El costo de las obras públicas en SLP: comercios cierran en la Rioverde

“El puente va a ser de mucho beneficio, sí, pero la verdad es muy alto el costo. Ni la pandemia nos había pegado tanto...”, dice un comerciante de la zona ante meses de grandes pérdidas económicas por la obra.

Mariana De Pablos

A casi siete meses del inicio de la construcción del puente vehicular atirantado sobre la carretera Rioverde, a la altura de Quintas de la Hacienda en el municipio de Soledad de Graciano Sánchez, residentes de las colonias aledañas, automovilistas que transitan diariamente por la zona y dueños de los negocios ubicados sobre la lateral reclaman que la evidente falta de organización y poca mano de obra –que han derivado en el constante aplazamiento de su fecha de conclusión– están cobrando un precio muy alto en términos de su economía, integridad y seguridad.

Con el objetivo de “impulsar la movilidad, la conectividad y la modernización, así como el desarrollo y bienestar social”, el pasado 13 de octubre el gobernador del Estado, Ricardo Gallardo Cardona, dio inicio a los trabajos de construcción del puente vehicular atirantado sobre la carretera Rioverde, a la altura de la avenida Cactus. Con una inversión de 388.9 millones de pesos, de acuerdo con la Secretaría de Desarrollo Urbano, Vivienda y Obras Públicas (Seduvop), y una extensión de 1.3 kilómetros en ambos sentidos, se contempla que la obra concluya el 24 de octubre del año en curso. Esto luego de que se extendiera el plazo del contrato de 68 a 365 días naturales.

Sin embargo, y a pesar de dicha extensión, el Gobierno del Estado calculó que la conclusión del puente se daría a finales de abril. Ante la imposibilidad de cumplir dicha aseveración, un mes más tarde, la Seduvop aseguró que la entrega del proyecto se haría de forma certera a finales de mayo.

Hoy, a punto de finalizar mayo, dicha promesa se ve cada vez más lejos, aún incluso de los 365 días establecidos. Y es que el panorama al que ahora se enfrentan los residentes que transitan por esta zona para llegar a sus hogares, los niños que desempeñan sus actividades escolares en el Colegio Montreal y los trabajadores de los negocios aledaños es completamente desolador: sumidos en una densa nube de tierra se han visto forzados a integrar en su rutina diaria la necesidad de sortear una serie de obstáculos que van desde zanjas de uno o hasta tres metros de profundidad, pilas de tierra y grava de diversas alturas que se mantienen impasibles en su lugar; hasta material de construcción desplegado a lo largo y ancho de la carretera; así como camiones articulados y maquinaria pesada replegada en distintos puntos de la construcción.

Lo que casi no se ve, por otro lado, mas que a partir de las 8:30 de la mañana y hasta las dos de la tarde, son trabajadores.

El peligro que representa esta situación no hace más que agravarse con el paso del tiempo ante la falta tanto de un operativo vial para los automovilistas que transitan diariamente por diversas rutas alternas en dirección a la capital del estado; las cuales, además de no estar pavimentadas ni contar con iluminación, se han convertido en el escenario ideal para asaltos y agresiones.

Tampoco existe una estrategia de seguridad dirigida especialmente a quienes desempeñan sus actividades laborales y escolares diarias en la zona afectada. Sobre este último punto, han sido los mismos encargados de los negocios ubicados sobre la lateral de la carretera quienes, afectados por el tránsito de niños y padres de familia que obstaculizan el acceso de sus clientes y proveedores, enfatizan en la necesidad de diseñar estrategias de circulación para los transeúntes, tanto para el buen funcionamiento de su economía, como para asegurar la integridad de cientos de niños, niñas y sus familiares.

Así lo señala el señor Palomino, dueño de Forrajes y Veterinaria Palomino:

“Aquí por tres horas no vendemos nada, no solo por la poca clientela, sino también porque los del colegio de aquí al lado no tienen una estrategia para organizar la entrada y salida de los niños (…) Si a mí me están surtiendo tráilers y están pasando los niños y hay carros estacionados pues hay problema, es peligroso y ellos me vienen a reclamar, pero nosotros no podemos hacer nada, es nuestra chamba. Aquí podría intervenir Municipio para evitar algún accidente con los niños (…) pero no hay nadie que intervenga, ni las autoridades de vialidad, nadie”.

