El Reportero

Por Antonio González Vázquez

astrolabio 2No lo digo yo porque ¿quién soy yo para decirlo sin pelos en la lengua? “La prensa es amable en persona, pero te mata en el papel”, asegura Gay Talese en Honrarás a tu Padre y yo lo creo. Dice también que “en la prensa todo es exageración y es capaz de hacer cualquier cosa para vender periódicos”. Eso también lo creo.

Me gusta leer de vez en cuando a Talese porque es genial a la hora de escudriñar a la prensa. Me agrada pensar que al respecto, pensamos lo mismo. Por ahí se les ve con un aire descorazonado, hartos de su existencia sin sucesos trascendentes. Sus jornadas son tan lóbregas que no aspiran a otra cosa sino a seguir llenando páginas con notas insulsas y datos inútiles.

Vaya con los reporteros, van por el mundo con un aire teatral tan falso como su compromiso con la verdad. No digo que sean todos, pero un montón, pues la verdad, sí.

Hubo un tiempo en el que se proponía a cada segundo ser el mejor, el de mejor estilo, el más agudo y punzante, pero no supo desde cuando ese empuje se empezó a apagar como una vela hasta quedar reducido a ser un simple redactor, otro redactor de notas como los hay en cualquier redacción.

La furia que en buen sentido le poseía al golpear la máquina de escribir se diluyó como se desvanece una pasión ocasional hasta caer en lo más bajo y las notas que antes se levantaban imponentes, de un tiempo para acá se habían transformado en una rutina fastidiosa. Era como exhumar cuerpos de las crónicas en la página roja, tan llena de lugares comunes y estridencias sin sentido.

En momentos lúcidos, llegó a detestar lo que hacía y luego de razonarlo bien hasta podía entender que habría de ser mejor desterrarse del oficio. A quien le importa, se dijo, una entrevista insulsa y redundante, o una noticia repetida mil veces con el estilo y pompa de una gacetilla.

Tal vez sea ya del todo innecesario reconocerlo pero la verdad es que cuando uno se convierte en un reportero sin fuerza ni enjundia, sin entusiasmo ni curiosidad, sin dignidad ni responsabilidad, lo mejor es admitirlo sin ambages y avocarse a repetirlo una y otra vez hasta el cansancio: no hay nada peor que un reportero sin compromiso.

Tenía presente que craso error es el que se comete cuando se consientes cosas en las que uno no está de acuerdo, como cuando escribes según el dictado de una fuente o de acuerdo con  la línea que tiene el jefe.

Pero no está de más decirlo con algo de modestia, pero al principio era un obsesionado por la verdad y salía a reportear con esa obsesión en la libreta de apuntes. Eso le gustaba, le hacía sentir que el miserable salario de la quincena no era tan ingrato frente a la enorme oportunidad de buscar la verdad y publicarla.

Lo sabe muy bien, no siempre era obligado a seguir ese estilo ramplón y simplista ordenado desde la redacción sino que luego ocurría que como hábito torturaba las palabras y masacraba el lenguaje casi con gusto en aras de la rapidez y, sobre todo, para quedar bien.

Creo que tiene razón el monumental Raymond Chandler cuando uno de sus personajes de El Largo Adiós, ironizó sobre la prensa a la que parecía clavarle clavos ardiendo: “Soy dueño de varios periódicos. Los considero una amenaza constante a la intimidad que nos queda. Sus chillidos constantes sobre la libertad de prensa significan, con escasas excepciones, libertad para comerciar con escándalos, crímenes, sexo, sensacionalismo, odio e insinuaciones, y libertad para el uso político y financiero de la propaganda. Un periódico es un negocio para ganar dinero mediante los ingresos que proporciona el Poder”.

Ya no sé si lo que digo a alguien le hace falta, especialmente a mi que desde hace tiempo he perdido algo de baterías respecto de este oficio que, como bien dice Mario Vargas Llosa en Conversaciones en Catedral,  en ocasiones es una frustración.

Pero ahí tienes que a menudo la mentira se impone sobre la verdad, no en balde para eso están los contratos de prensa con las instituciones públicas, en cuyo caso, en San Luis Potosí no hay limite ni rubor.

Hay una frase contundente y lapidaria de Svletana Alexiévich. Uno de sus entrevistados en Las Voces de Chernóbil asegura que “todos los periódicos mienten sin parar”. Se refiere a la prensa rusa, pero bien mirado, a veces da igual y puede referirse a cualquier periódico del mundo, todo es que uno se fije en los periódicos que leemos y los contrastemos con nuestra realidad.

No es que me plazca hablar mal de la prensa puesto que yo mismo he sido periodista durante los últimos cinco lustros, pero da el caso que se complica hablar bien de ellos, salvo que uno lo haga desde el monte del romanticismo que nos enseño Gabriel García Márquez que al definir el periodismo, decía que “es el oficio más bello del mundo”.

Y lo es, pero dudo que las empresas periodísticas y sus directivos y sus dueños, sean los mejores del mundo.

 

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