Ciudad de México (15 de agosto de 2015).- Con el descubrimiento de un cenote bajo la pirámide de Kukulcán, en Chichén Itzá, se abren interrogantes para el estudio de la cultura maya, pues aun cuando existe la certeza que existen, no ocurre lo mismo en el caso de sus dimensiones.
El investigador René Chávez, del Instituto de Geofísica de la UNAM, subrayó que el camino para llegar a ese hallazgo fue largo, pues necesitaron retomar diversos conocimientos y prácticas efectuadas anteriormente en ese sitio arqueológico de la Península de Yucatán.
Fue así como se decidió utilizar métodos geofísicos que pudieran determinar las irregularidades del interior de la pirámide, detalló el especialista de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Durante la presentación del hallazgo en la Casa de las Humanidades, el científico detalló que para probar los métodos que se emplearían en la pirámide, también conocida como El Castillo, hicieron pruebas previas en otra, ubicada en el mismo sitio, llamada El Osario.
En ese lugar ya se conocía una oquedad en el interior de la construcción, así como una escalinata que conducía a ese hoyo, por lo que los métodos utilizados fueron probados primero en esa estructura.
Posteriormente, se diseñaron unos electrodos específicamente para no dañar la pirámide de Kukulcán, con los que se obtuvieron parámetros que en los resultados se mostraban como colores, donde el rojo representaba cavidades, y el azul, agua.
De esta manera, se tuvo conocimiento del cuerpo de agua que se ubica debajo de una parte de la pirámide El Castillo.
Ahora corresponderá a los arqueólogos responder las preguntas que este hallazgo deja abiertas, como si los mayas tenían conocimiento de ese cuerpo de agua antes de edificar la pirámide o no, lo que contribuirá en profundizar el conocimiento de esa cultura, dijo René Chávez Segura.
Fuente: Milenio.