En su conjunto, esta situación ha derivado en un sentimiento compartido de hartazgo, inseguridad, incertidumbre e impotencia. La indignación ante la falta de interés por parte de las autoridades sobre las problemáticas que aquejan a esta parte de la población es palpable.

Un sector del que se ha venido hablando hasta ahora y que sufre gran parte de las consecuencias de esta situación lo conforman el conjunto de personas trabajadoras cuyos negocios se encuentran ubicados sobre la lateral de la carretera. Son ellos quienes han visto la peor cara de esta realidad, pues es principalmente su sustento de vida el que se ha visto afectado.

Un panorama aterrador para los vendedores

 “El puente va a ser de mucho beneficio, sí, pero la verdad es muy alto el costo. Ni la pandemia nos había pegado tanto…”. Estas son las palabras que el señor Palomino utiliza para señalar la gravedad de la realidad a la que se enfrentan. En su tono es posible percibir un dejo de incredulidad combinado con un toque de resignación, como si por momentos se enfrentara a la idea de que su futuro no yace más en sus manos. Relata que, como si apenas del día de ayer se tratara, permanecen frescas en su memoria las imágenes que dotaban de vida al tramo de la carretera Rioverde que ahora ha sido completamente destruido.

Siguiendo la autopista en dirección hacia Quintas de la Hacienda, es posible recordar las famosas Tortas Lucy, cuya fachada color verde brillante resplandecía con la concurrencia disfrutando de un buen almuerzo; evoca la herrería, la purificadora de agua y la ferretería, negocios pequeños, pero funcionales. Vienen a su mente también las mueblerías, recuerda al menos cuatro y las describe como “un negocio bien digno”. Todos ellos, pese a las adversidades, se mantienen firmes con la cortina arriba.

Por otro lado, están también quienes han perdido la batalla tras un largo periodo de lucha, como lo son, por mencionar algunos, el restaurante de sushi, el autolavado y la vulcanizadora. Para todos estos negocios, el cierre de la circulación aunado a la complejidad tanto de desplazamiento como de estacionamiento para los clientes, ha ocasionado el desplome de las ventas y, por ende, la pérdida de una gran cantidad de empleos.

Así lo relata el señor Palomino:

“En mi caso las ventas de un 100 por ciento cayeron hasta un 25 por ciento. Igual aquí al lado tenemos a un restaurante que era muy exitoso y ahí mínimo le daba empleo como a unas 15 gentes, más los que repartían. Y cerró. Al otro lado está un autolavado y está la zanjota ahí, pues ¿por dónde pasan los clientes? ¿Qué hace? (…) está claro que lo que no han tomado en cuenta son todos los empleos que se están perdiendo”.

Por su parte, dos de los despachadores del turno matutino de la gasolinera ubicada sobre la carretera en dirección a la capital del estado, cuentan una experiencia similar: “Las ventas están por el suelo. Yo creo que sí se redujeron un 40 por ciento o más porque si antes sacábamos 800 pesos de propina ahorita con suerte sacamos 200”.

Ramiro, dueño de un pequeño vivero a la orilla de la carretera, es otro más de los tantos afectados por la obra. La carpa blanca que utiliza para cubrir las plantas, ahora café por la cantidad de tierra que la recubre, se ve distante y pequeña entre las máquinas de carga. La única manera de llegar a su negocio es cruzando por un caminillo de tierra construido para evitar la caída de los transeúntes en una zanja dentro de la cual hay hombres trabajando. Mientras que, para los clientes que se desplazan en auto, detenerse justo enfrente es imposible, pues solo hay un carril de circulación. De ahí que se vean forzados a estacionar del otro lado de la carretera y realizar un recorrido de superación de obstáculos entre maquinas, material de construcción, piedras y coches que circulan por la zona.

