Óscar G. Chávez
“San Luis no puede ser una ciudad de barrocos atrasados, ni una ciudad de cemento funcionalista. El futuro arquitectónico de San Luis no puede ser sino sabiendo combinar sus propias formas y de acuerdo con la indestructible urbanística que nos dio su pasado. Si tanto necesita San Luis renovarse, sálgase fuera, hágase un San Luis de cemento y rascacielos, pero déjenle a lo viejo con sus vestiduras”. Francisco de la Maza, “La ciudad de San Luis Potosí se disfraza”, Novedades, 7 de mayo de 1950
La inconformidad que ha provocado entre los vecinos del barrio de San Miguelito el inminente reemplazo de los adoquines con que se encuentran pavimentadas sus calles, por concreto hidráulico estampado, es un tema que si bien no sería complicado de resolver para ninguna administración púbica acostumbrada a escuchar, negociar y conciliar, para ésta sí lo será. Desafortunadamente para los potosinos y en particular para los vecinos del referido barrio, la actual administración estatal, a cuyo cargo estarán estas obras, no tiene por costumbre escuchar ni atender las opiniones divergentes. Impone los caprichos del gobernador sin considerar las demandas de la población.
Cuando se trata de manifestaciones populares, organizadas o no, que llevan como finalidad la oposición a algún proyecto público impulsado por dependencias gubernamentales, no siempre la razón asiste a quienes se oponen a ellos; en este caso, sin embargo, son legítimos y fundados los reclamos de los vecinos de ese rumbo de la ciudad, contiguo al centro histórico que con el pretexto de redignificarlo y colocarlo a la altura de un barrio mágico se le ocurrió a la secretaría de Desarrollo Urbano, modificar la fisonomía de algunas de las principales calles de su secular traza.
Barrio mágico es un concepto (ridículo según mi percepción) fabricado por la secretaría de Turismo Federal, mediante el cual se busca “diversificar y extender la oferta turística a lo largo y ancho del país, abriendo una vitrina de proyección a todas aquellas ciudades que, por las reglas de operación del programa Pueblos Mágicos de México [creado en 2001], no pueden tener este nombramiento, como es el caso de las capitales de los estados”. Otros de sus objetivos pretenden impulsar la actividad turística, privilegiando su calidad turística por encima de cualquier otra para lo que es necesario entrelazar cultura, historia, gastronomía; todo sintetizado en el espíritu y esencia de la ciudad.
En el caso de San Luis Potosí uno de sus barrios, el de Tlaxcala, fue incluido en una exclusiva lista de ocho que conforman, hasta el momento, la totalidad de éstos, pero pareciera (pensando sólo en San Luis Potosí), más bien un pretexto para explotar el descarado negocio que representa la obra pública. Así, por ejemplo, se ofreció modernizar el barrio de Tlaxcala, remplazando también el pavimento de adoquín por concreto hidráulico estampado; la barbarie finalmente ocurrió y varias de sus calles fueron repavimentadas. Nada nuevo, durante la administración de Ricardo Gallardo Juárez en la alcaldía, la calle 16 de septiembre experimentó esta sintética metamorfosis.
El 15 de agosto el gobernador dio el banderazo de arranque de las obras de rehabilitación en algunas de las calles del barrio de San Miguelito entre las que destaca el ya mencionado retiro del pavimento de adoquín y su substitución por concreto hidráulico estampado; esto no contó con el apoyo vecinal quienes manifestaron su oposición a la obra. Pronto la instancia oficial comenzó a desprestigiar, con sus prácticas habituales, a las voces disidentes y, la servil secretaria de Desarrollo Urbano calificaba las obras de “paso a la modernidad sin dejar de darle el toque histórico que tiene cada uno de los barrios…”. Y al igual que en otras obras, nada se sabe del proyecto, porque seguro no lo hay.
Otra vez comienzan a manifestarse la ignorancia de la secretaria de Desarrollo Urbano y del propio gobernador, así como el profundo desprecio por aquello que tanto trabajo ha costado conservar: el patrimonio histórico. Queda claro, también, que una de las cosas que quiere demostrar es que a él no le ocurrirá algo similar a lo que sucedió en el Saucito, primero a su padre y después a Enrique Galindo. Se reafirma su vocación impositiva y autoritaria frente a su falta de capacidad para escuchar, analizar, estudiar, proponer, buscar salidas alternas, y resolver.
El concreto hidráulico estampado no es ningún paso a la modernidad y, si consideramos que una de las condicionantes de estos barrios es la conservación de su aspecto pintoresco, cómo puede el barrio (cualquiera) conservarlo frente a estas criminales y antiestéticas modificaciones. Pavimentos de concreto que pueden verse en cualquier parte del país, y no son éstos ni el espíritu ni la esencia de la ciudad.
