Óscar G. Chávez
La nominación de Gilberto Hernández Villafuerte para ser el candidato del partido Verde a la alcaldía de la capital, con la bendición del gobernador Ricardo Gallardo (padrino al fin) resulta bastante risible ya que por todos es conocida la incapacidad del personaje. Lo anterior no le quita lo preocupante al asunto, porque también es del dominio público el control absoluto que sobre él ejerce el gobernador.
Suponiendo que fuera en efecto solo el candidato verde, resultaría poco probable que en un panorama tradicional pudiera obtener no digamos el triunfo, sino una cantidad considerable de votos, pero el posicionamiento de la gallardía ha eliminado esos contextos, además cuenta con el respaldo de su población clientelar que es la que finalmente aporta el voto masivo. Consideremos también que las posibilidades que se de en lo local una alianza con Morena cada vez se perciben más remotas, por lo que los votos cautivos por los programas sociales no sólo tendrían que repartirse en dos, sino que además disminuirían de manera notoria; refuerza lo anterior el que en estos últimos días se ha vuelto muy evidente en distanciamiento cada vez mayor entre la dirigencia morenista y la gallardía.
En estos mismos supuestos habría que agregar la participación de Enrique Galindo, quien con todo y el bajo nivel de aceptación que alcanza en estos momentos y aun enfrentando a otros dos adversarios podría logar la reelección; pero, de ser otro el candidato de la alianza tricolor, azul y amarilla, la cosa podría complicarse. Igual, de ser un candidato el que representara en conjunto al Verde-PT y Morena, se volvería difícil el triunfo en una reelección y con toda seguridad el triunfo beneficiaría a Hernández Villafuerte.
Hay que reconocer que con todo y lo que Gallardo puede humillar a algunos de sus colaboradores cercanos, evita que puedan ser maltratados siendo candidatos, como también evita o al menos no lo hace en público maltratar a un círculo muy selecto de ellos, pareciera que entre éstos se encuentra el personajes en cuestión. De tal suerte que la propuesta verde deriva precisamente de evitar desgastes innecesarios, dando casi por supuesto el triunfo, con todo y que algo pudiera ocurrir, como en el caso del Gallardo Juárez cuando buscaba la relección.
Pero, tampoco debemos descartarlo, de llegar a conseguir la alcaldía de la capital las consecuencias serían funestas no sólo para la propia ciudad sino también para el estado, no sólo por la entrega y control del concentrado electoral más fuerte del estado, sino también por la inimaginable cantidad de tropelías que se pueden cometer con y desde la estructura municipal, con miras a perpetuar el control gallardista del estado y contando con el apoyo permanente del propio alcalde a quien convertiría en un director estatal de servicios municipales.
Esto lleva a preguntarse si en realidad son del interés de Ricardo Gallardo las posiciones federales de representación popular (con todo y que entre los posibles candidatos se encuentre su esposa) o su atención está centrada en obtener mayoría en el Congreso local y en el mayor número posible de alcaldías. Es entonces donde se observará que el único y verdadero contrapeso contra la gallardía en el estado lo representa Morena; desafortunadamente, como ya ocurrió en el proceso electoral de 2018, la aversión que una gran cantidad de la clase media potosina aspiracionista le profesa al presidente de la República y por ende al partido oficial, les impide pensar en la posibilidad de un voto razonado, con todo y que debe considerarse también que ninguno de los partidos, viendo el entreguismo de sus dirigentes, son una oposición real frente al proyecto verde.
Nos guste o no, hasta este momento la únicas acciones y declaraciones no sólo opositoras sino además confrontativascontra el gobernador, han sido las del morenismo estatal quienes han sido muy cuidadosos en marcar y mostrar distancia de aquel, quien a su vez (y como pocas veces se le observa) cuidadoso y mesurado ha evitado opinar, al menos hasta el momento, sobre el alejamiento entre ambas fuerzas políticas. Queda claro que no es miedo, pero si precaución ano saberle medir y regular la presión a la olla exprés, máxime cuando se vé que doña Rita es una mujer de armas tomar.
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