Se les ve afligidos y resignados a él y a su ayudante, así como un poco impresionados por la llegada de un cliente. Su experiencia, al igual que la de los demás, es, por no decir más, bastante triste: “Ya no viene la gente. Los que traen la obra cierran el paso cuando quieren y mandan a la gente por atrás, entonces aquí ni nos ven. O cuando sí hay paso luego nos dejan la máquina aquí justo en frente y pues la gente no nos ve o ya mejor prefiere no detenerse”. 

El núcleo de la cuestión: una mala administración

Es una mezcla de desánimo, pero también de clara molestia ante el lento y mal organizado proceso de construcción. De acuerdo con lo que narran los entrevistados, prácticamente toda la fuerza de trabajo se encuentra concentrada en lo que en el futuro será la cima del puente, dejando así casi por completo abandonada tanto lo que será la subida como las laterales. Tal y como señala el señor Palomino:

“No se ve nada, no hay gente trabajando. Siente meses que nos rompieron el pavimento y no han hecho nada. Si van a hacer el puente hagan el puente y luego las laterales las hacen más adelante. Si tienen que meter drenaje está bien, pero quitan, hacen la excavación, meten la tubería y así. No que más nada más abren, hacen sus zanjas y ahí lo dejan por meses. Eso es lo que más ha afectado, no tanto la construcción del puente sino la falta de completa planeación de todo lo demás”.

En sus testimonios es posible percibir que, a pesar de todo, no es la propia construcción del puente la causa de sus malestares, sino la falta de una estrategia de planeación que tome en cuenta las necesidades de las personas que habitan, transitan y comercializan en la zona.  De acuerdo al ingeniero en jefe de la compañía BJ Maquinaria y Construcción proveniente de Monterrey, hasta la fecha no cuentan con un diseño de administración y coordinación entre las compañías contratadas, lo cual ha derivado en la situación actual de riesgo, perdida e impotencia para todas las personas aledañas y que transitan diariamente por la zona.

“Lo que pasa es que son varias compañías y no hay coordinación. Es como cuando en tu casa vas a meter al plomero, no echas primero el piso y luego mandas al plomero para que lo rompa y meta el tubo. Primero se mete la tubería y luego que le echen el piso, no se hacen las cosas al revés. Aquí se están haciendo las cosas al revés. Esa es la realidad. No hay logística, no hay administración (…) Aquí es pura administración. Es nuestra principal chamba como ingenieros, o sea, tienes que administrar dónde guardo los materiales, dónde se acomoda el escombro, cómo hago que fluya el tráfico, cómo no afecto; cómo me pongo al servicio de las personas que están alrededor de la obra para ver sus necesidades. Todo eso es parte de”, dijo el ingeniero Castillo.

Un futuro poco esperanzador

No hace falta más que poner un pie en este punto de la ciudad para reconocer lo desesperanzador de la situación. Las promesas de las autoridades que afirman terminar con los trabajos “ahora sí en un mes”, cada día tienen menos peso; resuenan con el eco de una mentira disfrazada de condescendencia a la medida de quienes transitan, viven y obtienen sus ingresos en esta zona.

A los vendedores de la forrajería, el vivero, la gasolinera, la herrería, la purificadora, entre muchos otros más, se les ve cansados, resignados y a merced de lo que suceda. En su mirada, en sus hombros caídos e incluso en el tono de su voz es posible reconocer el aire de desolación que ahora invade cada rincón de este lugar. “Nos dedicamos a quitar el polvo”, comenta Ramiro, “aquí estamos, aguantamos, ¿qué más podemos hacer?”. El señor Palomino comparte con Ramiro el sentimiento de impotencia e incertidumbre que día con día se instala con mayor fuerza en su espíritu:

“Vaya, está terrible. Ya tronaron a todos los negocios de por aquí. Y la pregunta que me hacías ‘¿tú vas a aguantar?’, pues no tengo otra. No hay manera de decir cierro, y luego qué hago, y la gente ¿qué?”.

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