. A veces pienso que me hace falta mucho por hacer, pero para eso necesitamos resguardo, necesitamos apoyo”.

Los mecanismos de protección no están diseñados para la vida real, donde las amenazas no esperan a que haya operativo ni a que alguien active un protocolo. El peligro está en la puerta de su casa, en la rutina, en lo cotidiano.

El asesinato de Teresita no fue un hecho aislado. Es parte de una violencia sistemática contra quienes buscan a los suyos en un país que les ha fallado. Diversos colectivos han denunciado agresiones, persecuciones y asesinatos sin que existan respuestas efectivas del Estado.

“Buscar no debería costarnos la vida”, dicen Edith, pero la realidad es que sí hace, y mientras no haya protección integral, mientras no se reconozca a las buscadoras como defensoras de derechos humanos con garantías plenas, seguirá siendo así.

“Nosotras no estamos luchando por algo fortuito, esto es algo sistematizado, buscar a los nuestros nos pone en la mira del peligro. Buscamos a quienes amamos; no queremos ser mártires, queremos que nos cuiden y regresar a nuestros hijos a casa”, concluye Edith.

Skip to content