Juan Heiblum
En la mayoría de libros de historia de la filosofía que podemos abrir, se tiene una fijación un tanto insistente por empezar en Grecia. Yo mismo suelo pensar el inicio de la filosofía en Mileto, pues así es como nos lo enseñan. Pero, si tenemos la curiosidad de pensar un paso más atrás, veremos que el supuesto inicio de la filosofía está in medias res, pues realmente la filosofía ya llevaba siglos existiendo antes de que Tales quisiera encontrar el inicio de todas las cosas en el agua.
La filosofía decolonial hace un esfuerzo grande por señalar toda la tradición filosófica anterior, pues nos dicen que pensar a la filosofía como un producto meramente occidental resulta eurocéntrico. Antes de Grecia, China ya tenía filosofía; Medio Oriente ya tenía filosofía; Egipto ya tenía filosofía. El mismo Aristóteles no marca el nacimiento de la filosofía entre sus congéneres, sino que cita a una casta sacerdotal egipcia.
De esta forma, si queremos analizar un problema filosófico actual, es común encontrarnos recurriendo a los griegos para explicar su desarrollo y devenir. Heidegger recurre a Platón cuando escribe Ser y tiempo; Foucault vuelve a la sexualidad griega para escribir su Historia de la sexualidad; incluso Marx hizo su tesis sobre Demócrito y Epicuro, dos griegos que desarrollaron el pensamiento atomista. De la misma forma procedí yo cuando quise realizar el recorrido de la hermenéutica. Esta escuela se desarrolló fuertemente durante el siglo pasado, y la han cultivado grandes pensadores, como Gadamer o Ricœur. Y, como en mis ejemplos anteriores, tiene un origen anterior a nuestro reciente siglo veinte que podemos remontar a los griegos. Veamos de donde nace de la hermenéutica.
La historia del término se le atribuye al dios Hermes. Éste es el dios mensajero de los griegos. Calzado con unas sandalias aladas, recorre las fronteras para llevar mensajes entre los dioses y hacia los humanos. La literatura griega está repleta de apariciones de Hermes. Por ejemplo, en la Odisea, no podemos olvidar el canto donde Zeus lo manda para liberar a Ulises de la isla de Calipso. Este dios caprichoso, exige comer y beber, antes de entregar el mensaje que está cuidando. Pero cuando Hermes llega, significa que trae consigo un mensaje, y tendremos que confiar de su memoria para que sea entregado tal y como salió.
Pero ¿qué sucede si Hermes cambia un poco el mensaje? Es decir, ¿qué sucede si el Dios mensajero interpreta los mensajes y los expresa según su propio entendimiento? Este problema, que se asemeja al juego infantil del “teléfono descompuesto”, pudo haber dado inicio a una de las tradiciones interpretativas más interesantes de la historia. La hermenéutica estudia la interpretación de textos o de discursos, como si se intentara decodificar el mensaje que nos traen. Por ello, el trabajo del dios griego y el trabajo del filósofo hermeneuta se encuentran íntimamente ligados.
Para este punto resultaría lógico dejar de hablar de Grecia y dar el brinco a la hermenéutica de Gadamer, donde la historia del dios mensajero solo nos sirvió para explicar el origen de una de las escuelas filosóficas de mayor importancia de nuestra actualidad. Pero ¿qué pasaría si en lugar de dar el brinco hacia el presente, lo damos hacia un pasado aun más remoto? Este es el ejercicio que yo quiero realizar hoy. Si bien la hermenéutica constantemente cita sus orígenes en el mundo griego, podemos percatarnos de que ese examen histórico no tuvo necesariamente que haber nacido en Grecia, pues el pasado no es siempre europeo y, a veces, es más arcaico de lo que nos imaginamos.
Hermes es la representación griega de una compleja serie simbólica que se identifica con un dios anterior. Los egipcios llamaron Thot al dios de la escritura, de la sabiduría, de la magia y, también, de los muertos. A Thot se le agregó el epíteto de “trismegisto” (tres veces grande). Los griegos lograron identificar a Hermes con Thot, e incluso adoptaron su epíteto. Con esto nacería Hermes Trismegisto. Así, la hermenéutica del siglo veinte no tiene sus orígenes en Grecia, sino que es posible remontarlo hasta el antiguo Egipto. Pero por alguna razón, en el recorrido histórico que nos lleva al pasado, no se suele regresar más allá de lo nacido en Europa. Es interesante, pues nosotros usamos a los griegos para definir y justificar la filosofía actual, pero los griegos buscaban en Egipto, o en otras culturas, el mismo diálogo.