El gobierno padrinista

Abelardo Medellín Pérez

Uno de los peligros latentes detrás de las buenas intenciones de un gobierno, es que éste crea ser lo que dice de sí mismo, en lugar de ser lo que determinan sus responsabilidades.

Una mentira dicha cien veces, aún es una mentira, pero se vuelve más creíble que la primera vez. Así, un apodo dicho cien veces, no le da nombre a la “cosa”, pero hace que la “cosa” responda al apodo.

En el actual gobierno de San Luis Potosí, el apodo de “padrino” que se le ha dado al gobernador Ricardo Gallardo Cardona parece haber hecho un surco en el sentido común y abaratado la capacidad de respuesta de la administración estatal.

Cuando uno escucha los primeros (e incluso los más recientes) discursos del gobernador Gallardo Cardona, se puede apreciar que este gobierno parecía tener la intención de convertirse en un estado benefactor.

Un estado que buscaría gestionar los recursos y la riqueza, para satisfacer las necesidades básicas del ancho de la población, además de tomar en cuenta a los sectores más marginados para atenderlos como primera prioridad.

Estas eran las aspiraciones percibidas, pero el gran benefactor, si bien reparte, no cumple con los requisitos de fondo.

El gobierno potosino, desfiguró muy rápido del estado benefactor, al estado paternalista. Gallardo Cardona, la cabeza de esta familia llamada ciudadanía organizada, no era un benefactor que entregara beneficios en apego a las reglas del Estado (de la ley).

Gallardo Cardona y su estado parecían actuar más como un padre preocupado; creó un nuevo cuerpo de seguridad para la protección de los ciudadanos, abrió nuevos y mejorados espacios para esparcimiento, fragmentó y aumento el esquema de repartición de apoyos sociales.

Todas acciones reconocibles y positivas, pero realizadas sin apego a la ley, sin transparencia, sin coordinación, sin consideración estratégica, sin apego al principio de publicidad, sin que mediara otra voluntad que no fuera la del patriarca.

Pese a la actitud sobre protectora y poco regulada de un gobierno de dádivas y beneficios sin ley, este gobierno, podría argumentarse ha caído aún más bajo y para comprenderlo basta nombrarlo.

Un gobierno benefactor, entrega de forma estratégica y en apego a la ley; un estado paternalista, sí protege como el padre tradicional, pero también toma en cuenta las necesidades, la forma y el fondo de su actuar; esta dos últimas cosas son algo que se ha despreciado en este gobierno y por tanto ni el paternalismo ni el Estado benefactor alcanzan a explicar la forma en que se ha degenerado el ejercicio de gobierno.

Tal como lo alude su apodo popular, el gobernador ha convertido su administración en una enorme sucursal de sus intenciones personales como “padrino” de la población.

¿Cuál es la diferencia entre el gobierno padre y el gobierno padrino?, visto desde sus dimensiones, el padrino no es el responsable pleno del Estado, como lo sería el paternalista. Como padrino, el gobierno solo interviene en aquellos casos que es conveniente; lamentablemente el padrino en nuestro caso solo entrega cuando le conviene a él.

Entregar, regalar, repartir y suministrar beneficios, no es algo inherentemente negativo, de hecho, es una de esas cosas que debería hacer el Estado, el problema es que, en el gobierno encabezado por un padrino, el “dar” ha sustituido todos los otros quehaceres y responsabilidades.

Si se ocupa atención en el sector educativo, el gobierno anuncia regalos para los estudiantes. Si no hay una estrategia clara en temas de seguridad, el Estado adquiere y reparte nuevos vehículos. Si persiste una preocupante crisis migratoria, el gobierno construye un nuevo edificio sin preguntar por el resto de las necesidades. Si el desarrollo en materia de movilidad urbana está frenado, antes de cuestionar las formas, la administración reparte calles y obras donde presumir su intervención. Si hay una ola de calor, regala ventiladores. Si existe una crisis de agua, el gobernador, antes de conciliar posibles soluciones en conjunto con los municipios, se desmarca de las responsabilidades, anuncia que distribuirá agua e informa que regalará cisternas.

Sí, estas cosas son necesarias, pero no resuelven ni atienden el fondo de los problemas; los gestionan. El gobernador no cuida diariamente de la ciudadanía, como el padrino que es, solo le “da su domingo” a sus ahijados cuando él puede y quiere. Al apadrinar a la sociedad, pero no gobernarla, se vuelve fácil creer que con gastar y adquirir cosas se pueden omitir el resto de las responsabilidades.

En tanto el gobernador Gallardo Cardona siga creyendo esa ilusión de ser “el padrino” apreciado por la población, el Estado padecerá los mismos problemas complejos que hemos cargado desde aquellos tiempos en que nos gobernaba la “herencia maldita”. Alguien, quizá los ciudadanos, quizá alguien que escuche más, debe sacar de este ensueño al gobernador y recordarle que repartir ante la necesidad es importante, pero lo es más erradicar la necesidad misma.

Puede que San Luis Potosí todavía esté de acuerdo en tener un Estado benefactor, puede incluso que todavía aceptemos el derroche como forma de gobierno (mientras son lesione la estabilidad financiera a largo plazo), lo que debe ser obligadamente cuestionado, es la conveniencia de mantener lo que tenemos ahora: un gobierno padrinista.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Estudios sobre la Democracia y Procesos Electorales en el posgrado de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha trabajado como reportero y columnista en los medios digitales La Orquesta y Arco Informativo; actualmente es reportero de Astrolabio Diario Digital. Ha sido acreedor de dos premios estatales de periodismo en las categorías de Artículo de Fondo y Periodismo Regional.

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