Por Victoriano Martínez
Si algo ha logrado consolidar el gobernador Ricardo Gallardo Cardona en los últimos tres años es su condición de mitómano, catapultada por un séquito, cercano y ampliado, que respalda sus compulsivas mentiras, a pesar de que las evidencias que lo contradicen sean del dominio público.
Un entorno en el que, no sólo su circulo cercano que acompaña la gallardía desde 2009, sino también políticos acomodaticios de cualquier partido, dirigentes empresariales y grandes empresarios que se dejan pastorear por los intereses y ganancias que les puede redituar, le permiten reescribir cualquiera de sus antecedentes.
Así, su paso por la cárcel durante 11 meses del 2015 pasó de ser un pasaje oscuro de su vida, a ser doloroso y una maniobra para eliminarlo de la carrera por la gubernatura en ese año.
“Me aguardaron exactamente en el proceso electoral, o sea, en el camino en que yo me iba a inscribir a mi candidatura a gobernador, en ese trayecto dijeron, ‘véngase para acá, usted se robó 200 millones de pesos”, le dijo a Adela Micha en una entrevista a modo realizada el 24 de septiembre en Real de Catorce, un día después de su informe que no fue informe.
“¿De eso te acusaron?”, le preguntó Micha.
“De eso me acusaron, un desvío de 200 millones. Tan fue armado el tema que a mí ese año de presupuesto me dieron 180 para todo ¿cómo te puedes robar 200 millones si te dieron 180? Eso para empezar; y después, cómo te llevas todo, y los sueldos de los policías, de los barrenderos, de todo lo que es una presidencia municipal ¿no los pagaste en todo el año? Es una estupidez”, afirmó Gallardo Cardona.
Si Rodrigo Joaquín Lecourtois López, titular del Instituto de Fiscalización Superior del Estado, su operador desde el órgano fiscalizador estatal no ha alterado los resultados de las auditorías a las cuentas públicas de Soledad de Graciano Sánchez para respaldar esa versión de Gallardo Cardona, en el archivo de esa instancia los datos contradicen al mandatario.
El informe de auditoría de la cuenta pública de Soledad de Graciano Sánchez de 2014, el último año en que Gallardo Cardona estuvo como alcalde en ese municipio, indica que su presupuesto fue de 460 millones 720 mil 131.11 pesos. Es decir, 280 millones 720 mil 131.11 pesos más de los que dice haber recibido.
Además, en ese informe de auditoría quedó registro de la aplicación irregular de recursos por 159 millones 374 mil 378 pesos: observaciones financieras por 36 millones 894 mil 305 pesos, y observaciones por incumplimientos por 122 millones 480 mil 73 pesos.
El desvío de 209 millones de pesos por el que fue apresado Gallardo Cardona no correspondía sólo al ejercicio fiscal 2014, sino a lo ejercido desde octubre de 2012 a diciembre de 2014, periodo en el que contó con un presupuesto de mil 228 millones 809 mil 320.11 pesos.
Es decir, el desvío representaba apenas el 17 por ciento de lo que administró y no el 111 por ciento como pretendió hacer ver en su versión de la acusación que expuso en la entrevista con Micha.
Pero mentir es compulsivo en grado mitómano para Gallardo Cardona, y la historia de los hechos se acomoda a su versión: “me sueltan dos o tres días después de que el gobernador toma protesta”.
De ser cierta su versión, ayer domingo se habrían cumplido nueve años de su liberación. El hecho es que en torno a las 20:30 horas del 9 de diciembre de 2015 fue cuando abandonó la cárcel de Ocampo, Guanajuato, por un amparo que no lo declaró inocente, sino que describió con lujo de detalle el delito que cometió, pero que se le otorgó por no ser del que lo acusaron.
Si en detalles como el momento de su liberación ajusta los tiempos para que refuerce su versión de víctima de política, ¿hasta dónde resulta creíble su afirmación de que “le doy la vuelta a la página, yo ya perdoné, soy la persona más feliz”, cuando una cosa es vengarse por un agravio y una muy distinta cobrárselo?
“Quedo incluso mejor posicionado, con una oportunidad de que todavía me la deben, de que todavía puedo cobrar facturas”, dijo en entrevista con el diario Pulso el 21 de diciembre de 2020 luego de que se frustró que figurara como candidato de Morena a gobernador. El título de aquella entrevista fue bastante significativo: Gallardo: ajuste de cuentas.
La primera cuenta que se cobró fue la vía libre para participar como candidato a gobernador con todas las facilidades otorgadas por Mario Delgado, entonces presidente nacional de Morena.
Ya como gobernador, Mónica Rangel Martínez resultó instrumento para un doble ajuste de cuentas: contra el ingenuo-fingido intento de Juan Manuel Carreras López de impulsar a su candidata desde Morena, y contra la propia candidata por haberse prestado a ese juego. Además, el caso le sirvió para proyectarse justiciero y combatiente de la corrupción.
Una proyección propagandística justiciera que, en el caso de Miguel Ángel Lutzow Steiner topó con falta de pruebas, que hoy proyectan al exsecretario de Salud como víctima de la mitomanía de Gallardo Cardona. “Soy un preso político, un chivo expiatorio en campaña contra la corrupción”, dijo el doctor al dar su testimonio en el juicio que se le sigue.
Es muy probable que el eufemismo utilizado por Gallardo Cardona para no hablar de sed de venganza, en el contexto de su mitomanía, es que “todavía puedo cobrar facturas”… y no sólo las que vengan de tiempo atrás, sino las que desde su posición actual considere que se están acumulando.