Abelardo Medellín Pérez
Si los errores y pifias (que los hay por decenas) del actual gobierno de San Luis Potosí no habían sido objeto de tanto escrutinio y crítica como lo han sido ahora, fue únicamente por el beneficio de la duda que durante tres años le dieron las azoradas masas de potosinos, quienes preferían ser gobernados por un ilusionado “padrino benefactor” y no por la leyenda obscura que la mayoría (de los que lo conocían) contaba sobre Gallardo Cardona.
Sin embargo, apenas inició la última semana de enero de 2025 y se hizo públicamente evidente que la Gallardía como el mal llamado movimiento político que es, no solo cojea… sino que también sangra. Desde hace días, el gobierno carga siete heridas autoinfligidas, que le tienen escurriendo simpatías desde donde más le duele: la palestra pública.
Apenas amanecía la primera semana de enero y los potosinos con obligaciones ante el estado descubrieron que el gobierno había decidido cobrar un nuevo concepto dentro del impuesto de control vehicular; días después se supo que, sin mediar razón ni justificación lógica, la administración concedió un aumento a la tarifa del transporte público, el mayor de la última década, al ser de un peso completo; tras el evento delictivo que afectó una tienda de lujo de la capital, la Secretaría de Finanzas, recién inflada con el nuevo cobro de control vehicular, decidió “donar” (aunque luego reculó) 350 mil pesos al empresario afectado por el robo de su negocio; la última semana, el perro guardián de la Gallardía que es la Fiscalía General del Estado (FGE), mostró los alcances de la ineptitud profesional que puede alcanzar gente nombrada al dedazo al haber alimentado con filtraciones y pésimo control informativo, el bodrio público que significó el caso por la desaparición de Daniela Martell; durante los últimos cinco días, el gobernador Gallardo Cardona arruinó cualquier expectativa positiva que se tuviera hacia el proyecto de la Universidad Rosario Castellanos de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, al revelar, con su tacto de bulldozer, que el plan era retirar la Escuela Primaria Tipo 21 de Agosto de las instalaciones y construir precozmente un plantel para recibir el proyecto y ver cuánto aprecio podía ganarse de la presidencia; finalmente 23 de enero, la Sefin volvió a padecer un descalabro al aceptar en redes sociales que la tarjeta de circulación, ese documento por el cual el costo del control vehicular aumentó 717 pesos, ahora sería de papel y no una tarjeta plástica, por motivos presuntamente atribuidos a razones “ecologistas”, aunque dicen quienes lo han tramitado que ya se les pidió que enmiquen tal documento.
Para coronar: durante la rueda de prensa en vísperas del evento pugilista agendado para celebrarse en la Arena Potosí este fin de semana, una puerta de vidrio del ingreso al recinto colapsó y se partió en pedazos sin razón aparente. Esta es la segunda puerta del recinto que tiene fallas atribuibles meramente a la calidad de las estructuras.
En resumen, no ha sido un buen mes para ser Gallardista. Obras de 600 millones de pesos se caen a pedazos (otra vez), la FGE se ventila a sí misma como una institución carente de seriedad, la Sefin recauda más molestias que dinero, los únicos beneficiados en la cuesta de enero son los oligarcas del transporte público y por enésima vez en lo que va de la administración, pero cada vez más evidente, vemos a un gobernador que se empequeñece y retrocede ante los enfurecidos reclamos de potosinos sobre quienes quisieron pasar sin avisar.
Quienes han visto las caídas de sexenios pasados, igual o más arrogantes que la administración actual, concuerdan en que esto le ocurre a Gallardo Cardona por las mismas causas que provocaron los descalabros de gobernadores antes que él.
En primer lugar, las bases se reducen. Gallardo ha cultivado uno de los más eficientes y bien engrasados sistemas clientelares para cosechar voluntades amañadas, pero con cada año que pasa y con cada nueva complicación para entregar programas, el sistema se tiene que auto gestionar, discriminar gente, no permitir el apoyo ciertos sectores y, ante la segregación, las molestias por la desigualdad institucional incrementan.
