El hotel que inspiró a “El Resplandor”

Cuando un joven Stephen King se registró en el hotel Stanley en esta localidad, en 1974, tuvo una pesadilla que lo inspiró a escribir “The Shining”, la novela que llegó a ser la película de 1980, clásica, de culto, de Stanley Kubrick.

Durante años, los operadores del hotel Stanley han usado a “The Shining” y su trama paranormal como puro oro propagandístico: el centro vacacional cuenta con un psíquico de planta, ofrece recorridos de fantasmas a decenas de miles de visitantes cada año y es anfitrión de un festival de cine en el que la gente del pueblo se viste como zombis y come “sesos”. La película de Kubrick saca provecho de un circuito en las habitaciones del hotel, y el dueño de la propiedad, John W. Cullen, dijo que la historia lo ha ayudado a convertir al Stanley _ el cual, aparte de la conexión con el terror, tiene vistas asombrosas del Parque Nacional Montañas Rocosas _ en una “fortaleza económica”.

Lo que le faltaba a la experiencia, no obstante, había sido el laberinto formado con setos vivos que utilizó Kubrick como escenario para el clímax de la película, en el que el enloquecido cuidador del hotel en invierno _ interpretado por un Jack Nicholson de aspecto demoníaco _ persigue a su pequeño hijo Danny con un hacha. Danny, quien ha estado teniendo visiones de fantasmas y, como es bien sabido, escribe “Redrum” en la pared (si no se ha visto la cinta, hay que leerlo al revés: murder o asesinato en español).

Sin embargo, generaciones de visitantes en la vida real que llegan al Stanley se habían sentido defraudados al encontrar que el laberinto ficticio es solo eso. “La gente seguía buscando el laberinto”, comentó Cullen.

Así es que, para festejar el año 20 de ser el dueño del hotel, Cullen cedió y construyó uno en junio. “La gente quiere la experiencia”, comentó. “Quiere reinterpretarla y contarles a todos sus amigos al respecto. ¿Y quién soy yo para interponerme en su camino?”.

A sugerencia de un colega, Cullen optó por llevar a cabo un concurso para el diseño, una acción que amplificó el potencial de las relaciones públicas. Un panel de jueces recibió 329 entradas de todo el mundo y la ganadora fue una arquitecta de Nueva York, llamada Mairim Dallaryan Standing.

Calificó al honor como el pináculo de su carrera. “Estuve levantada hasta la una de la mañana todos los días, diseñando y dibujando y bosquejando y tratando de hacer que funcionara matemáticamente antes de entregar”, contó Standing en entrevista por teléfono, y añadió que le atrajo el reto de la tarea, no necesariamente por su relación con una película de suspenso. Recibió dos estancias en el hotel a cambio de su trabajo.

Cullen decidió formar el laberinto con juníperos que solo crecen a medir un metro de altura, lo que hará que el del Stanley sea menos imponente que el laberinto de cuatro metros en la película de Kubrick. Cullen dijo que le preocupaba que se perdieran niños en él.

Esa decisión ha generado cierta desilusión.

“En la película, parecía de 10 metros de altura”, notó Ann Henderson, de 63 años, una maestra retirada que estaba de visita, proveniente de Greeley, Colorado, que calificó de poco satisfactorio al laberinto que apenas hace cosquillas en los muslos. “El no podía ver; y eso es lo que lo hacía tan aterrador, tan importante”.

Sin embargo, cerca, Midge Knerr, de 64 años, una empleada del hotel que fungió como juez en el concurso de diseño, dijo que el laberinto tiene la mezcla adecuada de elegancia y fascinación, y es otro lugar para que los visitantes busquen signos de lo sobrenatural. Es frecuente que los empleados, notó, sientan la presión de improvisar fantasmas en un instante. “Llegan muchas personas”, dijo, “y pareciera que dijeran: ‘Está bien, ¿dónde están?’”.

El hotel ficticio de “The Shining” se llama Overlook, el Stanley no es el único mesón de la vida real que reclama conexiones con la cinta. El Timberline Lodge en Mount Hood, Oregón, se utilizó para hacer algunas tomas exteriores, aunque en el sitio web del hotel se explica que no tiene el laberinto de setos vivos. (Las tomas en el laberinto se hicieron en un estudio cinematográfico en Londres.)

El Stanley es un complejo que parece palacio, y lo construyó el inventor Freelan Oscar Stanley en 1909. Pronto se convirtió en una base para quienes visitaban el Parque Nacional de las Montañas Rocosas.

Corredor del Stanley. Foto: The New York Times.

Cuando Cullen compró el hotel en 1995, apenas si funcionaba como negocio y tenía varios edificios sin electricidad, declarados en ruinas. Poco después de la adquisición, King anunció que planeaba filmar una miniserie basada en su novela _ tenía mucho tiempo que había dado a entender que no le gustaba la interpretación de Kubrick _ y que ABC pagaría cientos de miles de dólares en renovaciones para que pudiera usar el hotel como plató.

En ese entonces, “The Shining” ni siquiera era parte del plan de negocios del Stanley. La película de Kubrick se había filmado en otras locaciones, lo cual sigue siendo un punto sensible para los empleados del hotel Stanley.

Un día reciente, cerca de 20 chicas de un grupo juvenil de Colorado se habían reunido cerca del laberinto para una visita guiada de fantasmas con Aidan Brady, de 23 años, con traje oscuro, anteojos para sol y el cabello caído, cortado al estilo de George Harrison. Una de ellas, Flor Arellano, de 14 años, dijo que el laberinto la impresionó totalmente. “De inmediato, te va a dar escalofrío”, dijo, “y, luego, ya estás listo para otro susto dentro del hotel”.

Después de que se transmitió la versión de “The Shining” en miniserie para televisión, de la ABC, en 1997, Cullen incrementó el cociente de horror del hotel: agregó los recorridos de fantasmas y contrató a guías paranormales que narran historias de las almas perdidas que deambulan por los pasillos. Después, los guías animan a los huéspedes para que compartan sus experiencias sobrenaturales _ una copa de vidrio que se desliza, un sonido fantasmal, una sombra misteriosa _ en la página del hotel en Facebook. En la tienda de regalos, se venden “Shining” o recuerdos que incluyen un fantasma que brilla en la oscuridad y pocillos para café que dicen: “Redrum”.

“Dios bendiga a Stephen King por lo que ha hecho por este hotel”, dijo Cullen.

El Debate

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