El verde nunca los necesitó…

Abelardo Medellín Pérez

Con la reciente migración de los alcaldes electos de Tamuín y Rayón al Partido Verde Ecologista de México (PVEM), el grupo político del gobernador ensayó una hipótesis que buscaban probar con dichas candidatura y ahora han comprobado plenamente: ir o no con Morena de aliados les da igual y en nada les afecta.

El gobernador Gallardo Cardona no tiene opciones como político serio; llegó al cargo cuando el contexto subnacional exigía las definiciones usuales de una república polarizada. O se adhería al proyecto hegemónico del presidente, o le tocaba jugar como apestado.

Y como el gobernador y su grupo ya cargaban una extensa estela de maloliente pasado, más le convenía cuadrarse y recibir el lavado de cara y antecedentes que ofrecía la 4T.

Muchos obradoristas potosinos no lo aceptan, pero Gallardo Cardona es uno de ellos. Nada más ni nada menos que otro seguidor del presidente, solo que él no lo hace por esperanza (como la población), el gobernador lo hace por supervivencia (como todos los que se anidan en ese cascarón ideológico que es el morenismo moderno).

En la prueba de fuego que fueron las elecciones locales del 2024, el reto era mostrar que el proyecto Verde podía hacer bisagra con el morenismo local y obtener la mayor cantidad de votos posibles para la candidata Claudia Sheinbaum Pardo.

Al final se logró la meta y, aunque el Verde sobró al momento de sumar sufragios a la candidata del presidente, el Verde y sus aliados resultaron el proyecto aliancista mejor posicionado en todo los cargos.

Durante el tiempo que duraron las negociaciones para repartir las candidaturas a los municipios, los partidos demostraron que de nada servían los llamados nacionales a la unidad entre las facciones; las diferencias se volvieron peleas; los enfrentamientos, quiebres; y las apariencias fueron insuficientes.

El morenismo potosino, soñador, iluso y poco pragmático, se tragó el cuento de que el impulso obradoristas a nivel nacional bastaría para detener las ambiciones de la Gallardía. Se creyó el cuento y perdió.

Es cierto, el morenismo obtuvo un número significativo de candidaturas a ayuntamientos y, dónde no lograba acuerdos, tenía suficientes cuadros para mandar candidatos propios.

Sin embargo, el obradorismo carecía de algo que el Gobierno del Estado y el PVEM ya tenían desde hace meses: una alternativa en caso de perder el siglado.

Mientras que los candidatos de Morena no les quedaba más que resignarse cuando el PVEM ganaba el siglado para la postulación de un candidato a alcalde, el Verde tenía la opción de utilizar un partido político emergente y nuevo que, segun han dicho los testigos, fue comprado desde palacio de gobierno a la CROC.

Este partido, que sirvió de vehículo político a los desafortunados gallardistas fue Movimiento Laborista, y decimos fue, porque debido a la falta de votos, prácticamente perdió su registro.

Los candidatos que originalmente buscaban contender por el PVEM en Tamuín y Rayón, y fueron desplazados por una candidatura siglada por Morena, la tuvieron muy sencilla.

Se vendieron como opción de Movimiento Laborista, pero incluso cargaban el mismo color verde; pidieron los votos de las estructuras alimentadas con apoyo del gobierno y ganaron sus respectivos municipios.

Claro, ganaron como opciones de Movimiento Laborista, pero al final eso era un excusa institucional, una formalidad estorbosa, un artificio dolosamente necesario, algo que disimulaba su verdadero ser: los candidatos del gobernador.

Está semana, ambos candidatos dejan sus afiliaciones Laboristas y anuncian su nada sorpresivo regreso al PVEM.

Lo ocurrido no solo representa un obscuro y vergonzoso capítulo en la historia del sistema de partidos y sus abusivos usuarios; no, esto representa la nueva violación a los principios democráticos orquestada por el Verde.

El partido del gobernador ha puesto en práctica y comprobado que solo necesita expedir un cheque desde Palacio, comprar un partido necesitado y nunca le faltará una opción en caso de que sus incómodas alianzas federales se interpongan a la hora de repartir el hueso.

Si Morena va con ellos en el 2027, bien, el gobernador y sus huestes aseguran el voto necio de los obradoristas añorantes para sus candidatos, y con esta nueva estrategia de llenar partidos cascajo con tucanes, ya no importa si el morenismo cede o no.

Si Morena decide cumplirle a sus seguidores potosinos y niega la alianza, pues poco importará para el gobierno; por sí solo Morena no ha resultado ser una opción competitiva a nivel estatal, y sus cuadros son desorganizados grupos de grilla y entusiasmo mal encausado. El Verde sin Morena es un proyecto con una preocupación menos.

Prácticamente el grupo de la Gallardía ha demostrado que de demócratas no tienen nada y de jugadores mañosos lo tienen todo; y así como en el juego, en la política no logra más el que más arriesga, si no el que más afianza.

El PVEM ha demostrado con sus chapulines internos que lo único que están dispuestos a perder son aliados, y a esos no los van a extrañar.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Estudios sobre la Democracia y Procesos Electorales en el posgrado de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha trabajado como reportero y columnista en los medios digitales La Orquesta y Arco Informativo; actualmente es reportero de Astrolabio Diario Digital. Ha sido acreedor de dos premios estatales de periodismo en las categorías de Artículo de Fondo y Periodismo Regional.

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