Por Victoriano Martínez
El primer Debate público entre candidatas y candidatos a la gubernatura del Estado de San Luis Potosí 2021 de debate sólo tuvo el nombre y uno que otro señalamiento calculado entre los candidatos, que debieron ajustar sus intervenciones a tiempos cortos, pero también limitados por reglas de corrección política que les impidieron mostrarse tal cual son.
En la historia de los debates electorales en el Estado, ese presunto ejercicio democrático no cuenta con algún caso memorable en el que su realización haya resultado significativa para la definición del voto entre la ciudadanía… por mucho que los candidatos salgan del auditorio donde se haya realizado con el puño en alto y organicen mítines de salida para vociferar que lo ganaron.
Tan ridícula y previsible resulta la auto proclamación de vencedores en el debate, que Mónica Rangel, Octavio Pedroza, Arturo Segoviano y Juan Carlos Machinena ya tenían listas sus imágenes de vencedores para difundirlas a través de sus cuentas en redes sociales, justo al terminar la transmisión.
En el colmo de ese previsible ridículo, Ricardo Gallardo Cardona no sólo tuvo preparada una imagen, sino un video de 10 segundos para proclamarse vencedor y un mítin con acarreó que durante el debate denunció José Luis Romero Calzada: “yo nomás quisiera saber cómo llegaron las personas que están allá afuera en camiones del partid… de los partidos que están allá afuera”.
Una previsible y ridícula auto proclamación que muestra con claridad que quienes la hacen acuden a ese ejercicio que debiera ser democrático con un ánimo de auto promoción enfermiza que anula la razón de ser del debate y lo degrada a una pasarela en la que disponen de 13 minutos fraccionados para potenciar sus huecas campañas.
Sin proclamarse vencedores, Francisco Javier Rico Ávalos publicó ocho imágenes en las que enumeró sus propuestas con motivo del debate; Adriana Marvely Costanzo publicó cuatro videos sobre sus intervenciones en el debate; José Luis Romero Calzada un video de comentarios, y Adrián Esper Cárdenas un video de la entrevista que le hicieron al salir del debate.
“Más que todo fue un recit… como un recitaje, no creo que hubo ese intercambio para poderlo llamar debate, pero bueno se alcanzaron a sacar algunos puntos, pero fue más como recitar una… pues las propuestas, más que un debate”, recapituló Esper Cárdenas. Consideró haber logrado su meta de diferenciarse de sus contrincantes.
Una exposición de declamadores, pues, en la que hasta los esporádicos ataques que algunos de los candidatos lanzaron a sus contrincantes estaban calculados para lograr un efecto previsto en su cuarto de guerra para sus fines de estrategia de campaña.
Tanto se convirtió en un juego de declamadores, que los candidatos se vieron obligados a echar mano de su capacidad histriónica para ajustarse al comportamiento políticamente correcto. Esa corrección política que Darío Villanueva, exdirector e integrante de la Real Academia Española, define como la censura postmoderna.
Si los 13 minutos fraccionados que tuvieron los candidatos para debatir limitaron la exposición de sus propuestas y el contraste entre éstas, la exigencia de ajustarse a lo políticamente correcto limitó a los ciudadanos la posibilidad de conocer a los candidatos tal cual son, para simplemente ver qué tan bien portados pueden llegar a ser.
“Yo propongo que la Secretaría de Salud va a dejar de ser la caja chica de los gobernadores, no más robo, no más saqueo, ya dejémonos de chingaderas y de mamadas para servir a los potosinos”, expresó Romero Calzada y activó la alarma de un mal comportamiento.
“Quiero hacer una acotación en este momento para el candidato José Luis Romero Calzada de acuerdo a la facultad que la Ley Electoral me confiere y le comunico respetuosamente que tendremos que ajustarnos a la línea de respeto en este panel hacia cualquiera de nuestros compañeros y compañeras y hasta el público que está en esta transmisión. Considere esto candidato como una llamada de atención”, se apresuró a censurar el moderador Miguel Gallegos.
Como si el público, necesariamente ciudadanos, careciera de criterio y madurez para valorar el comportamiento de quienes pretenden representarlo. Una mutilación a la razón de ser del debate como ejercicio para saber quiénes son y qué proponen quienes pretenden el cargo de gobernador.
Entre un tiempo limitado y un obligado comportamiento políticamente correcto, el debate deviene en un esfuerzo de los candidatos por aprovecharlo para reforzar sus campañas y realizar su mejor papel actoral para ganarse la simpatía del público.
El primer debate, lejos de permitir a la ciudadanía tener elementos para reconocer quiénes son y qué proponen aquellos sobre quienes tiene que elegir, exhibe un ejercicio que –por simulación voluntaria o involuntaria– aún queda muy lejos de cumplir con sus fines democráticos… al grado de generar muy poca expectación entre la población.