Por otro lado, si esta denominación turística va encaminada efectivamente a conseguir mayor turismo en la zona barrial, entonces por qué no hace algún comentario el secretario estatal de turismo, quien siempre ha afirmado ser un hombre que conoce y se preocupa por la conservación del patrimonio histórico y arquitectónico del estado. Un engañabobos farsante y sin dignidad.
Queda también manifiesta la inoperancia del INAH, que quizá ni enterado esté de la obra; de nuevo (como en Tlaxcala donde ni les avisaron) se les irán por la libre. No es posible que no se respete la ley; recordemos que los barrios de la ciudad de San Luis Potosí están dentro del denominado “perímetro B” del Centro Histórico, que si bien no es el principal, cualquiera alteración a su fisonomía debería (en lo teórico y utópico) ser sometido a la evaluación de la instancia federal.
Tampoco puede pasarse por alto el papel del Ayuntamiento, al cual permanentemente se desdeña; cosa nueva, ya que en anteriores administraciones se trabajaba de manera conjunta. Una situación similar, en parte ya mencionada, ocurrió en 2017 cuando Ricardo Gallardo Juárez se empeñó en pavimentar el andador central de la calzada de Guadalupe y la calle 16 de septiembre; en la primera reculó, pero en la segunda se salió con la suya. Vale señalar que una de las pocas voces discordantes fue la de Horacio Sánchez Unzueta, en ese momento titular del Consejo Consultivo del Centro Histórico, a quien debe reconocérsele su interés desde que fue gobernador (2004-2007) por la conservación del patrimonio histórico de los potosinos.
De continuar con esta aberrante obra, Ricardo Gallardo y su secretaria de Desarrollo Urbano, no sólo estarán atentando contra el patrimonio histórico y arquitectónico de los potosinos, que están obligados a salvaguardar, sino también estarán ignorando las voces de los vecinos de la zona y de los potosinos en general, a los que no se les puede afectar en su entorno por capricho sin conocer las dinámicas propias de los espacios. No se trata de ser o no del barrio, desacreditar las opiniones contrarias, de especialistas o diletantes no tiene razón de ser; es absurdo que los potosinos no podamos opinar sobre lo que ocurre en nuestra ciudad.
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Muy a propósito: en octubre de 1962 la ciudad de San Luis Potosí sufrió la amenaza de ver cubiertas de concreto las calles de su Centro Histórico, con argumentos tan endebles e ignorantes como los actuales, que buscaban privilegiar “el progreso frente al atraso”, la autoridad municipal, sorda a los reclamos de los potosinos comenzó la obra. Una de las glorias del humanismo potosino, el historiador y crítico de arte, Francisco de la Maza, publicó en el periódico Novedades, del 4 de diciembre, un artículo titulado “San Luis Potosí y sus calles de piedra”, los aspectos más sobresalientes (que incluso aportan algunos datos históricos sobre el adoquinado potosino) se reproducen a continuación.
SLP y sus calles de piedra
Ha causado una gran preocupación –y la seguirá causando-la inusitado decisión del Ayuntamiento de San Luis Potosí de cambiar el adoquín de las calles de la ciudad. En el periódico el Heraldo apareció el programa de pavimentación del municipio, con la advertencia de “acabar de una vez por todas con las especulaciones que personas interesadas han estado haciendo en relación con el cambio de pavimento de determinadas calles de la ciudad”. No sabemos porque un proyecto edilicio publicado, acabe “de una vez, por todas “con las “especulaciones” de personas interesadas -que, en este caso lo hacen “desinteresadamente” en su más elogiosa acepción -pues el problema no está en presentar o en dar a conocer un programa, sino en la solución que se le dé. Justamente al publicar un proyecto, cualquier proyecto, es cuando comienza la especulación, o sea el examen teórico-y, en este caso, práctico también- de la obra que se piensa ejecutar.
Añade el programa que “se han respetado totalmente lo que pudiera llamarse el primer cuadro de la ciudad… Y por razones urbanística y vialidad resultaría contraproducente ampliar esos límites a capricho de personas conservadoras que sólo ven un aspecto del problema y que en su mayor parte ni siquiera residen en esta capital”.