En segundo lugar, está el tóxico afán de protagonismo y hambre de reflector que mueve al gobernador. Esta semana los padres de familia de la Tipo 21 de Agosto y los capitalinos descubrieron algo que los docentes, directivos y personal educativo del estado sabía desde hace tres años: Gallardo Cardona no tiene idea de cómo se gestionan los avisos sobre decisiones ejecutivas. El gobernador no puede perder una primicia; si decide algo, el primero en avisarlo debe ser él a través de sus redes, ningún otro funcionario puede adelantarse a su anuncio, y esta paranoia que solo sería normal en reporteros encarrerados, se ha traducido en el disgusto de profesores y profesoras que son los últimos en enterarse, mismos que deben cambiar planeaciones, calendarios y actividades, únicamente porque el gobernador decidió ampliar puentes. Nadie se queja cuando hay días libres, pero cuando lo que quieren es liberar espacios a la fuerza como en el caso de la Tipo, era lógico que la estrategia de informar a base declaraciones o publicaciones, se revelaría como la torpe política propagandística que es.
En tercer lugar, está el miedo al escrutinio. De dientes para afuera el gobernador se asume como un mandatario abierto a la crítica, pero todas las entrevistas públicas de los últimos cuatro años han servido como una extensa hemeroteca de momentos en los que el gobernador no puede mantener la compostura, ni siquiera ante preguntas de medios que sirven a su proyecto. Gallardo Cardona tiene la paciencia de una tetera en flama alta y una autocrítica de teflón, por eso le es imposible aceptar las decenas y cientos de comentarios negativos y reclamos que le llovieron a las muy diversas publicaciones que hicieron tanto él como la Secretaría de Finanzas las últimas semanas. El mandatario estatal creyó, seguramente por el consejo de un asesor muy desfasado para el encargo, que las redes sociales son un cámara donde es fácil imponer tu voluntad, y que permiten controlar la respuesta de la gente con hordas de funcionariado público que te defienda bajo amenaza de ser despedido.
El gobernador se dio un tope peor al que tuvo cuando Rosa Icela fue vitoreada de “gobernadora” en la Huasteca; encontró que, a diferencia de lo que le han contado, en las redes sociales sí hay ciudadanía, ciudadanía que comenta, que se atreven a señalar cuando algo está mal, que no tienen miedo de ponerlo sobre aviso: “nos vemos en 2027”.
A Gallardo Cardona le dijeron, desde su bien financiado grupo de ataque en redes sociales, que una publicación en Facebook era propaganda gratuita y con alto alcance; no, gobernador, ese no es un “muro” que puede pintar de verde, esa es una memorabilia digital e indeleble de sus más escandalosas equivocaciones.
Cada día que pasa, ese discurso endeble de la “herencia maldita” deja de verse como la denuncia contra un enemigo antiguo, y se parece cada vez más al “¡ahí viene el lobo!” de nuestra fábula potosina, de nuestra propia historia: “Gallardo y el Lobo”.
Solo que hoy el lobo que asecha a la Gallardía no es la “herencia maldita”, ni sus detractores políticos, ni los grupos de interés del pasado que apenas puede nombrar. No. Hoy quienes reprochan sus acciones y señalan los fallidos intentos por defender lo indefendible, son los propios potosinos.
Este no es un año que inicia con el pie izquierdo; es el enero negro de un movimiento que mal nació y mal va a acabar, el ocaso temprano de la Gallardía populista.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Estudios sobre la Democracia y Procesos Electorales en el posgrado de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha trabajado como reportero y columnista en los medios digitales La Orquesta y Arco Informativo; actualmente es reportero de Astrolabio Diario Digital. Ha sido acreedor de dos premios estatales de periodismo en las categorías de Artículo de Fondo y Periodismo Regional.