El Saucito: un sitio sagrado

Antonio González Vázquez

El patrimonio cultural en una ciudad no lo definen los expertos ni mucho menos los gobernantes en turno, sino la gente.

Esa y otras definiciones surgieron del programa Hablemos con el Colegio de San Luis TV, difundido recientemente en el canal 9 de la televisión pública del Estado que forma parte del Sistema de Radiodifusión del Estado Mexicano.

Lidia Juache Castilleja, periodista y conductora de ese programa, reunió a académicos del Colegio de San Luis y del Consejo de Patrimonio de El Saucito para analizar el controvertido proyecto municipal mejor conocido como el puente deprimido.

Pasaron a revisar el caso a la luz del libro Cultura y Sociedad en los Barrios de San Luis Potosí de reciente publicación en esa institución académica.

Si bien el texto no incluye lo que ocurre en esa zona de la ciudad, sí es punto de partida para entender los embates del desarrollo en la capital en perjuicio de la población.

Hay algo que se llama el Derecho a la Ciudad y puede ser que en el ayuntamiento capitalino lo sepan o que, de plano, no les importe.

Se trata de que los habitantes de una colonia, fracción o barrio, tienen el derecho de vivir en un ambiente cordial, libre de violencia y a la medida de sus posibilidades en donde se respeten sus costumbres, cultura, convivencia y tradiciones.

A la población le asiste el derecho a vivir en una ciudad caminable, saludable y sin polución, en una que el patrimonio cultural generado por la gente no sea violentado por las autoridades en su afán por imponer sus planes por encima de todo.

Cuando una autoridad se propone intervenir un sector de la sociedad, está obligada a escuchar a la población, es algo que ha dictaminado la Organización de las Naciones Unidas en el caso del desarrollo urbano.

Ese proyecto del programa Vialidades, fue expuesto en alguna ocasión a las Juntas de Mejoras, mas no a las y los vecinos a quienes nadie les pidió su opinión.

Esa omisión, por supuesto, es inadmisible a la luz del Derecho de la Ciudad.

La Doctora en Antropología Urbana, Paola Garnica dijo una frase muy poderosa: “El Saucito no es un lugar de paso”.

Y en efecto, no lo es.

Es, como afirmó Francisco Javier Escalante Rocha, integrante del Consejo de Patrimonio: “una ruta de penitencia, oración y fe”.

La académica, expresó una idea fundamental en torno a la polémica obra, pero que bien se puede dirigir a cualquier autoridad: “no se trata de que el municipio se asuma como experto y defina qué es cultura y qué no lo es”.

Desde su punto de vista, es necesario dejar de lado que la idea del progreso en una ciudad tiene que ver únicamente con obras de infraestructura, porque éstas pueden ser muy dañinas por su impacto en la convivencia social.

A mayor claridad, quienes se oponen a la obra municipal lo hacen a partir de su defensa del lugar donde viven desde hace muchas generaciones. Sus raíces en esa fracción de la ciudad han hecho posible la construcción de una red social basada en la convivencia, sus costumbres, su cultura y especialmente, sus expresiones de fe en el Santo Patrono.

Nadie puede llegar y hacer a un lado eso con el manido y demagógico pretexto del progreso y el desarrollo.

Un aspecto que el ayuntamiento no ha querido reconocer es el siguiente: la ruta procesional que es lo que defiende la población “es importante porque los propios habitantes lo dicen, de ahí surgen el significado y los valores que le dan sentido a la vida de ellas y ellos; no necesitamos validar que digan eso”.

“Tengan para que aprendan”, diría el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Esta frase es demoledora: “a las autoridades que dicen que son los expertos, no les corresponde validar los valores de la gente, eso es lo que debe de estar en el centro de toda la discusión”.

Así o más claro.

A su vez, el Doctor Arturo Gutiérrez del Ángel, integrante del Programa de Estudios Antropológicos del Colegio de San Luis, alertó sobre el puente deprimido que “el principal impacto es la ruptura del tejido social y es éste el que crea un barrio”.

Un caso similar: hace décadas fue construido el puente a desnivel Manuel José Othón las vías del ferrocarril, esa infraestructura dividió la zona de El Montecillo y lo más grave, es que ese puente está a unos metros de la iglesia y su plaza.

Para ingresar a ese lugar de la ciudad hay que cruzar el puente por un paso peatonal oscuro, inseguro y pestilente.

Ese puente dividió a la colonia. Es un caso de intervención urbana desde el gobierno para implementar políticas públicas de infraestructura sin consultar a la población.

“Cuando las obras cruzan un lugar, las obras toman en cuenta los autos, no las redes sociales que están tejidas desde mucho tiempo atrás”, subrayó Gutiérrez del Ángel al resaltar la importancia de tomar en cuenta a los habitantes que pueden ser afectados.

El ayuntamiento puede construir obras sí, pero con el aval de todas y todos; “no es qué quieren ellos como autoridad, sino que quiere la ciudadanía”.

Hay algo que el alcalde Enrique Francisco Galindo Ceballos debe de entender: el futuro de las ciudades no está en destruir sus redes sociales, hay que respetar sus costumbres y sus tradiciones.

María del Carmen Ramírez, integrante del Consejo de Patrimonio de El Saucito, definió que “el paso a desnivel transforma físicamente una calle que tiene una importancia histórica para la gente porque durante el mes de marzo de cada año, esta calle adquiere un valor diferente al de cualquier vialidad; adquiere un valor simbólico y religioso de enorme trascendencia para la comunidad”.

Es una ruta procesional que forma parte de las fiestas patronales que inician en febrero y culminan a finales de marzo. Todos los días hay expresiones de fe de personas que acuden a la iglesia. La gente expresa su devoción en una procesión de dos kilómetros. Es una ruta de penitencia, oración y fe.

El riesgo es mayor: “con ese proyecto va a desaparecer una vía procesional con una tradición de 203 años; la alteración física de la calle nos impedirá por completo esa ritualidad, además de la posible afectación al templo que es un sitio sagrado”.

Conclusión: sería imposible la procesión con el puente.

La ruta procesional y todo lo que le es afín no puede verse con simpleza burocrática, no es solamente del andar de mucha gente, sino que es la expresión de la vida comunitaria en torno a la imagen de El Señor de El Saucito, en donde todas y todos se encuentran.

La gente de ese lugar así lo entiende y así lo dicen: es un sitio sagrado.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha sido docente de la Facultad de Ciencias de la Comunicación durante 25 años. Además, durante 30 años se ha desempeñado como periodista en medios como El Heraldo, El Mañana de Ciudad Valles, Pulso, Milenio San Luis, Diario Digital San Luis, Librevía, La Jornada, Global Media y actualmente en Astrolabio Diario Digital y Periodismo Político.com. También ha sido corresponsal de medios nacionales como Agencia de noticias Notimex, La Jornada y Milenio.

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