El Ayuntamiento reconoce que el primer cuadro es “eminentemente convencional”, lo cual es cierto y, afortunadamente, da pie para su discusión previa y ulterior acuerdo, pero ¿Por qué es “contraproducente” ampliar esos términos?, ¿Cuál es lo producente o productivo de esta traza municipal, tan dogmática que nadie puede ampliar a pesar de su “eminencia convencional”? Tal parece que aumentar el espacio del primer cuadro disminuiría las posibilidades urbanísticas, lo cual, o es un disparate o no se entiende el que muchos potosinos no residamos en San Luis -lamentándolo- creemos que no nos desautoriza para opinar y, tal vez, hasta para opinar mejor, cuando menos en el sentido de desinterés libertad que implica una opinión de quienes no están ligados, ni política, ni económicamente con los soberanos poderes del Estado potosino y miran Solo el bien del presente y del futuro de San Luis Potosí.
Es ésta una decisión histórica y artística y una responsabilidad tremenda, ya que, una vez efectuada la pavimentación, será un hecho irreparable, y este hecho tendrá la sanción que se merece, elogiosa en el acierto y censurable en el error.
Parte del centro urbano, llamado –con eminencia “convencional”– primer cuadro, será respetado. Eso nos parece perfecto, aún cuando se habla de “readoquinar “y habría que indagar que se quiere precisar con ese término. ¿Readoquinar es cambiar el adoquín en la plaza, como lo hizo la efímera pero eficiente autoridad municipal de Leonardo Hoper hace un año? ¿Es cambiar los billares o adoquines defectuosos? […]
Dice el programa que hubo una encuesta pública y minuciosos estudios. La primera la ignoramos y nos gustaría saber los resultados; lo segundo es encomiable pero deben agotarse hacer sacrificios minuciosos estudios, ya que “gobernar a la ciudad es servirla “ y, en este caso, se trata de una solución histórica, pues no es cambiar la fisonomía de un patio de su casa al “ capricho “ de ningún conservador, sino que, literalmente, es el cambio de fisonomía de toda una ciudad, cambio irremediable, irreparable, y que puede ser nefasto.
Porque resulta que el adoquín de piedra de San Luis Potosí fue el primero que se puso en la República. No olvide el municipio que tiene ya 100 años de haberse iniciado; que periódicos de 1861 elogiaron la decisión del Ayuntamiento entonces por su afán de embellecer la ciudad y que otras han imitado su adoquín, como Querétaro y San Miguel Allende. Una vez o ir a un colombiano exclamar: “¡pero si parecen patios de casa estas calles de San Luis!”, y añadió que con toda dignidad se podía uno sentar a la mesa en medio de cualquiera de ellas. Quitar esta dignidad para colocar otro material no la tiene, ni menos el cemento hidráulico-esas planchas granosas que, de no ser colocadas de manera perfecta se abren con el tiempo y que, de todas maneras, son feas aquí en China, y en… San Luis- es una responsabilidad que quitaría el sueño cualquier autoridad que tenga en sus manos ese problema. […]
En el arte tiene mucho que ver, aún para la calidad estética, el material con que se hace una obra. No es lo mismo, para una estatua, el mármol, el bronce o la piedra de yeso o el cemento. Y aún en mármoles y piedras se escoge lo mejor. Y de su peso se cree que siendo San Luis una ciudad de piedra, no debe oponérsele otro material menos noble en sus calles. Sería como una estatua de mármol con pies de barro y, justamente, de barro eran los pies del sueño bíblico de Nabucodonosor, cuya deleznable materia derrumbó a la estatua. […]
Ahora bien, lo que no es el primer cuadro irá de cemento hidráulico. ¿Por qué? ¿Qué interés lleva ese gasto enorme de quitar la piedra y poner el cemento? ¿A qué conduce que, caminando por piedra en el centro se dice bosque, de golpe, en el cemento un poco más allá de ese centro? ¿Por quédejar sin piedra viejas calles bien adoquinadas ya, como Galeana, Abasolo, Comonfort, etc.? ¿Frente al museo regional vamos a enseñar al visitante la triste arruga del cemento hidráulico?, ¿por qué?, ¿por qué este gasto enorme que puede emplearse en algo mejor […]
La responsabilidad moral del Ayuntamiento de SLP es “absoluta”. Es histórica. Esperemos la sepa salvar para bien de su ciudad y ejemplo que seguir en las demás ciudades de la República.
Poco después, en el periódico Excélsior del 16 de diciembre de 1962 apareció esta nota: “Ámpula produjo el artículo del culto investigador Francisco de la masa, titulado “ SLP sus calles de piedra “. Sigue la amenaza del concreto hidráulico, pero por suerte para nuestra señorial ciudad, intervendrá el señor presidente de la República, como lo hizo en Pátzcuaro… “ P.D. El señor Silva Staines no concluyó el negocio de la destrucción de las calles de San Luis, por fortuna.
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